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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Tarde del martes, 13 de abril de 2010

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Palha (irregularmente presentados, agunos fuera de tipo; descastados, sin recorrido y con peligro; pitados 2º y 5º.

Diestros:

Serafín Marín: Municipal (silencio); estocada entera (silencio) y estocada trasera y descabello (silencio) por el que mató en lugar de Arturo Macías.

Arturo Macías. Debutaba en plaza. Estocada caída y atravesada, aviso, descabello (silencio); resultó cogido grave.

Iván Fandiño. Pinchazo, media estocada, descabello (silencio); dos pinchazos, estocada (silencio).

Incidencias: el matador de toros Arturo Macías resultó cogido grave en el 5º. Parte médico: Arturo Macías fue atendido en la enfermería de herida por asta de toro en cara interna de tercio medio de muslo derecho que atraviesa sartorio y vasto interno, llegando hasta cara posterior de fémur en una extensión de 20 centímetros. Presenta otra trayectoria hacia arriba y afuera en una extensión de 10 centímetros sin lesionar paquete vascular. Pronóstico grave. La corrida comenzó con quince minutos tarde (los operarios tuvieron que retirar la lona que protegía el albero).

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Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: Sol y nubes, con rachitas de viento.

Entrada: Menos de tres cuatros de plaza.

Crónicas de la prensa: ABC, El Correo de Andalucía, El País, Diario de Sevilla, El Mundo, EFE, Gastón Ramirez.

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© Arturo Macías y Serafín Marín. Toromedia/EFE.


Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Lo de los toros portugueses de Palha fue de mal a peor. Los primeros fueron sosos, mansos, descastados, feos, y mal presentados. Los dos últimos, peligrosos. El que cerró plaza, de cuyo nombre no quiero acordarme, una alimaña, o un marrajo, que dicen los taurinos. Que digo yo que por qué, si las alimañas son buenos bichos y los marrajos no hacen daño a nadie y están muy buenos adobados. En fin, que los toreros que tenían sólo esta tarde en Sevilla se acordarán mucho de ellos, en especial los dos que debutaban el mexicano Arturo Macías y el vasco Iván Fandiño. El catalán Serafín Marín, acompañado por su apoderado César Moranco, poco pudo hacer más que matar bien a dos y mal a uno. Al de Aguascalientes su afán por triunfar en España ya le ha costado una cornada en Valencia y otra en Sevilla, que pudo ser peor. Sobre todo, teniendo en cuenta que era martes y trece. La verdad es que su banderillero de confianza, Fernando Galindo, le dijo desde el burladero del cuatro “por la izquierda, sólo por la izquierda” y no le hizo caso. Tampoco le hizo caso al toro que le avisó dos veces antes de cogerlo por la derecha. El torero vasco mostró maneras de tierras del sur. Otra vez será. Pero no con los de Palha. Con este encierro han perdido todo el crédito que tenían desde hace cinco años. Se merecen un descanso en la Maestranza.


Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: La disposición de los toreros

Es difícil hallar algo positivo ante una corrida tan rácana de casta y tan carente de emoción. Lo único destacable de la sexta del abono ha sido el peligro sordo, y a veces escandalosamente evidente, que desarrollaron algunos ejemplares portugueses, ante los cuales, los tres toreros de la terna se mostraron solventes y con mucha disposición. Me encantó la paciencia de Arturo Macías ante el primero de su lote al que le consistió miradas por el pitón izquierdo que apuntaban a la ingle. Consiguió hilvanar algunos naturales limpios y lentos que, a la postre, fueron lo más destacado de su actuación. Serafín Marín estuvo un tanto espeso ante el más potable del encierro, con todo, se dejó llegar los pitones a los muslos y pudo dibujar algún derechazo estimable. Finalmente, el torero vasco afincado en Guadalajara maneja con mucho mimo y regusto el capote. El saludo al tercero de la tarde tuvo buen porte y siempre le ganó terreno al burel. En el quite que le correspondió en suerte se enroscó el toro en una media medida y enroscada a la cintura de muchos quilates.

Lo peor: la mala casta de los toros

Mal presentada la corrida de Palha. No hay por donde cogerla, ni por hechuras, ni por la cara, ni por el remate de los cuartos traseros. Hubo un toro con 560 y otro con unos sospechosos 505 kilos. Desde el tendido daba la sensación de que había más de cien kilos de diferencia. Al segundo, de nombre “Garrapato” todavía le faltaban algunos meses para rematarse pues la culata la tenía totalmente escurrida. Si acaso se salvaba por los pitones que apuntaban hacia arriba. Por otro lado, al sexto le sobraba altura, largura y cabeza. Y si nos referimos al comportamiento… ¡qué decir, compadre! Desrazados, mansos, peligrosos, huidizos y sin regalar nunca una embestida. ¡Qué sopor! Con estos mimbres el triunfo es una entelequia.

También hay que lamentar la sangre derramada de un torero ante un toro que no le iba a proporcionar un triunfo grande. Sin embargo, el torero charro, no se arrugó y le puso la pañosa varias veces, a pesar de los serios avisos que le había dado el toro. Torero herido, torero repetido… a ver si lo volvemos a ver en Sevilla.

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ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/andres_amoros_bn.jpg"/>Por Andrés Amorós. Del sopor a la sangre

La tarde transcurría en una calma chicha: bostezos, aburrimiento general y las muestras habituales, en esos casos, del ingenio sevillano: fracaso ganadero y toreros que no lograban la emoción del público.

Todo cambió en el quinto toro, otro palha tobillero, que humillaba mucho pero se quedaba corto. El mexicano Arturo Macías, que se presentaba en Sevilla, lo lanceó sin lucimiento. De varas salió el toro con la cara alta, distraído, sin fijeza. El diestro lo llevó al centro del ruedo e inició la faena de muleta por la derecha. Inesperadamente, la res había cambiado y muy a peor: se quedaba cortísima y rebrincada. No logró esquivarlo el mexicano y el toro se lo echó a los lomos. La impresión fue mala: parecía haber sido corneado dos veces, al subir y al caer.

Hasta ese momento, la corrida había sido un verdadero aburrimiento, defraudando las expectativas, que se centraban, sobre todo, en los toros de Palha y en Arturo Macías. ¡Cuánta falta nos hace que triunfe en España un diestro mexicano! Sería buenísimo para la Fiesta (y también, no lo olvidemos, para el turismo), pero hace años que no sucede. Macías, su joven promesa, lo intenta ahora con el apoderado Antonio Corbacho, el que orientó la carrera de José Tomás. Pero el paso del toro mexicano a los palhas parecía demasiado salto…

Su primero, escurrido de carnes, es pegajoso. Con el capote se limita a lidiarlo. Con la muleta se muestra muy tranquilo y valiente pero el toro se apaga. Consigue algunos naturales estimables, pero toreando muy en corto sufre un desarme. El toro se raja y el público se impacienta. No deja mala impresión.

Me han gustado su serenidad, su valor y sus buenas maneras (en el primero, de Serafín Marín, había hecho un quite por gaoneras muy ceñido pero el toro acabó derribándolo). Otras cosas me han gustado menos. Al primero se empeña en recibirlo con el pase cambiado, en el centro del ruedo, y la res no está por la labor. La insistencia resulta enojosa y hace pensar en que es algo pensado desde el hotel, no acorde con las condiciones del toro. Y, sobre todo, no está bien que se quede siempre a la derecha del caballo, ni que deje demasiado la lidia en manos de su banderillero Fernando Galindo.

Al catalán Serafín Marín lo recordamos haciendo el paseíllo, en Barcelona, con la barretina puesta, un gesto que suscitó la simpatía de tantos aficionados. Su primero se acaba por completo en el caballo. Es un auténtico marmolillo, sin ninguna posibilidad. Noble y flojo es el cuarto, que brinda al público y le permite dar algunos buenos muletazos de mano baja. El toro le deja estar muy a gusto (¿un palha?), pero se raja y no transmite ninguna emoción. Iván Fandiño, que también se presenta en la Maestranza, es lo que antes se llamaba un gladiador, uno de esos «toreros de hierro» vascos (así los llama Fernández Casado) que basan su crédito en la firmeza, el valor y las estocadas, más que en sutilezas estéticas. El tercero de Palha se cae, sale con la cara alta y distraído, le tropieza los engaños. Él se muestra voluntarioso, pero no consigue lucimiento. El sexto resulta ser una alimaña, como el quinto: es rebrincado y peligroso, no se entrega. Fandiño pasa apuros y logra salir por su pie.

La gran decepción —lamento decirlo— han sido esta tarde los palhas. Los viejos revisteros les aplicaban un eslogan de películas de misterio: «Horror, terror y furor: Palha». Hoy, ni les han gustado a los toreros ni a los aficionados exigentes. Queda sólo en el recuerdo el respeto por la sangre de un valiente torero mexicano.


El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Palhas para un martes y 13

Algunos miraban el almanaque muy de reojo.Pintaban bastos para los más supersticiosos y el día, que a punto estuvo de gafarse por culpa de la lluvia, se acabó desgraciando en la punta del pitón de un marrajo pregonado que no le perdonó ni un descuido al debutante Arturo Macías. El caso es que se mascaba la cornada. El toro ya le había avisado claramente de que sabía muy bien lo que se dejaba atrás. Sin atender a toques, sin seguir los vuelos de los engaños, el toro de Palha andaba pendiente del cuerpo del matador mexicano, que lejos de ponerse a la defensiva quiso citarlo para hacerle un toreo que era imposible. A la primera de cambio, le metió el pitón en la entrepierna en una espeluznante voltereta de la que salió herido y visiblemente maltrecho.

Ya había estado a punto de ser cogido por el primero de la tarde en un quite por gaoneras que le sirvió de declaración de intenciones. En esa ocasión sólo destrozó su flamante terno, que fue remendado con unos curiosos calzones con los que salió a estoquear al segundo, un horrible animal con pinta de ñu que cortó todos los viajes sin emplearse de verdad hasta ponerse peligroso y buscón, pegando unos frenazos de escalofrío a pesar del esfuerzo sincero del diestro azteca, que no ha tenido demasiada suerte en su periplo español.

Ya resultó herido en Valencia y, una vez restablecido, vuelve a caer en una plaza en la que, esa es la verdad, salió a darlo todo.En esa misma tónica, no se puede poner ni un pero al otro debutante, el vizcaíno Iván Fandiño, que se mostró serio en las formas, firme en el fondo y buscó toro siempre a pesar de que el tercero fue un animal soso y de viajes cansinos y acabó por echar la cara arriba, acortando su recorrido para certificar que el encierro lidiado ayer por Joao Folque de Mendoza no tuvo nada: ni presencia, ni fondo, ni comportamiento. Un regalo en toda regla, vamos, como el sexto que le tocó ¿en suerte? a este matador vasco, que volvió a esforzarse, sin llegar a poderle, a pesar de que el animal quería arrancarle la muleta, la espada y hasta la cabeza. Bastante hizo con echarlo abajo y llegar entero al hotel.

Volvía a la Maestranza -con nuevos y conocidos padrinos- el diestro catalán Serafín Marín, una promesa malograda y molida a golpes y cornadas que sorteó el ejemplar menos malo del pésimo encierro de Palha. Ése fue el cuarto, un serio berrendo que tuvo una sosa nobleza en sus embestidas y que permitió a Serafín Marín hilar algún natural limpio y templado sin que la faena llegara a tomar nunca vuelo, sin que el trasteo tuviera argumento. Ni el toro acabó de romper hacia adelante ni el matador catalán ha recuperado esa calidad y capacidad que estuvo a punto de colocarle en todas las ferias de España. Tampoco había podido ser con el ejemplar que rompió plaza, un toro que engañó a algunos en el caballo y que no terminó de pasar en la muleta. Marín llegó a ponerse pesado y lo despenó de un feo sablazo que asomó.

Al final de la corrida, con la fea cornada de Macías aún caliente, quedaban demasiadas dudas en el aire: ¿Cómo pudo venir a la Maestranza una corrida tan fea, tan mal presentada, tan falta de remate? Lo de Palha no fue duro, fue muy malo.


El País

Por Antonio Lorca. Grave cogida

La sangre derramada, por segunda vez en lo que va de feria, sobre el ruedo de La Maestranza. En esta ocasión, la mala suerte se cebó con el torero mexicano Arturo Macías, que se presentaba como matador de toros en Sevilla y se llevó el triste recuerdo de una grave cornada en el muslo derecho cuando trataba de justificarse con el marrajo corrido en quinto lugar, un auténtico buey, como los demás, descastado, y violento, que topaba a oleadas y desparramaba la vista. La faena de muleta no había hecho más que comenzar cuando el toro lo empaló con el pitón derecho, y lo elevó por los aires, con tan mala fortuna que lo esperó con la guadaña que lucía por pitón izquierdo y la clavó en la pierna del torero, que quedó exánime en el suelo, entre grandes muestras de dolor.

Son las cosas del toro, el riesgo inherente a esta difícil y heroica profesión, protagonizada ayer por tres toreros modestos que no tuvieron más opción que enfrentarse a una muy astifina, complicada y violenta corrida de Palha en la búsqueda infructuosa de una oportunidad imposible.

La peor parte se la llevó el diestro mexicano, que fue, a la postre, el más dispuesto de los tres, pues demostró su incuestionable valentía en un ajustado quite por gaoneras en el primer toro de Marín, del que salió volteado. Volvió en el segundo a capotear esta vez por chicuelinas y asustó a los tendidos por su temeridad ante enemigos de comportamiento tan incierto. Muleta en mano, hizo lo que se espera de un torero joven que pretende abrirse camino: esperó a su primero con dos pases cambiados por la espalda en los medios, pero su labor no pudo pasar de voluntariosa ante las muy escasas condiciones de su oponente. Más dificultoso se mostró el quinto desde que saltó al ruedo, y pronto pudo comprobar el torero en sus propias carnes las aviesas intenciones de su oponente.

Serafín Marín e Iván Fandiño pueden dar gracias por salir indemnes de la plaza; sobre todo, el segundo, que pasó fatigas de muerte con el dificilísimo sexto, que lo persiguió con saña con la expresa disposición de mandarlo a la enfermería. Fandiño se escapó de milagro, pero sus apuros fueron muy serios. Ni en ése ni en el otro pudo ofrecer algo más que voluntad.

Y Serafín Marín, justificado también por el mal juego de su lote, aburrió en dos faenas largas, soporíferas, de las que no ha quedado nada para el recuerdo. No tiene ningún sentido empecinarse en una porfía inútil.

Se trataba, posiblemente, del cartel con menos brillo del ciclo ferial, pero se esperaba más, mucho más, de una ganadería postinera, que sólo ha dejado un reguero de sangre. Para más inri, martes y trece…


Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Arturo Macías paga con sangre en su presentación en Sevilla

Antes de la hora prevista para el comienzo del espectáculo, el celeste cielo sevillano se amorató como si le hubieran dado un brutal puñetazo, el viento agitó las palmeras del Paseo de Colón y la cosa comenzó a torcerse como advirtiendo que era martes y 13. Ya saben que el aserto sobre la superstición de esta fecha se debe -según algunos tratadistas- a que en la Santa Cena, junto a Jesús, se encontraban los doce apóstoles, entre ellos Judas, quien le traicionó. Aquí, en la bella Maestranza, quienes nos traicionaron ayer fueron los palhas, unos galafates que ratificaron el peligro en tan nefasta fecha, en la que el quinto toro, con guasa, le propinó una grave cornada al valiente mexicano Arturo Macías, en su estreno en la Maestranza.

La corrida era hasta el momento como una losa. Con varios toros de Palha, feos en su presentación y de comportamiento complicado. Ese quinto, negro, Rebordado, más largo que un tranvía, se dejó pegar en varas y se orientó de inmediato por el pitón derecho. El hidrocálido Arturo Macías echó la moneda al aire. Y cayó cruz. Al poco de comenzar la muleta al toro con la diestra, la alimaña lo lanzó con el pitón derecho por los aires y, cuando caía, le propinó un derrote seco y terrible en el muslo derecho, con el otro pitón, empujando con los riñones. Una escena que levantó a muchos espectadores de sus asientos. El cuerno entró sin contemplaciones en su muslo derecho como certera puñalada. Las asistencias lo trasladaron por el callejón, en volandas, con una mueca intensa de dolor. Pasaportó al pajarraco Serafín Martín.

Arturo Macías, que puso toda la carne en el asador en su actuación, se la había jugado porfionamente en su toro anterior, un ejemplar que se revolvía con peligro. Los momentos más intensos fueron un par de pases por la espalda, alternados con otros con la diestra en un inicio de faena en el que citó desde largo a un toro remiso.

Serafín Marín abrió plaza con otro ejemplar peligroso, que midió por ambos pitones, ante el que no pudo lucirse. El palha llegó a dar un buen espectáculo en varas, empujando en un puyazo muy extenso y acudieron de largo a un segundo. En réplica a un quite, Macías fue cogido al cerrar con una revolera un quite por gaoneras. El toro le rajó limpiamente la taleguilla de la pernera izquierda, que sustituyó por un pantalón. El burraco cuarto hizo concebir ciertas esperanzas con una salida algo alegre. Pero cantó la gallina en el caballo y buscó tablas de inmediato. De todo el encierro fue el toro con intenciones menos malas. De hecho, en la muleta, Marín le sacó un par de tandas con la diestra en un trasteo que fue a menos. El barcelonés compensó al personal y a él mismo del mal trago, con la estocada de la tarde.

Iván Fandiño tuvo una actuación digna. No pudo lucirse con el deslucido tercero, que humillaba, pero no tenía recorrido. Y con el sexto se jugó la barriga sin cuentos. El animal buscó siempre el bulto y el torero vasco le hizo frente con agallas, hasta que en un hachazo con el pitón derecho estuvo a punto de mandarle al hule. Afortunadamente, todo quedó en un susto.

El público salió desilusionado con una decepcionante y mal presentada corrida de Palha y con el disgusto de esa cornada al mexicano Arturo Macías, que pagó con sangre al contado, su estreno en la Maestranza.


El Mundo

Por Carlos Crivell. Sangre mexicana para purificar la Fiesta

Hacía muchos años que no se anunciaba un torero azteca en los carteles de la Feria de Abril. La última fue en 2002 cuando Zotoluco mató la de Miura. La presencia de Arturo Macías era un detalle de justa correspondencia con la afición mexicana, que apoya y sigue a los toreros españoles.

De Macías se hablaba como un torero valiente. Ya en Valencia sufrió en sus carnes la dureza del toro hispano. Ahora, además, conoce la del toro portugués. Los llamados antiguamente «miuras» de Portugal no dieron la talla; a Macías le dieron una cornada sin apenas poder demostrar sus cualidades.

El torero hidrocálido (natural de Aguascalientes) ya dejó clara su intención de triunfo en el quite al primero por gaoneras. Un hachazo le partió el traje rosa y oro. Se puso un pantalón horrible de color blanco, que en pocos momentos se tiñó de rojo sangre de toro. Pasaportó con decoro al muy feo astado segundo sin nada que destacar. A Macías se le vio parsimonioso, sin prisas, pero después de los pases por la espalda llegó un desarme, para acabar ahogando al de Palha. Quedaba el quinto, toro mejor hecho, engatillado de cuernos y armónico de estampa. No le dio tiempo a nada. En la primera tanda se lo echó a los lomos y el gesto de dolor fue expresivo de que llevaba una cornada.

Se puede decir que Arturo Macías ha quedado inédito en Sevilla. Se intuye que es valiente. Merece otra oportunidad, que ya parece que será en la feria del año próximo.

La sangre del azteca purifica una corrida espantosa en todos los sentidos. La cornada de un torero es la expresión de máxima entrega de un lidiador en el ejercicio de su profesión. De ahí que hacer hincapié en los aspectos negativos del espectáculo, cuando un torero ha derramado su sangre sobre el albero, tiene mucho de crueldad. Pero la Fiesta de los toros no tiene sentido sin el riesgo. Es verdad que aún en este siglo XXI, tan desnaturalizado por tantos motivos, el toro hiere y puede segar la vida de un torero. La sangre de Macías le dio sentido a la tarde, que hasta entonces era de una pobreza extrema, ya por el juego de lo de Palha, y - hay que decirlo - por las carencias puntuales de los diestros.

Es muy duro, en tarde de muslos abiertos, decir que Serafín Marín anduvo sin norte de principio a fin. Las dudas al primero, toro malo, acabaron con las posibilidades de faena. El burraco cuarto era noble y flojo. Pedía templanza, que no apareció en las muñecas del catalán.

Tal vez fue el tercero el toro más potable de la tarde. El torero vasco Fandiño dejó muestras evidentes de que posee un buen capote. Es su mejor credencial, según lo presenciado. Tampoco se alió con el Dios del temple, la base del toreo, el que es capaz de llevar embestidas largas y profundas, de forma que el enganchón, que no es bello, presidió su labor. El sexto fue un marrajo. La plaza estaba cariacontecida con la cornada de Macías y no quería más tragedias. Fandiño, al menos, se justificó.

La noticia que se recordará será la cornada. Y debe proclamarse que es una noticia afortunada, porque maquilla lo que fue un festejo pésimo de principio a fin. Fue una sangre purificadora. Gracias a ella, lo que fue soporífero acabó en grandeza, porque el torero herido es la gran verdad del toreo. Si no hubiera heridos, nada tendría sentido.

Todo ello, como queda dicho, con una de Palha bastante mala. Si Cuadri está en la nevera porque lidió malas corridas, a Palha hay que mandarla al congelador. No sólo fue deslucida, sino que salieron toros de poca presentación, como el citado segundo y el tercero, impropios de Sevilla.


El Mundo

Por Zabala de la Serna. Petardo de Palha y cornada de Macías

La corrida empieza con retraso por la recogida de la lona que protege el ruedo de la lluvia. El toro de Palha sale desganado, pregonando su mansedumbre. Está hecho cuesta arriba. Dos puyazos fuertes y engañosos por el empleo del toro: aprieta hacia adentro. Lo más interesante de la lidia de Serafín Marín es un valiente quite de Arturo Macías con el capote a la espalda que termina en voltereta. O más que voltereta es que le prende la taleguilla y lo derriba. En la muleta, el palha se para, no pasa y se defiende.

El segundo es un saco de huesos cornialto y acodado, feo, feo, sin poder y vacío. Macías sale con unos vaqueros blancos para tapar la taleguilla rota. Torea con una muleta muy chica. Y con dos cojones. Se arrima. Varias veces le pisa la muleta. Interesante. Mata por arriba pero la estocada algo tendida tiene efectos retardados.

Chico el tercero. Cosas sabrosas de Fandiño con el capote sueltas. Y ya. El toro no humilla nunca. Echa la cara arriba. Faena muy enganchada.

El burraco cuarto tiene buenas hechuras pero sin remate. Apenas lo pican. Noblecito sin empuje. Todo de más a menos. Serafín Marín lo mata muy bien. El espadazo lo mejor.

El quinto muy abierto de cuerna y con guasa hiere a Macías. Parece grave. Lo mata Marín de espadazo pasado.

Canta pronto su peligro el sexto, cabezón y con una moña de pelos impresentable. Fandiño está dispuesto y tragalón. Se salva varias veces de milagro.

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EFE

Por Juan Miguel Núñez. “Alimañas” de Palha

Corrida en escalera, puesto que ningún toro se parecía a otro. Sobre todo por fuera no hubo uniformidad, entre la bastedad de algunos y la cortedad de otros. Nada que ver el altón primero, por ejemplo, con el cariavacado segundo.

Y lo mismo “por dentro”. La falta de raza, la única nota común. También se parecieron entre ellos por lo poco que se movieron en el último tercio. Del primero cabría pensar que pudo ser por el duro castigo en varas, sin embargo, al tercero y sobre todo al cuarto apenas se les hizo sangre para un análisis.

¿Tendrá el ganadero respuestas para la cantidad de interrogantes que planteo su corrida?.

Aparte un capítulo particularmente preocupante, el de “la guasa”. Primero, quinto y sexto se las traían. Así que bastante hicieron los tres toreros con matar la corrida, además de estar delante de los seis toros con la dignidad que ninguno merecía.

Aparentemente bravo en el caballo el que abrió plaza, prometía al principio, pero quizás por el desmedido castigo que llevó en varas, es justo reconocer, acabaría defendiéndose. Y un lunar del ganadero con el que no se puede ser condescendiente, la presentación del toro, demasiado basto, lejos del tipo de toro que se ha dado en llamar “de Sevilla”.

¿Acaso a comienzos de temporada como es el mes de abril y para una plaza tan significativa como La Maestranza no se podía haber conformado un encierro más parejo y mejor hecho?.

Marín intentó con este primer toro, estando ya parado el animal, un “arrimón” que no terminaría de encontrar.

El burraco que hizo cuarto también se vino abajo en seguida, y eso sin pasar apenas por el caballo. Dio la impresión de ser el “palha” más noble, y también Marín trató de poner más alma en la faena, aunque al final no fue más allá de los muletazos sueltos. De uno en uno, imposible calentar.

Macías estuvo toda la tarde de valiente, lo que a la postre le iba a costar una cornada que tenía poco sentido. No vale censurarle las agallas, pero cuando no puede ser, ya lo dijo Rafael “El Gallo”, es imposible.

Y su toro segundo, el quinto, le había avisado reiteradas veces de las malas intenciones, volviéndose y repartiendo gañafones a diestro y siniestro. Nada podía sacar en claro que no fuera el contratiempo del percance El toro fue certero, y la herida grande y grave.

Aunque la cornada hay que tomarla esta vez también como “medalla”. Loor al héroe por su batalla imposible, empeñado contra viento y marea, que es como decir contra un toro sin el menor atisbo de posibilidad para triunfar.

El gesto de dolor cuando le llevaban a la enfermería era también rictus de impotencia torera, de rabia por no haber tenido la mínima oportunidad de combate, sintiendo que su derrota había sido a traición.

En el toro anterior, que tardó mucho en arrancarse, el esfuerzo de Macías fue notable y tampoco llegó a ninguna parte.

En el primero, en su turno de quites, el mexicano había estado tan quieto que también salió por los aires. Una lástima que la filosofía del valor no se desarrollara en un contexto más apropiado.

Fandiño, otro tanto, estuvo valiente y cerebral en los planteamientos de faena a sus dos toros. Su primero se movía pero rematando los viajes con la cara arriba, tropezando todos los intentos de muletazos.

El sexto fue también un regalo, “metiéndose” por abajo, otras veces “rebañando”. Toro muy incierto. El hombre lo intentó también con gallardía. Más allá del pundonor, demostró que aquello (el toro) no valía un duro, y por eso se decidió a firmar un epílogo de lidia a la antigua con unos poderosos doblones por la cara y un desplante de mucha suficiencia.

Menudo trago la corrida de Palha.


Autores

Por Gastón Ramírez. Palha roba en despoblado y Macías paga el precio del pundonor

Encierro feo, triste, con dos toros pregonaos, quinto y sexto. Eso que salió por toriles no es lo de Joao Folque, o por lo menos, no es lo que estábamos acostumbrados a ver aquí en Sevilla. ¿Quién autorizó y aprobó al segundo de la tarde de nombre “Carrapato”, por ejemplo? ¿Algún veterinario burriciego? ¿Algún presidente cegatón?

Total, una corrida cuya única virtud fue que se dejó pegar en el caballo. Más clase y honradez se le debe exigir a estos toros portugueses, más presencia, más casta. Aunque de ellos no es la culpa, sino de su dueño. Pero quizá ya entramos en el anual festival de saldos ganaderos, en el que la empresa de la sufrida Real Maestranza compra retazos baratísimos de encierros con hierros de prosapia, todo lo que no va al pueblo de Madrid o a otros lugares similares. En esta tesitura, vimos en el coso del Baratillo una corrida de la que jocosamente se decía que era de cuatro naciones, ninguna española: la portuguesa, la mexicana, la catalana y la vasca.

A Serafín Marín podemos reclamarle el haber matado a su primer toro en el caballo y luego que nos aburrió con su empecinamiento. En el cuarto volvió a porfiar con un berrendo casi alunarado que tuvo poca fuerza y menos casta brava. Hay que matar más cerca del hoyo de las agujas y no atravesar a los toros, señor Marín.

Arturo Macías demostró que venía a lucir su valor y su entrega en la primera plaza del orbe taurino. Fue triste que el toro de su presentación tuviera hechuras horrorosas y que sólo sirviera para un buen quite por chicuelinas rematadas con una brionesa y algún muletazo templado.

En el segundo de su lote, el diestro mexicano se las vio con un bicho de muy malas ideas, un auténtico marrajo que desde el capote demostró que necesitaba un puyazo delantero para ahormarle la cabeza. Eso no ocurrió, cosa normal y lamentable. Así, en los inicios del trasteo muleteril, Macías recibió dos avisos serios del cornúpeta, y al tercer esbozo de derechazo, por quedarse quieto, el toro le caló pegándole una cornada grave en el muslo derecho. Fuera ilusiones y fuera triunfos, pero queda claro que no venía a aliviarse y que sabía que se jugaba la vida y la buena opinión que de él pudieran conservar los aficionados hispalenses.

Iván Fandiño estuvo en pegapases durante toda la faena al tercero de la sexta corrida de abono. Se reivindicó buscándole algunas cosquillas al sexto, haciendo un toreo valeroso sobre piernas y aguantando tarascadas parecidas a las que habían mandado al hule al torero de Aguascalientes. Tarde de decepción y tristeza, pues Palha no fue ni la sombra que merece su fama, y un torero honesto y valioso cambió un tabaco serio por nada.

Si para esculpir o pintar como se debe, para hacer una obra de arte, se requiere de un buen bloque de mármol o de un lienzo bien preparado, para torear con éxito se necesitan toros bravos, no eso que nos dieron hoy en la plaza de Sevilla.


Sevilla Temporada 2010

sevilla_130410.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)