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Plazas de toros de Navarra

El desarrollo de las corridas de toros requirió terreno suficiente para sortear las embestidas de las reses bravas y, por tratarse de un espectáculo público al aire libre que congregaba bastante gente, resultaba imprescindible disponer de localidades para los espectadores. En siglos pasados fue norma general utilizar las plazas públicas. Se habilitaba la principal del pueblo, villa o ciudad, para coso taurino, mediante reformas y arreglos en manos de fusteros y carpinteros. El auge de la fiesta y la evolución de las corridas de toros obligó a perfeccionar los cosos, innovaciones que determinaron un aumento de los costos. Armar y desarmar la plaza se convirtió en un gasto importante. En Navarra, como en el resto de España, se intentó paliar este inconveniente invirtiendo dinero de una sola vez, construyendo un edificio especial para la celebración de las corridas de toros.

Con la construcción de las plazas de toros se disponía de espacio para crear los departamentos necesarios: control de entrada, corrales, chiqueros, carreto, toril, palcos, localidades diversas, enfermería, taquillas, servicios higiénicos, etc. En Navarra, conforme avanzaba la segunda mitad del siglo XVIII, se comprueban los deseos municipales de poseer plaza propia y fija. Para su construcción surgió el problema financiero y el de conseguir la oportuna licencia, siendo insuficientes la municipal y la provincial, debiéndose ajustar a la reglamentación estatal. El siglo XIX marca un hito en Navarra y se edificaron varias plazas de toros fijas, tendencia continuada en el XX.


Plaza de Cascante, Plaza de Castejón, Plaza de Cintruénigo, Plaza de Corella, Plaza de Elizondo, Plaza de Estella, Plaza de Fitero, Plaza de Lodosa, Plaza de Mendavia, Plaza de Pamplona, Plaza de Peralta, Plaza de Rada, Plaza de San Adrián, Plaza de Sangüesa, Plaza de Tafalla, Plaza de Tudela.

plazas_de_navarra.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:14 (editor externo)