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Real Maestranza de Sevilla

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Domingo, 26 de abril de 2015

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Miura, en el 75º aniversario de presencia continuada en la feria de abril de Sevilla (bien presentados, bravos y con peligro; destacaron 2º, 4º y 5º, encastados).

Diestros:

Dávila Miura: de tabaco y oro. Municipal, pinchazo hondo atravesado, descabellos (saludos desde el tercio); estocada fulminante (oreja).

Manuel Escribano: de teja y oro. Pinchazo, estocada trasera (saludos desde el tercio); estocada caída (oreja y fuerte petición de la 2ª).

Iván Fandiño: de vainilla y oro. Estocada atravesada, dos descabellos, aviso, dos descabellos (silencio); pinchazo, estocada (palmas).

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: nublado, algo de lluvia al principio y soleado después.

Entrada: lleno con huecos.

Video resumen Canal Plus Toros: http://www.canalplus.es/toros/videos/sevilla/

Crónicas de la prensa:

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La Feria 2015, mucho mejor que la ominosa de 2014, tuvo un broche perfecto. Se celebraban los 75 años continuados de Miura en la Feria y mandaron una corrida seria, con todas las características de la casa, que dio juego y problemas a partes iguales, como debe ser. Potables primero, tercero, cuarto y quinto. No estoy de acuerdo con talibanes y demás compaña que dicen que el mejor fue el segundo, “Trapero”. Fue el toro más miura en el sentido de que parecía bueno y al cuarto muletazo ya sabía todo lo que tenía que saber, desarrolló un sentido increíble y menos mal que allí estaba Escribano, al que dichos “cronistas” echan la culpa. Lo acabó de hablar con el ganadero y me da la razón. Pero hay cronistas que hacen sus crónicas de oído o por la tele. Y eso no vale, porque por la tele, entre otras cosas ni se tiene visión completa ni se siente el viento. Fandiño cargó con las más fea, eso sí, y sólo pudo estar sin lucir. Dávila con problemas en el primero, tuvo arrestos suficientes en el cuarto como para matarlo por derecho y ganarse con ello una oreja. Y Escribano dio un gran espectáculo toda la tarde - no sé por qué le critican si da un espectáculo superior y eso nos hace mucha falta- con el capote, en banderillas y con la muleta y la espada. Y templando la embestida, no de un moruchón, sino de un Miura de cinco años y casi 700 kilos…En fin, emoción por todo lo alto y otra tarde para el recuerdo. Y Javier Ambel inmenso. El extremeño dijo por la mañana en TW que iba cumplir su sueño, torear Miuras en la Maestranza. Y vaya si lo cumplió: eso es ser torero.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Interesante final de Feria. Un año más, Miura ha puesto un broche de emoción a la Feria de Abril. Los astados de Zahariche estaban de celebración. Cumplían 75 años interrumpidos anunciados en la cartelería de Sevilla. Para tal acontecimiento Dávila Miura volvía a vestirse de luces y lo ha hecho con éxito. Eduardo cortó una oreja del cuarto de la tarde. Una faena de mucho mérito y firmeza ante un animal con peligro que acabó metiéndolo en la muleta. El estoconazo final fue de libro. Una de las estocadas del ciclo que provocó una gran pañolada. Dávila Miura sigue en alza después de nueve años apartados de los ruedos. Otro trofeo de peso obtuvo Escribano del quinto al que recibió a portagayola. Fue una faena de menos a más en la que hubo pases con la diestra templados y con ligazón. Actuaciones muy serias las que ha tenido el diestro de Gerena en sus dos tardes. Todo lo contrario le ha ocurrido a Iván Fandiño que volvió a pasar por el coso del Baratillo inédito por las pocas opciones que le dieron sus enemigos.

Lo peor: El último clarinazo. Concluyó el ciclo sevillano. Mañana cuando lleguen las seis y media de la tarde añoraremos como cada lunes después de Feria los sones de “Plaza de la Maestranza”, la expectación de cada día, la emoción de un lance o un natural o el éxtasis del triunfo. Porque a pesar de todo, Sevilla sólo hay una.

La Razón

Por Patricia Navarro. Dávila y Escribano apañan la miurada

Miura cerraba Sevilla. O Sevilla cerraba con la miurada. Era el fin de la Feria de Abril, la segunda desde que comenzó el declive maestrante con la polémica con las figuras. Para la cita se contaba con la presencia de Eduardo Dávila Miura, que nueve años después de que se despidiera en esta misma plaza pero un doce de octubre, regresaba a Sevilla. Si es por un día, por dos o por veinte, lo sabe sólo él. El resto, rumores. El toro que abrió plaza, con el hierro de la casa, le hizo pasar un mal rato. Tenía movilidad el Miura, pero esa movilidad envenenada en la que acudía con la cara muy alta y dispuesto a soltarla a partir del tercer muletazo, ni qué decir cuando ya era el cuarto. Y el tiempo corría en contra. Minuto más a la faena, más orientado el animal. Meterle la mano y no salir cogido tenía su mérito, a pesar de que el animal tuvo el poder contenido. El cuarto le redimió de los males pasados. No sé si el cuarto o el trofeo que se llevó al matarlo de manera fulminante. Cuestión de segundos tardó en caer el burel. El animal tuvo franqueza en los primeros compases de la faena, aunque al tercer viaje ya recortaba. Sin demasiada fuerza ni poder, como la corrida al completo, pero por ahí andaba. Sacó oficio Dávila para resolver y, sobre todo, meter la mano de manera eficaz y cortar así un trofeo. El primero de la tarde. Otro más se llevó Manuel Escribano del quinto, expuso en la portagayola de recibo. La misma vida tardó el toro en salir y después en frenarse en ese primer lance. ¡Carajo qué miedo! Se lució al toro en el caballo, como a todos, y cumplieron en una cosa: la distancia a la que iban, un éxito de público, pero no apretaron después los riñones en el peto. Escribano expuso en banderillas con este quinto, que llegó a la muleta con el milagro de colocar la cara abajo, media arrancada pero con franqueza. Para tirar cohetes en estos casos. Resuelto anduvo el sevillano, aunque lo mejor llegó al natural y lástima que no siguiera por ahí. Serio y centrado se mostró con el toro y acertado con el acero. Se acabó la historia con un trofeo más. Antes, con el segundo, apuntó en banderillas encandilando al público al hacerse con el toro al acabar el tercio muy al estilo Fandi. Dos pases cambiados le pegó de salida por la espalda. Y casi casi que ahí se acabó todo, porque el toro comenzó a orientarse por uno y otro lado e imposible dejar algo más que el esfuerzo sobre el albero.

Iván Fandiño no tuvo el lote. Empezó peor la faena al tercero de lo que luego acabó. En el primer viaje se metió por dentro y luego medio engañó, pero sin grandes alardes. Una larga cambiada en el tercio fue el saludo de capa al sexto. El último toro de la Feria de Abril de esta edición. Complicado y sin acabar de definirse fue el toro y así la faena del torero de Orduña. Un año más, o menos. A Sevilla siempre se le espera.

EFE

Por Paco Aguado. Efemérides sin sobresaltos

Era día de efeméride en la Maestranza, porque la ganadería de Miura cumplía, con esta última corrida de la edición de 2015, un total de 75 años lidiando ininterrumpidamente en la feria de Abril de Sevilla.

Para celebrar la ocasión, decidió reaparecer por un día Eduardo Dávila Miura, el “torero de la casa” como sobrino que es de los ganaderos y que tuvo finalmente su premio para que todo fuera redondo.

Dávila hizo así el paseíllo en la misma plaza donde se retiró de los ruedos hace ya nueve años sin que su figura acusara el paso del tiempo y sin que la corrida de la legendaria divisa le pusiera tampoco en demasiados apuros.

Y es que los “miuras” de hoy en Sevilla, flacos y zancudos -agalgados, se dice en el argot- no desarrollaron excesivas complicaciones durante la lidia porque todos en general estuvieron al límite de la raza o de las fuerzas.

Así que, pese a tanto tiempo de inactividad, Dávila solventó con facilidad tanto con el primero de su lote, que se afligió en cuanto se encontró con el caballo de picar, como con el cuarto, un toro de muy escaso celo y que casi nunca remató las embestidas.

Y pese a que no sacó de ninguno nada especialmente brillante, el sevillano acabó paseando esa oreja conmemorativa que, contando con el cariño de sus paisanos, vino a premiar básicamente el bello momento de la gran estocada con que tumbó patas arriba a su segundo.

Se volcó el torero en el encuentro y el animal ya salió prácticamente muerto de los vuelos de la muleta, cayendo a la arena de manera fulminante en breves segundos, mientras la plaza se ponía en pie.

Mucho más trabajado fue el trofeo que paseó en el siguiente turno Manuel Escribano, que se fue a recibir a portagayola al toro de más volumen y hondura, un “miura” de 656 kilos de peso, alto y largo como un armario de tres cuerpos.

Animoso con el capote y arriesgado en el apurado tercio de banderillas, Escribano fue sumando sucesivos méritos hasta tomar la muleta, con la que logró sacar a un toro de corta arrancada una muy estimable serie con la mano izquierda, dándole los tiempos y el espacio necesario para aprovechar al menos su inercia.

Aunque fue el momento más lucido de su labor, extrañó que Escribano no quisiera seguir toreando por el mismo pitón del “miura” en un cortante final de obra que no fue óbice para que se premiara el conjunto con una oreja mucho más ajustada que las dos que solicitó el público.

El mismo Escribano había insistido de más con el segundo, que acabó muy a la defensiva y que, como toda la corrida, aconsejaba un metraje más corto de la faena.

El tercero incluso llegó a desarrollar cierto peligro, acentuado por las molestias del viento en la muleta de Iván Fandiño. El diestro vasco trasteó con él con tan poca brillantez y resolución como con el sexto, que también se negó pronto a embestir por derecho.

El País

Por Antonio Lorca. La justa recompensa a un Miura

El Miura recompensado justamente se llama Eduardo, es torero, y reapareció después de nueve años durmiendo como un señor. Le concedieron una oreja y estaba el hombre que irradiaba felicidad; tanto es así que más que una vuelta al ruedo salió a ver a los amigos, y tardó un mundo en recorrer el anillo porque se paró con unos y otros, los llamó por su nombre y compartió con todos su inmensa alegría. No era para menos. La verdad es que lo suyo tiene mérito; reaparecer en Sevilla con dos toros de su familia para celebrar el 75 aniversario de la presencia continuada de este hierro en la Maestranza es una machada. Se le notó la inactividad, como era lógico, pero fue encomiable su disposición para no desmerecer en una ocasión trascendental para su propio prestigio. Se las vio, primero, con un toro muy complicado, impropio para el toreo moderno, y se justificó sobradamente, aunque su pelea no fue la de un aspirante hambriento. Se confió más con el noblón cuarto y porfió muy decidido. La faena no era de premio, pero cobró una estocada de efecto fulminante y se le recompensó justamente el gesto valiente de celebrar de tal manera el aniversario, en lugar de haber organizado una fiesta familiar, que es lo propio en estos casos.

Otra oreja paseó Escribano, pero este torero tiene más delito. Le tocó en suerte el único toro de verdad potable de la tarde, Trapero de nombre, que empujó en el caballo, galopó en banderillas y tenía quince muletazos largos en la muleta, y el torero no fue capaz de ligar una sola tanda, ni de ganarle la pelea a su oponente, ni de satisfacer al público, que se sintió con razón decepcionado. Mejoró ante el noble quinto, al que le hizo una labor destemplada, algo embarullada y con poco fondo, pero mató pronto, y ese público, que antes había parecido entendido, pidió las dos orejas y demostró que de esta historia de toros y toreros no tiene ni zorra idea.

El tercero en discordia fue Iván Fandiño, y anda el hombre cabizbajo, o, al menos, esa es la impresión que transmite. Su lote fue infumable, pero evidenció que no está en su mejor momento, que lo aparcó el Domingo de Ramos en Madrid cuando las cosas no le rodaron bien. Es humano y tiene derecho a sufrir baches en su profesión, pero este torero tiene capacidad para superar su tristeza actual, aunque los toros de Miura no le ofrecieran margen alguno para recuperar la confianza perdida.

Por la mañana, se celebró el tradicional festejo de rejoneo en el que, con algo menos de media entrada y tiempo desapacible, se lidiaron toros de Beñítez Cubero, para Fermín Bohórquez (oreja); Joao Moura (vuelta); Leonardo Hernández (ovación); Manuel Manzanares (ovación); Luis Valdenebro (vuelta), y Lea Vicens (vuelta).

A la chita callando, acabó la feria, desbordante de desesperanza y escasa en alegrías. Lo peor, quizá, el cambio que ha dado la plaza de la Maestranza. Desconocida es poco.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Dignísimo regreso de Dávila y seria oreja de Escribano con los miuras

A las seis y media exactas de la tarde, Dávila Miura hacía realidad la sospecha de que para ser torero hace falta estar un poco loco. O muy loco. Nueve temporadas retirado para meterte entre pecho y espalda una corrida de Miura es de diván. Y todo por el romanticismo de conmemorar los 75 años consecutivos de la histórica divisa en Sevilla. La ganadería de casa, una devoción. Digno no, dignísimo regreso. Antes de seguir: otro sombrerazo para la importancia de Manuel Escribano.

La preparación de Dávila ha sido responsable y a conciencia: 10 kilos menos. El altísimo cárdeno le puso a prueba reflejos, facultades y fondo. El miura ya de salida se cruzaba en el capote por el izquierdo. El viento vino a enredar también lo suyo. Dormido y con la cara arriba en el peto, el toro careció de poder para desarrollar sus malas intenciones. Un gran par de Javier Ambel entre tanto y un quite de Escribano de farol y caleserina.

Fue brindar Dávila Miura y ponerse a enredar Eolo todo uno. Por delante se lo sacó. Por el palillo y por dentro se venía el toro. Un toque fuerte abajo y perdió las manos el miureño; en la siguiente tanda, casi lo tuvo en el aire. Fundamental la colocación del torero, que se atrevió incluso por la imposible zurda. Un trago. A saltos el cárdeno. Cada vez peor. Cuando no había otro camino, se dobló Eduardo y se fue a por la espada. Cabal la ejecución pero atravesado el acero, que hacía guardia.

Dávila Miura volvió a demostrar que se viste por los pies. Al imponente cuarto, que nunca descolgó -aunque tampoco se comía a nadie había que ponerse delante-, lo bregó de cine Javier Ambel. Eduardo se la quiso echar de verdad, sobre todo con la zocata, como si fuera un garcigrande… Colocación exacta y clave hasta para apurar con su ambición más allá de lo que había finalmente. Los pases de pecho fueron siempre enormes. Se volcó en la hora de la verdad y Sevilla le recompensó el esfuerzo y la vergüenza torera con una oreja. Otros sí que han venido a llevárselo sin dignidad…

Superior anduvo Manuel Escribano con el gigantesco y cinqueño quinto (salvo el errático principio por estatuarios que casi lo estampa en tablas). Media distancia y zapatillas asentadas. Pesaba el toro. Por la izquierda también. La emoción de cuando hay verdad en un tío trepaba. Muletazos largos por las dos manos. Trayéndoselo embebido desde una disposición y colocación extraordinarias. Hasta el punto de soltarlo en su momento. Se tiró a matar con fe. Como una vela. Espectacular la muerte del miura. Oreja de ley. Importante el tipo como el toro.

Otra línea distinta (goterón saltillo, apostaba Barquerito) había traído un segundo bajo y recortado, que ya en el capote de Manuel Escribano colocó la cara en los vuelos de la verónica. Buen tranco y soberbio puyazo de Quinta. Entonces el planteamiento de faena careció de lucidez. Los cambiados por la espalda no ayudaron precisamente a potenciar las virtudes y sí a desarrollar defectos. Tan encima además luego. Un lío de puñales, una gresca sin asiento.

Iván Fandiño se estrelló con un lote muy malo. Sigue el funeral del Domingo de Ramos sin resurrección.

El Mundo

Por Carlos Crivell. El arte de lidiar una de Miura

El cierre de la Feria estuvo a tono con lo que podía esperarse. La corrida de Miura, de imponente fachada en el tipo de la casa, fue una corrida buena de este encaste. Hubo de todo: bravos, nobles, inválidos, listos y marrajos. Simplemente, de Miura. Lo que no hubo en la plaza fue aburrimiento. Es la virtud del toro de Zahariche, que no deja nunca indiferente al tendido. El gesto emotivo de Eduardo Dávila se saldó con un triunfo que premió el valor de vestirse de luces en Sevilla en la fecha que los toros de la casa cumplían 75 años lidiando en la Maestranza. La plaza lo entendió, lo aplaudió al comienzo y le entregó una oreja porque Eduardo lidió de forma perfecta al buen toro cuarto. No fue una faena de pases de ensueño, fue una labor de espada sabio con los toros de su familia. Y además lo mató de forma espectacular. Escribano dejó de nueva las pruebas de su poderío y su capacidad lidiadora, mientras que Iván Fandiño, sin suerte ni clarividencia, volvió a sembrar de dudas su actual momento.

Los toros jugados en segundo, cuarto y quinto lugares fueron notables desde que salieron de chiqueros hasta que rodaron por el albero. Se fueron al caballo con alegría, mantuvieron una movilidad razonable y embistieron con templanza en los diez o quince pases que permite el encaste.

Eduardo Dávila Miura cumplió con el primero, malo sin paliativos, justo de fuerzas y tirando cornadas al viento. El destino le tenía reservado uno bueno en cuarto lugar, de nombre Barbareto, enorme de hechuras, lidiado a la perfección por Javier Ambel, que encontró un torero capaz y sabio en su colocación. Solo ver citar al torero siempre en la distancia adecuada, con la muleta cogida por el centro del palillo, tirando muletazos al de Miura justificaba su decisión tildada por todos de locura. No fue una faena exquisita, este toro rara vez lo permite, fue la faena de un torero maduro que de nuevo nos quitó años de encima en algunos pases de pecho como los de su mejor tiempo torero. La muerte del toro de una estocada corta fue un homenaje a Benlliure.

El toro de Miura requiere un tiempo y una distancia. Manolo Escribano, un valiente toda la tarde, se enfrentó al magnífico Trapero con su variedad habitual. El llegado de la finca de La Campana se movió con bravura en los primeros tercios. Escribano toreó bien de capa y dejó sus pares de banderillas. Equivocó las distancias, en algunos momentos ahogó al toro, y ahí el de Miura dejó de acometer con la suavidad del comienzo. El triunfo del torero de Gerena llegó por la vía lógica, la de una lidia perfecta al quinto, otro toro que se arrancó de largo al caballo y que le permitió un tercio de banderillas de valor seco y rotundo. Desde los estatuarios del comienzo a la estocada, Escribano se colocó ahora en la distancia que el toro admitió para embestir por abajo. No quería nada por arriba. Lo enceló con el cuerpo y un ramillete de muletazos por ambos pitones fue desgranando en una labor de un mérito superior. Por encima de todo, firmeza y rotundidad en un torero que ahora explicó el arte de lidiar a uno de este hierro. Empujó la espada con el corazón y la espada cayó caída. Sevilla se rindió al de Gerena.

Esa Sevilla de la corrida de Miura, tan seria y experta, fue el reverso del espectáculo del sábado. De la bulla del día anterior, la plaza pasó a recobrar el prestigio ganado en tantas tardes. La corrida de Miura no admite florituras ni posturas bonitas ante el toro. Es para matadores hechos y derechos. De ahí el valor de lo que hizo Eduardo Dávila, nueve años sin enfundarde el traje de luces, para ponerse delante de estas reses de leyenda. Por eso la capacidad lidiadora de Manuel Escribano recibió un premio sin discusión porque todo fue realizado ante toros exigentes.

El tercer espada Iván Fandiño tropezó con los menos potables de la corrida. Gazapón y rebrincado el tercero; corto y listo el mentiroso sexto, que se fue de largo en varas y no embistió en la muleta del torero vasco, cuya mejor nota la logró con el capote. No tuvo toros pero tampoco quedó claro si Fandiño tiene experiencia en el arte de lidar a los de Miura. Así ocurrió en el sexto, un animal que aunque nos mintió porque cambió su ritmo al final, tampoco parecía que Iván tuviera recursos para plantarle cara. Así acabó la Feria. Miura lidió su corrida. Se pudo apreciar que tienen su lidia. Dávila justificó su locura. Escribano confirmó su poderío. Tienen ambos el secreto del arte de lidiar estos toros.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Sentido y sensibilidad

Dávila Miura había madrugado anunciando una reaparición que tenía sentido, oportunidad y un hermoso argumento. Era un encuentro íntimo con su historia pero, sobre todo, implicaba reivindicar la fidelidad de un hierro mítico a una plaza que lo vio presentarse hace más de siglo y medio aunque ahora se festejen esos 75 años de lidia ininterrumpida que han convertido el Domingo de Farolillos en el domingo de los Miura.

Y Eduardo no falló. Preparado a conciencia; responsabilizado del papel que jugaba dentro de un cartel que había agradado desde el momento de su presentación, salió dispuesto a darlo todo. Parecía raro dentro de ese vestido de torear que colgó hace ocho años sin saber que volvería a ponérselo una tarde de abril. Pero Sevilla mostró su sensibilidad sacándolo a saludar después de romperse el paseo. La ocasión lo merecía y de alguna manera los aplausos subrayaban la efemérides que le había animado a reaparecer.

Salió el primero. Una pintura de la casa con aire de galgo y herrado abajo que permitió a Dávila mostrarse lucido y solvente en la lidia. Berreón, blando, cortísimo de viajes y progresivamente orientado, llegó a tirarle un golpe de guadaña del que salió indemne. No quería nada por el derecho y en uno de pecho volvió a ponerle los pitones en la nuez. La espada asomó a la primera y cayó fea a la segunda. Había pasado la prueba con solvencia.

Aún le quedaba un cuarto, que le iba a permitir imponer su poder y su sobria profesionalidad. Tuvo un buen apoyo en Javier Ambel -con el capote- y Joselito Rus -con los palos- antes de tomar la muleta para emplearse en un largo trasteo dicho y hecho principalmente por la mano izquierda. Eduardo le pudo por naturales. No humillaba el animal pero sí se desplazaba por ese lado y el veterano diestro supo buscarle las vueltas en una faena con aire de otro tiempo que encontró su mejor acento artístico en los sensacionales pases de pecho con los que abrochó las series. El fulgurante espadazo final terminó de amarrar el trofeo que paseó en medio de una alegría compartida mientras escuchaba su pasodoble. Era el final feliz a un empeño tan bonito como plagado de dificultades.

Pero aún hubo más. La corrida de Miura ofreció muchas teclas que tocar y, sobre todo, mantuvo un nivel de peligro y exigencia en los toros que no se prestaron al toreo. Fue una miurada genuina pero también hubo un ejemplar para llegar a gustarse que fue entendido a la perfección por Manuel Escribano, que encontró de nuevo la simbiosis con la mítica vacada de Zahariche. Fue el más grande del envío y el diestro de Gerena lo recibió a portagayola -tan abierto como de costumbre- antes de lancearlo con sabor a la verónica. El toro apretó en los primeros pares de banderillas pero Escribano lo acabó reventando en ese quiebro al violín por dentro que puso a la parroquia en pie. Después de brindar a Dávila comprobó que la prueba tampoco iba a ser fácil. El toro le arrancó algunos hilos de la banda de bordado pero el matador comprobó que el animal respondía haciendo bien las cosas. Los viajes cortos iniciales se convirtieron en embestidas en una gran serie a izquierdas. Cambiado de lado, Manuel se relajó definitivamente y llegó a torear con cadencia cerrando con un largo cambio de mano seguido de un desplante que marcó la victoria del hombre. La faena estaba hecha. Era la medida justa y el matador se fue detrás de la espada dejando un estoconazo algo desprendido al que siguió una bella agonía. Le dieron una oreja; le pidieron las dos. Bien de verdad.

Escribano también había echado toda la carne en el asador con el primero de su lote. Hubo larga en el tercio, brillantez con el percal, pares en todos los terrenos y hasta en el estribo de las tablas. Con la muleta se lo pasó dos veces por la espalda pero la movilidad del animal se acabó convirtiendo en mero peligro. Ahí no pudo ser.

El tercer hombre -casi un convidado de piedra- fue Iván Fandiño, que se estrenaba delante de la mítica vacada y pasó la prueba con sorda suficiencia. El tercero de la tarde, que echaba el cuello como un látigo, le hizo sudar de lo lindo. Tampoco pudo encontrarse a gusto con el sexto, al que lució en el caballo antes de desanimarse al ver que no había forma de meterlo en la muleta. Y así acabó la Feria. Un año más -y ya van algunos- fue un gran placer.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Dávila y Escribano triunfan en el cierre con 'miuras'

Dávila Miura salió victorioso tras una actuación digna en el regreso por un día para conmemorar los 75 años de lidia ininterrumpida en Sevilla de la ganadería familiar. Una apuesta que, a priori, era una auténtica locura. Sevilla se volcó. Se comprobó con unos tendidos de la Maestranza poblados bajo el cielo cárdeno, como cinco de los seis toros de Miura, y con amenaza de lluvia. Y respondió en una fortísima ovación dedicada al torero sevillano cuando se rompió el paseíllo y que Dávila compartió con Escribano y Fandiño. Dávila abrió el esportón de los trofeos pasado el ecuador y Escribano continuó por esa senda con el quinto toro. Una oreja para cada uno y la sensación de triunfo ante la seria corrida de Miura. El alto y vivo que abrió plaza puso a prueba a Dávila Miura, quien pundonoroso y pasando apuros, tragó en un trasteo basado en la diestra y que no remató adecuadamente con los aceros. Se libró por tablas en el segundo muletazo en el que el 'miura' ya se había orientado.

Con el cuarto, con cuerda, Dávila Miura apostó fuerte en una labor en la que sobó mucho al toro llegado de Zahariche. El astado no tenía la maldad del que abrió plaza, aunque tampoco descolgaba. Hubo buenos pasajes con la izquierda y buenos pases de pecho. Pero lo mejor, sin duda, fue la decisión con la que se entregó al volapié, en esta ocasión para enterrar el acero prácticamente en su totalidad; saliendo el toro rodado tras la ejecución de la suerte. Nevó en la plaza con una pañolada… y oreja.

Manuel Escribano se entregó sin reservas y sin alharacas en su actuación. Con sobriedad y a conciencia fue convenciendo a la parroquia. Al segundo toro, cornidelantero, lo recibió el gerenense con una larga cambiada de rodillas frente a toriles y lanceó bien a la verónica. Se vivió un tercio de varas impactante en un puyazo en el que se arrancó desde muy lejos a Quinta, que fue ovacionado. Escribano subió enteros en banderillas: con poderío y riesgo llegó a parar al 'miura' tras un tercer par angustioso por los adentros. La faena, en el platillo, con dos muletazos por la espalda, metió miedo al personal. Por el pitón derecho prometía el toro, pero se desmoronó pronto el trasteo, en el que el torero sufrió un achuchón por el intratable pitón izquierdo. El toro, tras un pinchazo y una estocada, se resistía a morir y el público lo despidió con una ovación cerrada en el arrastre.

Al enorme y manejable quinto -656 kilos-, Escribano lo recibió con una larga frente a toriles y toreó bien con la capa, dibujando buenas verónicas. En el primer tercio hubo un par de categoría, el segundo, y el tercero por los adentros fue arriesgadísimo. El diestro sí estructuró ante este morlaco una faena muy interesante, que brindó a Dávila. Tras un inicio a pies juntos por alto, sufrió una colada escalofriante por el lado derecho. En las afueras, con aplomo y perdiendo pasos, fue camelando al 'miura'. Con la zurda firmó naturales largos y profundos ligados al de pecho. Hubo un cierre precioso, con un pase del desprecio mirando al tendido y un desplante. Mató de estocada entera desprendida bien ejecutada y ganó una oreja a ley.

Iván Fandiño tuvo un mal lote en suerte. El tercero, cornidelantero, largo, bravucón de salida y con la cara arriba en banderillas, llegó gazapón y con agilidad de cuello a la muleta. El diestro vasco arriesgó especialmente con la diestra. Escribano, en banderillas, había hecho un quite providencial al banderillero Miguel Martín.

Con el peligroso sexto, que se revolvía con prontitud por ambos pitones, Fandiño lo intentó sin convicción.

El público salió contento porque hubo emoción con los 'miuras', ante los que triunfaron Eduardo Dávila Miura, en su retorno por un día, y Manuel Escribano en el cierre de la Feria de Abril 2014.

Toromedia

Dávila Miura y Escribano cortan una oreja en la 'miurada'

La plaza recibió a Davila Miura con una fuerte ovación por su gesto de reaparecer con motivo de los 75 años de presencia ininterrumpida de Miura en la Feria de Abril. El toro que abrió plaza denotó poca fuerza en los primeros tercios. Lo sacó fuera de las rayas y en ese terreno molestó mucho el viento. En la primera serie ya le avisó del de Miura y estuvo a punto de voltearlo. Dávila siguió intentándolo con la derecha pero el toro cortó cada vez más. Tampoco por el lado izquierdo fue fácil y a partir de ese momento no tuvo ni un muletazo más. No estuvo fino con la espada y fue ovacionado.

Al cuarto lo toreó bien con el capote porque el toro metió bien la cara de salida. Banderilleó bien Joselito Rus y Dávila comenzó bien la faena por alto, haciendo al toro -construyendo su embestida- en la primera serie. En la segunda el de Miura se le venció y cambio a la zurda, por donde logró muletazos más limpios. Volvió a la derecha y dio una serie buena. Apuró todas las embestidas en una labor de firmeza y valor y se tiró a matar con fe, logrando una buena estocada de fulminante efecto. Oreja.

Escribano recibió al segundo de la tarde con una larga cambiada y también se lució en un galleo. El toro fue largo al segundo puyazo y el torero se empleó en banderillas antes de brindar al público. Comenzó la faena con dos pases cambiados por la espalda y toreó bien con la derecha a un toro noble que se dejaba mucho. Aprovechó las arrancadas de su oponente antes de que cambiara y se pusiera difícil, desarmándole en un par de ocasiones. Mató de pinchazo y estocada y fue ovacionado.

Al quinto se fue a recibirlo a portagayola y después lo toreó bien a la verónica. Se lució en banderillas en un tercio más completo que el primero. Intentó comenzar la faena con muletazos por alto pero el toro se le coló feamente. Logró darle una buena serie con la derecha y por ese lado basó la faena, ya que el 'miura' embestía con más nobleza por ese lado. Sonó la música y Escribano aprovechó bien al toro y mató de estocada, logrando una oreja con petición de la segunda, premio que el presidente no concedió.

El tercero fue de esos 'miuras' que anuncian pronto su dificultad. En la muleta por el lado derecho se mostró andarín y orientado, de modo que Fandiño planteó la faena con la zurda y por ahí logró dar algunos muletazos a un animal complicado. Estocada. Silencio.

Fandiño recibió al sexto con una larga cambiada en el tercio. El toro se arrancó de lejos al caballo en la segunda vara y tuvo muy buen son en brega y en banderillas. Sin embargo, cuando llegó a la muleta cambió y se paró mucho, además de orientarse por los dos pitones. Lo intento Fandiño y anduvo voluntarioso, pero sin poder sumarse al triunfo que ya habían conseguido sus compañeros.


Sevilla Temporada 2015.

sevilla_260415t.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:25 (editor externo)