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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Viernes, 12 de abril de 2024

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Núñez del Cuvillo (com diferente presentación, nobles y blandos pero manejables, con buen juego en general; parado el 4º).

Diestros:

Diego Urdiales: Estocada (oreja); pinchazo, estocada caída (saludos).

Alejandro Talavante: Estocada caída (oreja); pinchazo, estocada trasera (saludos).

Daniel Luque: Estoconazo, rueda sin puntilla (oreja); estocada trasera tras aviso (dos orejas).

Banderilleros que saludaron: Iván García y Jesús Arruga en el 3º.

Presidente: José Luque Teruel.

Tiempo: soleado, caluroso al principio.

Entrada: más de tres cuartos de plaza.

Imágenes

Video resumen AQUí

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Otra Puerta del Príncipe más a un gran Daniel Luque

Yo creo que el nuevo reglamento que anda elaborando la Junta va a tener un artículo que diga algo así: “En la plaza de la Maestranza es obligatorio que salga por la Puerta del Príncipe todas las tardes un torero al menos”. Lo que no quiere decir que Daniel Luque no estuviera inmenso, que lo estuvo, con un poderío fuera de lo normal en sus dos toros, apostando todo a un éxito improbable, con una seguridad y un dominio de la tauromaquia y de la escena como nadie en este momento. Pero el segundo toro no tenía dos orejas y no se pueden dar, por mucho que los mulilleros retrasaran sin vergüenza su labor hasta que el presidente no pudo aguantar la presión del público. Me gustó mucho Urdiales, especialmente en el primero con un toreo con olor a Romero (con mayúscula), todo suavidad, ortodoxia y clasicismo. Y Talavante anduvo toda la tarde muy decidido, mucho más que últimamente y pudo tener un triunfo aún mayor. Ah, los toros, pues muy bien los cuvillos, algo anovillados, nobilísimos colaboradores, pero salvo alguna excepción como el quinto, sin intensidad y sin transmisión de emociones. En fin, lo previsto, como el público, variopinto, generoso, triunfalista, orejista…Y todo lo que quieran añadir.

Crónicas de la prensa

Por Paco Aguado. EFE. Puerta del Príncipe para Daniel Luque con un alarde de autoridad

El diestro sevillano Daniel Luque, que cortó las tres orejas necesarias con dos autoritarias faenas, logró este viernes, 12 de abril, la salida a hombros por la Puerta del Príncipe de la Maestranza de Sevilla, segunda de las que se llevan ya anotadas en el abono y no sin cierta generosidad de público y presidencias.

El triunfo del de Gerena, ante dos toros de Núñez del Cuvillo muy medidos de raza, se basó principalmente en la voluntad y el firme valor que puso sobre el tapete para que ambos siguieran los engaños durante más tiempo y más recorrido de lo que parecía que estaban dispuestos.

Así pasó con el primero de su lote, un toro de baja alzada ante el que Luque compitió en quites con Diego Urdiales y al que cuajó un soberbio tercio de banderillas Iván García, solo que al abrir la faena de muleta al de Cuvillo parecía faltarle el fuelle necesario para que se mantuviera el mismo nivel.

El torero sevillano no intentó ayudarle nunca a recuperarse, sino que, con férrea firmeza, le exigió en cada embroque, haciendo que la faena no fuera siempre limpia pero sí que tuviera la fibra y la tensión suficientes para fijar la atención de los espectadores, siempre con el torero como centro. Y más aún tras el no menos autoritario espadazo con que lo tumbó.

Con una oreja en el esportón, Luque se dispuso a echar el resto, sin variar su filosofía, ante el sexto, un jabonero vareado que se rebrincó por falta de fuerzas en los compases iniciales del trasteo, mostrando claramente lo que le costaba irse tras las telas.

Pero cuando parecía que no había mucho más que rascar, volvió a imponerse el concepto casi dictatorial del sevillano, apabullando al toro en cada pase, casi obligándole a tomar, fuera como fuera, y casi siempre en cortos recorridos, una muleta que siempre tuvo delante de los pitones, como una condena a perpetuidad.

Allí no hubo más que la voluntad del toreo, que aun se metió en la misma cara del jabonero para alardear de su sobrado valor con circulares, ojedismos y luquecinas, los adornos de su invención, hasta tumbarlo de nuevo, con el toro ya exprimido hasta la extenuación, con otra estocada fulminante que llevó a la petición y a la concesión generosa de esas dos orejas que le abrían la puerta de gloria de la Maestranza.

Claro que mucho más generoso, un auténtico regalo de plaza de carros, fue el trofeo que paseó Alejandro Talavante del segundo, un toro dulce y claro con el que no cejó el extremeño de tomarse groseras ventajas, metido siempre en el cuello del animal y desplazando lejos sus nobles arrancadas, sin llegar a ligar nunca más de dos pases con auténtico asiento.

Aun así, a la espera de irse al ferial, el público la jaleó tanto como la que le hizo después al quinto, un toro de alegre movilidad con el que Talavante estuvo algo más reposado pero sin apenas gobierno en los trastos, con una mayoría de muletazos ligeros y tropezados.

Lo chocante es que ese toreo ventajista se premiara en Sevilla con el mismo baremo que la faena que Diego Urdiales le hizo al que abrió la tarde, todo un ejercicio de auténtica orfebrería torera y plagado de matices sutiles en su estructura para llegar a conseguir al toreo más templado, hondo y largo que se lleva visto en la feria.

Con un toro también noble, pero medido de casi todo tras un sangriento puyazo, el maestro riojano puso en juego no su voluntad autoritaria sino el poder de la convicción, la precisión, la pureza y la despaciosidad que necesitaba enfrente el animal para seguir embistiendo, y para que Urdiales deletreara, con ambas manos, una docena de muletazos a ralentí, con un trazo profundo y hondo.

Y todo con la más absoluta naturalidad, con la maravillosa simplicidad de lo esencial, aquilatando las virtudes aún latentes de un toro al que mató también como mandan los cánones, con la misma pureza y la misma verdad, antes de que el cuarto, más bajo de raza, no respondiera esta vez a su largo derroche de templada paciencia.

Por Inma León. El Español. Daniel Luque abre la Puerta del Príncipe y aviva la feria en una tarde de toreo caro de Urdiales en la Maestranza

Dios ahoga, pero no aprieta, dice un viejo refrán. Y eso le ha pasado en la Maestranza a Daniel Luque, uno de los triunfadores del pasado año que hasta ahora sólo había toreado una tarde en la temporada y ya llevamos unas cuantas ferias desde febrero.

El torero tampoco pasa por un buen momento personal, ya que un hombre clave en su carrera, como es su padre, tiene problemas de salud. A él le ha brindado su primer toro.

¿El motivo de lo primero? A otro torero que llena las plazas le molesta en el patio de cuadrillas por “irrespetuoso”, dicho por él públicamente en un medio de comunicación.

Pero al final, esta circunstancia al menos esta tarde le ha venido bien. Sevilla lo sabe, ahora lo ve más bien como víctima de ese veto y lo ha arropado tanto que ha abierto la Puerta del Príncipe con dos medios toros de Núñez del Cuvillo.

No obstante, ha sido de esos triunfos como recompensa a un todo y una manera de ponerlo en camino para ser torero de Sevilla tras unos años más parado de lo que él hubiera querido, porque su último trasteo ha sido más bien de una oreja con mucha fuerza. Pero, oye, al César lo que es del César.

Con su primero Luque demostró que no necesita un toro de triunfo para triunfar, sino que colabore un poquito. Con el capote dio un auténtico recital de torería al recibirlo a pies juntos sobre todo por el pitón izquierdo. Lo cuidó mucho en el peto y entraron en quites el de Gerena y Diego Urdiales con una delicia absoluta, uno por chicuelinas y otro por vistosas tafalleras.

El animal lo acusó en la faena de muleta que estalló al natural y a fuego lento, de uno en uno, asentando y con esa técnica aprendida a base de oficio. La estocada fue hasta la bola y el público sacó pronto los pañuelos.

La tarde se dividió en dos porque a la mitad los tres toreros tenían en su mano abrir la Puerta del Príncipe. Diego Urdiales tras un trasteo muy caro, en el otro extremo de la vulgaridad, de muchos quilates y mucha franqueza ante un animal que echó las manos por delante en el capote, pero que después sorprendió en la muleta.

También por la suavidad que le imprimió desde los derechazos hasta los pases de pecho con mucha cintura y muñecas. Se lo brindó a Rancapino Chico y parece que le transmitió la inspiración flamenca.

Diego no le pegó ni un tirón al de Núñez del Cuvillo, todo fue caricia, suavidad y limpieza y este sacó su buen fondo, que el de Arnedo aprovechó con mando y mucha belleza, incluido el estoconazo final y el corte de la oreja de ley. Con el cuarto estuvo muy en torero, pero no pudo redondear su tarde. Hubo momentos de brillantez en un trasteo que terminó alargando.

Alejandro Talavante demostró una vez más a la Maestranza que tiene unas muñecas de goma y una capacidad de improvisar inagotable. A su primero lo toreó desde el principio con genuflexo mandado en la embestida y después predominó su particular toreo en redondo, su poderosa zurda de seda y sus cambios de mano que han marcado su carrera.

Con una oreja en la mano en los chiqueros le esperaba otro 'Arrojado', tocayo de aquel del mismo hierro que indultó Manzanares en la feria de 2011. Lo recibió por faroles, pero este no se pareció a aquel.

Siendo un toro pronto, protestó cuando el extremeño empezó a exigirle con la muleta por abajo. Fue mejor por el derecho cuando la faena ya andaba un tanto desordenada, no obstante, si lo mata hubiera podido cortar otra oreja.

Y lo que todo el mundo ansiaba llegó en el sexto en una faena con altibajo, pero con mucha emoción por lo buen torero que es ante un toro prácticamente parado, robándole pases a cámara lenta, inventándose la faena, especialmente en una tanda brillante. Cerró con las luquesinas e incluso con un aviso antes de entrar a matar, el público pidió con fuerza que Luque saliera en volandas por la puerta de Sevilla.

Sin duda, este cruce aviva la feria, sobre todo porque en 24 horas ese torero que no quiere estar con él en un patio de cuadrillas se medirá en el albero maestrante con los Victorinos, nada más y nada menos. Haya sido una faena o de dos, esto se pone serio y a la Fiesta le viene bien.

Por Vicente Zabala de la Serna. El Mundo. Barata Puerta del Príncipe para Daniel Luque frente al toreo caro de Diego Urdiales en Sevilla

Cuando el sol se ocultaba a la espalda del Guadalquivir y Daniel Luque atravesaba la Puerta del Príncipe en volandas, quedaba enterrada la categoría de la Maestranza. Barata, barata, gloria de Sevilla con estas dos últimas orejas exageradas. El palco cedió a una petición de pueblito chico para hacer grande una faena que no lo era: un solo premio hubiera sido bastante para una faena de aplastante autoridad, técnicamente irreprochable -más técnica que fineza, más resortes que belleza- de apoteósico y populista final de cercanías: las luquecinas, un desplante a cuerpo limpio, un aviso que no enfrió nada. La loca explosión tras la estocada convirtió la plaza en un manicomio. Como si hubiera más gente de la que había. Cayeron las orejas -lejos de las excelsas que cortó en 2023 a un toro de El Parralejo- de aquel manejable jabonero sucio que cerró la bondadosa corrida de Núñez del Cuvillo. Sin excelencias bravas.

Diego Urdiales despejó la plaza de vulgaridades cuando la tarde aún no se había asentado pero él sí. Despojado de todo lo accesorio y lo superfluo, halló la intersección exacta entre la memoria y el olvido. Que era el del cuerpo. Y quedó la esencia para recordarla. La faena fue de una sutileza extraordinaria, un sentido compendio de inteligencia, además. El cuvillo de algodón se encontró, de pronto, todo el viento a favor del pulso del toreo. De ese pulso brotaron seis pases sobre la mano derecha dibujados a compás, acompañando con la cintura solamente.

Y la plaza ya se puso a cavilar antes de otro manojo de cinco, rematada la serie a mano cambiada con un inmenso obligado de pecho. Mas la obligación era la precisa en todo y, sin embargo, en cada embroque aparecía la belleza. Como en una serie creciente de naturales, cuando Diego sintió afianzado al toro, reguló la altura y vació por abajo la dulce embestida a puro golpe de muñeca. Ya hundido y fundido sonaba la música en los vuelos de su muleta. Alternó las manos y, al alcanzar otra vez la izquierda, tirando de él, el toro entregó su último aliento. Una trincherilla supo a gloria ante un epílogo arrebatado de propina. Un espadazo fue el colofón cabal de su clasicismo. Que fue lo verdaderamente caro.

Los tres primeros cuvillos fueron como la Lista de Schlinder, la bondad absoluta. Sevilla aguantó sus trémulas condiciones de inicio, intuyendo el fondo bueno. Y así fue como también el segundo y el tercero -¡oh, ese pitón izquierdo!- se prestaron finalmente. Esa respuesta favorable también provocaba la amnesia de su trapío. Alejandro Talavante ofreció una imagen de tipo más centrado -ya venía siendo hora-, sin irse por los vericuetos ni por las gracietas populistas. O sea, que se puso a torear desde que, genuglexo, condujo la embestida con tacto y trato. Midió tiempos y cuidó la exigencia. Cierto es que en esa conducción sin soltar -como en los circulares diestros y no sólo- se queda en la tabla del cuello. Pero también lo es, obviando el precio de la modernidad tramposilla, que su zurda fluyó sedosa. Como en un cambio de mano estratosférico. Como antes, por 2018, o sea. Atacó con rectitud con el acero, y se embolsó un trofeo.

Luque adquirió niveles superiores de expresión a la verónica con el mencionado tercero, que traía, ya digo, un diamante en su pitón izquierdo. Un filón de clase. Cuidado como todos en el peto, intervino Urdiales por chicuelinas y DL respondió con unas tafalleras a fuego lento, hasta la hombrera contraria. Ese juego de tijerillas ya lo había ensayado, de otro modo, al gallear hacia el caballo. Si es que puede decirse gallear. La faena, de encajado planteamiento y asiento, estalló en las fases al natural, cuando Ricardito hacía así y escanciaba su embestida aterciopelada. De contada duración, hay que decirlo. El epílogo de faena del torero de Gerena no continuó la categoría de aquello y se fue a los pueblos. El inapelable manejo del acero le entregó una oreja. Y ya estaba la cosa empatada en el marcador pero no en el clasicismo.

Pasado el ecuador de la corrida, cambió el panorama y Diego Urdiales no pudo redondear con el colorado cuarto, que reponía, apoyándose en las manos, remiso para viajar. Urdiales halló vetas de brillantez en una labor más extensa que intensa, tan deseosa como no medida a la postre. Cuando le pidieron la hora.

Como las crónicas a veces van sobre la marcha, y lo escrito, escrito está, Alejandro Talavante vino a desdecir su párrafo anterior con faroles de saludo que le quedan como a un Cristo dos pistolas y un arranque de faena por pases cambiados rodillas y otros en pie mirando al tendido. Lo de la cabra y el monte. Ya saben. Su disposición fue muy gestualizada con un toro más vivo y con menos clase, más suelta la cara y menos entrega. Funcionó mejor la mano derecha que la izquierda -a la pala del pitón, ¡ay!, la colocación otra vez- en una faena desordenada, no caótica del todo pero sí eléctrica. Si entierra la espada se lleva una oreja que debió cortar en serio.

PD: Que la entrada no sólo no alcanzase el lleno, sino que quedase lejos de él, supuso un bofetón para Alejandro Talavante y Daniel Luque. No sé exactamente cuál de los dos gallitos acusó más el golpe. Talavante, al fin y al cabo, fuera de Madrid nunca ha arrastrado masas, y Sevilla se suponía terreno de Luque después del agitado invierno de reivindicaciones (con el veto Roca Rey de por medio). Si cuando suena la hora en tu tierra, en la primera corrida en España, con tan solo una tarde -Arlés (Francia)- en todo 2024, no metes una legión de autobuses, es mejor taparse. Pero igual con esta Puerta del Príncipe el próximo día hay más gente…

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. La ambición de Luque es infinita

QUITANDO la tarde nefasta de los juampedros, esto no puede ir mejor. El viento de popa que se ausentó antier en la primera tarde de puro y clavel volvió a soplar para llevar la dicha a unos tendidos deseosos de dar y hasta regalar orejas. Y este viernes llegaban los toros de Núñez del Cuvillo para una terna interesante y que cumplió con lo esperado a excepción de Daniel Luque, que cumplió con creces con las expectativas que hogaño levanta. Nueva Puerta del Príncipe del ciclo y otra más de este gerenense que se ha asentado en la cumbre del toreo de forma indudable.

Sólo un torero en el estado de ambición que atraviesa él sería capaz de arrancarle las orejas a un toro como el jabonero que cerró plaza. Se llamaba Contento y, como sus hermanos, llegaba cortito de presencia, justo en el límite que se exige, o se debería exigir, en una plaza como Sevilla. Y entre Daniel y Contento se iba a escribir una historia presidida por la épica, pero teniendo en cuenta que dicha cualidad corría sólo y exclusivamente a cargo del matador. El toro, que fue bravucón en el caballo de Javier García, no daba pie al optimismo en aras a que el torero lograse el visado para traspasar la Puerta del Príncipe. De hecho y a pesar de los deseos de Daniel, a mitad de la faena nadie hubiera apostado por una salida triunfal, pero la ambición puede poder con todo y la ambición que demuestra en esta etapa, ya larga, de renacimiento fue la que le proporcionó el salvoconducto deseado. Había brindado al público y fue inventándose una faena más made in Luque, pero aquello iba languideciendo hasta que el torero dijo basta, tiró la ayuda y se dispuso a torear entre los pitones para enardecer a la plaza. Era una faena un tanto pueblerina, pero es que el toro no daba para otra cosa y salir por la Puerta del Príncipe no se le escapaba ni con alas. Lo mató de verdad y aunque el presidente se resistía a dar la segunda oreja, claudicó en vista del clamor del tendido.

Era la tercera oreja, ya que en el primero, un colorado llamado Ricardillo, ya había demostrado en qué predisposición llegaba a la Maestranza. Le replica a Urdiales en un quite por cordobinas, cruje la plaza con las banderillas de Iván García y lo cuaja con la muleta mediante la gran virtud de la ligazón y de pasárselo por la barriga. Lo mató atracándose de toro y le cortó la oreja; la Puerta del Príncipe ya estaba entreabierta. Tiraba Diego Urdiales el único cartucho que lleva en su canana y lo cierto es que salió dispuesto a todo.

Dispuesto a conseguir entrar de una vez en Sevilla y lo intentó mediante las armas que Dios le ha dado. Las armas de la sinceridad y de la pureza que el riojano lleva por bandera. Y por lo pronto se lució con las verónicas que le endilgó a su segundo, colorado y de nombre Cencerro, como se había lucido con la muleta en el que abrió plaza, de nombre Pantomimo, que brindó a Rancapino hijo y al que le cortó una oreja tras fulminante estocada. Son las credenciales de este riojano que tan bien cae en Sevilla y que tanto necesita volver a conquistarla.

La corrida contribuyó a embalarla Alejandro Talavante desde el recibo con verónicas de su marca, muy verticales, a Polvorillo. Un inicio con redondos genuflexo indicaba que el pacense estaba en la buena senda y así discurrió su faena, que contó con ese aditamento tan suyo que es dar rienda suelta a la improvisación, en los remates sobre todo. Cortó una oreja y también pudo tocar pelo de Arrojado (¿recuerdan ese nombre?), pero su faena, tan rica en arabescos y sensibilidad, no tuvo el refrendo de la espada y ahora le queda el cartucho de la de Jandilla. Fue una tarde ésta del viernes de preferia la que confirmó que Daniel Luque tiene en su ambición la llave que todo lo abre.

Por Jesús Bayort. ABC. Sevilla 'enluquece' y premia con la Puerta del Príncipe al incontestable momento de Daniel Luque

La Maestranza enmudecida, sugestionada ante la verdad inquebrantable de un torero en sazón, entregado y furioso. Que lleva meses guardando silencio, masticando la rabia y cocinando su venganza. Que no quiso hablar hasta estar delante del toro. Y habló como el que canta seguiriyas, desde sus adentros, desde sus tripas. Las mismas que un toro le sacó en su verano sangriento. Un maestro llegado desde las tinieblas, desde el lado oscuro y siniestro del toreo. Nacían los muletazos de lo más profundo de su dolor, de su fatiga. Excluido de (casi) todas las ferias, aunque con la crítica y la afición a su favor, que no entienden el absurdo veto que ha terminado regalándole una Puerta del Príncipe que de otro modo jamás hubiera llegado.

Premiaba la Maestranza al torero del momento, a un torero en un pavoroso momento. Premiaban tanto como reprendían la injusticia con quien se tragó su exclusión del Domingo de Resurrección y que no quiso las migajas de Valencia o Castellón. Y este viernes demostró el porqué. Todos tragando saliva. Desde la máxima figura hasta el francés que ocupaba el último asiento de la grada. Rendidos ante un artista embalado que lograba el gran suceso de lo que llevamos de temporada.

Extraordinario desde el primer lance y hasta la estocada final. Una faena magistral a Ricardillo, el tercero. Sin perder las formas, sin dejarse llevar por su situación. Tenía tantas cosas buenas ese coloradito de Núñez del Cuvillo –después hablaremos de su gran corrida– como escollos que librar. Un muletazo difícil de vaciar, de esquivar el derrote. Y lo consiguió, como consiguió entregar a la Maestranza, como consiguió que el resto de la tarde quedase en algo puramente anecdótico. Rabió Sevilla con el recibo de Luque, inmóvil en la primera raya, aguardando el momento de caer el capote y hacerse con este Ricardillo al que llevó a la boca del riego. Primero a pies juntos, después abriendo el compás. Volaban las verónicas de Luque al pulso exacto del justísimo tercero, que, como el resto de la corrida, tapó su escasa presentación con una soberbia vibración.

'Enluquecía' la plaza. Como el torero, que arañaba el oro de su terno en cada lance. A milímetros de su piel. Fuera complejos. Como en la suerte de varas: de lejos, emocionante lo de El Patilla. Se paraba el reloj de la Maestranza en una cordobina previa a la segunda vara, como en la réplica a Urdiales. Profundas y largas. Ya nadie tenía dudas del compromiso del torero, convencido de que había llegado el día 'd' y la hora 'h'. Por lo civil o por lo criminal. Que fue por lo civil con Ricardillo, y por lo criminal con Contento. Iván García hervía aún más los tendidos, como el inicio de Luque, en la segunda raya, girando, arañando sus taleguillas. Protestaba este coloradito, que soltaba la cara en sus salidas. No perdía el pulso el torero, que caía la muleta y que daba tiempo hasta afianzarlo. Un momento de introspección, de intimidad. Hasta soplar una tanda soberbia al natural. ¿Dónde quedaba el torero de los resortes técnicos? Una verdad absoluta, como la suerte de matar. Que tumbó patas arriba a este Ricardillo como puso en pie a la gente.

Más silencio hubo en la salida del sexto. Contento se llamaba, con más presencia y empuje. Pero sin clase, sin estilo. Y la plaza concedía la venia a Luque para elaborar una faena tan larga como bragada. Pegajoso el toro, duro. Que no aflojó al torero, inconformista hasta una penúltima serie en corto y eléctrica. No era faena de dos orejas, pero sí lo era la emoción de los tendidos, desbordados ante el apabullante momento del torero. Y salía Luque a hombros por el Paseo de Colón, veinticuatro horas antes de la llegada de Roca Rey, el torero que le ha regalado esta Puerta del Príncipe.

Abrió la tarde Diego Urdiales, que se llevó el lote de la clase, del talento. Justo de empuje aunque con un estilo soberbio. Como Pantomimo, que no tardó en romper a galopar. Bajo, largo y sobrado de cuello. Que en el intermitente recibo cantó lo que tuvo en la muleta. Como en el quite de Talavante, místico y redondo por gaoneras. Los mismos presagios de ese Pantomimo tuvo el brindis de Urdiales al hijo de Rancapino, como el que anuncia una faena a compás. Que lo tuvo, de menos a más, roto en su final. Y ahí estaba Pantomimo, qué manera de colocar la cara, de mantener el ritmo y de no dar brincos. Un toro excepcional, aunque justo de poder. Bordado para Urdiales, que fundía en oro dos naturales supremos. Lo mecía en el embroque, se arrebataba en la reunión. Más compás tuvo con la derecha, hundido el mentón sobre su alma, girando hasta lo imposible. Más rotundidad tuvo la espada, en toda la yema. Un gran pitón izquierdo tuvo Cencerro, el cuarto. Una faena fugaz, con pasajes en la cumbre, aunque sin continuación. Que trotaba a media altura por la derecha. Una faena poco atendida tras lo de Luque y Ricardillo.

La euforia se apoderó de Talavante tras tumbar a Polvorillo. Lo tomó muy en corto y se volcó en todo lo alto. Y asomaban los pañuelos tras su delicatesen. Medido y entregado. Como medido era el trapío de este segundo de Cuvillo, sin remate y sin perfil para Sevilla. Que remendó el rubor con su talentoso estilo: a media altura, sin mucho celo. Pero con un ritmo y una fijeza tremenda. Crecido Talavante en un inicio rítmico, girando entre doblones. En la antigua enfermería, donde flotaba al natural, muy en corto. Mucho más se esperaba de Arrojado, de nombre cimero. Apostó por él Talavante, a veinte metros de rodillas. Vibraba el toro, como el torero. Redondo y reunido. Pronto perdió el estilo Arrojado, que no hizo justicia a su nombre. En aquel momento, la tarde ya era de Luque.

Y a las nueve de la noche abandonaba a hombros el torero de Gerena la Plaza de la Maestranza como broche de oro al arranque de su temporada española. Se reivindicaba Luque y se justificaba Ramón Valencia, único empresario que le ha dado el trato de figura. Como se justificó Núñez del Cuvillo, que sacrificó la presentación –¡ay el segundo toro!– en favor del éxito.

Por Antonio Lorca. El País. Excesiva Puerta del Príncipe para un soberbio Daniel Luque

En La Maestranza ya no se oye ese característico “Biennnn…”, signo de una primera aprobación y antesala de la emoción que produce el buen toreo. En La Maestranza, hoy, solo se oyen “oles”, que certifican el cambio radical que sufre desde hace años, basado en la ausencia de sabios aficionados que han sido ya sustituidos por un público bullidor y triunfalista.

Daniel Luque ha salido por la Puerta del Príncipe en olor de una multitud enfervorizada que le ha gritado “Torero, torero”, y es verdad que lo es, y de los más grandes, pero el diestro de Gerena no hizo méritos para tan grande premio. Esa Puerta siempre debe estar reservada para acontecimientos extraordinarios, para faenas inolvidables, para tardes que bien pudieran ser calificadas como históricas.

Luque ha vuelto a demostrar que está que se sale, que es un torero completísimo, que no hay toro que tenga secretos para él, que ha alcanzado la cátedra del conocimiento y las distancias y que, además, torea muy bien con capote y muleta.

Pero esa faena al sexto de la tarde no mereció las dos orejas y solo las paseó por otro grave error del presidente, el mismo que negó la vuelta al ruedo al excepcional toro de Santiago Domecq el pasado martes. El cuvillo hizo una buena pelea en varas, acudió y se dolió en banderillas y llegó a la muleta con un punto de violencia en su embestida, con un molesto cabeceo y punteando el engaño. Luque lo entendió, lo sometió, le enseñó el camino e incluso dibujó un natural de cartel. Se defendía el animal, pero el torero, lejos de amilanarse, hizo acopio de valor, se metió entre los pitones y consiguió muletazos que parecían imposibles ante un animal vencido y sin recorrido. Cuando los tendidos estaban enloquecidos ante el poderío de Luque, cobró una estocada trasera, y afloraron los pañuelos blancos con la intensidad esperada. El presidente dio muestras de seguridad en principio y concedió la primera oreja merecida, pero fue incapaz de aguantar la presión de los triunfalistas espectadores que exigían la segunda. Ese segundo pañuelo es una afrenta al prestigio de Sevilla.

Luque había dado un aldabonazo ante su azucarado becerrote primero, con el que se lució con el capote por verónicas, tafalleras y cordobinas. Pareó espléndidamente Iván García, y su jefe de filas muleteó con la gorra al buen torete, con apabullante suficiencia, al que exprimió por naturales en dos tandas de enorme sabor, y paseó su primera oreja tras una gran estocada.

Una cada uno pasearon Urdiales y Talavante en sus primeros toros. Ambos se sintieron a gusto y expresaron lo mejor de sí mismos ante dos animales impropios de esta plaza, sin cara ni hechuras de toros, que saludaron sin más al picador, y mostraron una delicadeza en sus formas que ni que se hubieran formado en un internado de pago.

Urdiales es un exquisito y así lo explicitó en una bonita faena de muleta, rebosante de plasticidad pero carente de emoción. Aquello era un tentadero más que una corrida en La Maestranza. Lo que tenía delante no era un toro, sino un terrón de azúcar. Mató muy bien y conoció de primera mano la alegría de Sevilla. El cuarto, otro novillo, planteó dificultades, y todo quedó en una buena disposición.

Y estuvo bien Talavante, alegre, inspirado, sonriente y hondo, que puso a dibujar su mano izquierda y brotaron naturales excelsos, casi circulares la mayoría de ellos, ante el bondadoso segundo que le permitió disfrutar como si estuviera en un cumpleaños. El quinto, el mejor presentado de la corrida, y al que recibió con dos largas afaroladas junto a las tablas, mostró casta y movilidad en el tercio final, prontitud y dificultad a un tiempo, y Talavante no desentonó. Comenzó de rodillas en los medios, aguantó los apretones de su oponente, se mantuvo firme y su labor ganó en intensidad. Tenía ganada la oreja (no se sabe si hubieran sido dos), pero un pinchazo desinfló el entusiasmo.

Por Carlos Crivell. Sevillatoro. Luque, por la Puerta del Príncipe en tarde triunfalista

Con el nivel de exigencias de la plaza de toros de Sevilla por los suelos, era presumible que llegaría una tarde en la que se lidiarían toros muy terciados, algunos anovillados, y se cortarían orejas a espuertas, algunas de ellas sin causa justificada. Ya llegó ese día en el viernes de preferia. Decíamos hace poco en otro texto que el nivel de la plaza es preocupante. Y se ha confirmado a las primeras de cambio. Decíamos que no le vemos solución al asunto, y a la vista está que, en lugar de mejorar, la cuesta abajo es imparable.

Saltó al ruedo una bonita corrida de Núñez del Cuvillo impropia de la plaza de toros de Sevilla. Salvo el mejor presentado sexto, casi todos lucieron pobres cabezas, no tenían morrillo y carecieron del remate apropiado para una plaza de primera como la Maestranza. Pero esta feria ya ha marcado la pauta, el toro que se está aprobando está cogido con alfileres y no hay nadie en la plaza que levante la voz. Total, si no va a servir para nada.

Lo de la suerte de varas es un escándalo. De forma premeditada, no se ha picado ningún toro, salvo el sexto. El palco lo consiente y el público permanece callado. Como final de la bajada de nivel, ahí quedan las orejas que se conceden. Es verdad que la gente las pide, pero se podría esperar algo de mayor rigurosidad en el palco. Cinco orejas como cinco soles se han cortado para alegría de la parroquia. El palco se sumó a la fiesta y regaló orejas, como las de Urdiales y Talavante o la segunda de Luque en el sexto. Pero ese es otro mal que no tiene ya solución. Manda la masa.

Dicho todo esto, conviene dejar claro que la corrida fue muy entretenida, que los toros de Núñez del Cuvillo se dejaron torear en el último tercio y que la terna rayó a buen nivel en general.

Los tres primeros fueron de una nobleza extrema. El primero con muy pocas fuerzas; el segundo, de duración limitada, y el tercero con falta de raza para repetir las embestidas, pero muy nobles todos. El cuarto soltó la cara, fue más exigente; el quinto echó la cara arriba y cabeceó por momentos, y el bravo sexto se hundió en la faena, donde había comenzado embistiendo con clase. Una corrida moderna. Todo fue muy moderno en esta corrida. Es lo que nos toca vivir en estos tiempos.

Diego Urdiales toreó a placer al noble primero. Se lo había brindado a Rancapino Chico. El mérito del riojano fue echarle los vuelos para engancharlo por la izquierda. Como es un torero de calidad, los muletazos surgieron con cadencia y empaque. No se me olvidará nunca un kikirikí inmenso. Faena buena pero deslavazada. La estocada le permitió cortar una oreja de valor limitado. Con el cuarto, toro más violento, Urdiales no acabó de resolver los problemas en una labor larga y algo cansina.

Talavante cortó su oreja al segundo por una gran estocada. Fue la culminación de una faena de pocas tandas y muy cortas. Se dejó ver en los doblones de rodillas del comienzo, lo probó por la derecha y ligó naturales casi en circular aprovechando la bondad pajuna del toro. Fue otra oreja sin peso.

El quinto pedía un torero muy firme. Fue mejor el comienzo de rodillas, seguido de dos tandas templadas con la zurda, abrochadas por una buena trincherilla, que el final con la derecha y el toro más rebrincado. Intentó torear por luquesinas; fue fallido el intento.

Daniel Luque hizo lo mejor de la tarde con el capote a la salida del tercero. Primero, a pies juntos; luego, con el compás abierto, Luque bordó el toreo. Entró en su turno de quites con lances a la verónica y una cordobina muy bella. En el suyo, Urdiales dibujó airosas chicuelinas, para que Luque respondiera de nuevo con cordobinas templadísimas. Fue un momento de gran emoción. El toro fue noble, pero tenía poco motor. Tal vez acusara tantos quites, no tanto un tercio de varas inexistente. Lo trató con mimo a media altura al comienzo y se le paró el toro en la segunda tanda. Con la izquierda le obligó a embestir dejando la muleta en el hocico. Lo exprimió hasta su última arrancada y lo mató de una soberbia estocada. Que por sí mismo valía la oreja.

El sexto fue bravo en dos puyazos de Javier García. Fue alegre en las primeras arrancadas. Luque se desmayó con la derecha. Siguió con prontitud el toro y Luque le bajó la mano con poderío. Pero, de pronto, el toro se frenó, y la tanda con la izquierda fue poco limpia. A partir de ahí, Luque se obligó a una entrega total contra un toro más apagado, se montó encima, los pases fueron algo atropellados, todo más emocionante que otra cosa. Tanto atacó que una con la diestra obligó al de Cuvillo a recuperar energías para seguir la muleta. Faena, por tanto, con altibajos y pasional por la forma de seguirla el tendido. Abrochó con luquesinas y mató de una estocada. El alegre y confiado presidente le dio las dos orejas si tener valor para aguatar la presión, cuando el premio justo hubiera sido una solamente. Todo lo cual no debe ser considerado como un demérito para Luque, que estuvo desbordado de entrega y clarividencia torera.

Por Patricia Navarro. La Razón. Daniel Luque, Puerta del Príncipe de torero inmenso

Hay tardes que uno viene a los toros por el ruido, por el runrún, por lo que suena, hay otras que tienes la certeza de que vas a ver torear bien, pase lo que pase. Poco o mucho, con la suerte a favor o en contra. La suerte daría, además de para dar título a una serie en la que se ha aventurado Disney+ a nivel mundial con dos creadores de altura como son Paco Plaza y Pablo Guerrero y nada menos que Óscar Jaenada y Ricardo Gómez en la interpretación, para otro Cossío. La suerte que da y quita. La suerte en los sorteos o la suerte para salir ileso de cogidas imposibles. Pero la suerte verdadera, por la que han sufrido en la intimidad y eternamente reconocidas figuras del toreo, ha sido por torear bien. En verdad, por lo que sufrimos todos. Por la frase perfecta. La faena perfecta. El plano perfecto. La puta perfección, a pesar de que no hay nada más perfecto que lo imperfecto. El chispazo que no se relata, pero se entiende. En los toros eso es electrizante, incandescente. Hay un abismo, un código secreto, un lenguaje unánime.

Por eso ocurrió que Diego no tuvo la suerte de que la música le cantara la grandeza de su puesta en escena desde el comienzo, pero la belleza fue irrefutable. El toro de Cuvillo estaba con lo justo, pero Urdiales embarcó con los vuelos, hiló tan fino, que la expresión resultó un revuelo para los sentidos. El silencio era una calma. Un encaje de piezas. Los pelos de punta. Y de pronto Diego se puso al natural y hubo uno que crujió la Maestranza. Uno de esos que lo cambió todo. El sentido eterno de la tauromaquia en un muletazo. Pareció que el Cuvillo no aguantaría, mas encontró el de La Rioja el buen vino que tenía el animal a la orilla del toreo eterno. Emoción, cadencia y suavidad en el trazo. Un todo para rematar con una estocada emocionantísima. Fue un orejón de Sevilla. El cuarto no se lo puso fácil soltando la cara. La faena de Urdiales fue un ejercicio impoluto de torería y conocimiento de la tauromaquia. Una delicia su manera de estar delante del toro, de dar el pecho, citar al animal, mandar con los vuelos… Hay dos mundos.

Bueno fue el segundo al que Talavante pegó un natural extraordinario. El resto fue estar detrás de la mata y trallazos de aquí para allá. El resultado, con una estocada baja, fue el mismo. En una faena hubo folclore y en otra emoción. Con transmisión fue también el quinto, gran toro. Para pensar la faena de Talavante, que no se puso ni una vez. Perdido en la inmensidad del ruedo y de lo que fue.

Luque compuso precioso con la capa en el tercero. Mayúsculo fue el quite por tijerillas que hizo como réplica a Urdiales. Cumbre. Espectacular Iván García con los palos. Pero la cosa no quedó ahí. Luque se dio el gusto de torear muy bien, porque es lo que sabe hacer. Tiene un sitio descomunal, como si no le costara y metió al toro con unos recursos sobrenaturales. Da gusto verlo. La estocada, de libro.

Sobrado, como si estuviera en el campo, comenzó la faena al sexto, que tuvo un gran desafío porque lo que el toro no tenía era ritmo. Luque tiene la cabeza fresca y plenitud del cuerpo para poner todo al servicio del toreo. La faena fue una maravilla para los sentidos. Poder, soberbia, arrojo para aguantar las paradas del toro, despaciosidad, ajuste, disfrute, expresión… Luque devoró al toro, se comió la escena hasta poner al público en pie. (A pesar de que la música no se había enterado), pero la musicalidad era otra, iba por los caminos del corazón y los dos trofeos se pidieron con tanta fuerza que no cabía otra que ver al de Gerena irse por la Puerta del Príncipe. Era grandiosa. Como es el toreo cuando se construye de verdad.

Por Emilio Trigo. Burladero.TV.Daniel Luque abre la Puerta del Príncipe y Urdiales y Talavante cortan una oreja

Corrida de juego variado de Núñez del Cuvillo, destacando del conjunto el primero y el segundo. Al resto les han faltado cosas, raza, viniéndose a menos en el último tercio. Tuvieron movilidad algunos y teclas. Interesante en una palabra y de “todo como en botica”. Muy torera y seria actuación de Diego Urdiales, que ha dejado una faena -la del primero- con mucho sabor; disposición y frescura de Alejandro Talavante, y rotunda tarde, con medios toros, de Daniel Luque, demostrando el momento dulce –así lleva muchas temporadas- por el que atraviesa su carrera en la actualidad, culminada con la salida a hombros por la Puerta del Príncipe.

1º.- Nº 45 “Pantomino”: Abrió plaza un toro bajo, con cuello pero justo de presencia. Tras correr el ruedo con ímpetu, lo recibió el maestro riojano esbozando varias verónicas con expresión, pero sin redondear el saludo. El Cuvillo empujó para dentro por el izquierdo. La suerte de varas casi inexistente en sus dos entradas al peto. Muy justo el primero de poder –fuerza- durante la lidia. Brindó a Rancapino chico. Urdiales se la presentó muy suave, para que la tomara “Pantomimo” con facilidad. Respondió el abreplaza sacando fondo y nobleza en una serie de mucha naturalidad. A partir de ahí, torería de Diego con un toreo de inspiración y sedoso. Toreó con la barriga de la muleta -por ambos- con cadencia y el mentón hundido en el pecho. Sorpresa de un toro -noble y entregado- que sacó lecho de raza y personalidad singular en una preciosa faena de Urdiales que remató con espadazo por arriba. Oreja tras una faena llena de belleza.

2º.- Nº 26 “Polvorillo”: Un toro aún más justo de presencia que el anterior. Astado de perfil anovillado. A éste, Talavante lo trató de inicio con el percal con soltura ante una embestida a media altura. Pasó sin más y aquello dijo poco. Otra suerte de varas sin castigo en sus dos encuentros en el caballo. Quite de Luque por chicuelinas ajustadísimas y apretadas por ambos. A pesar de no castigar en varas sangró hasta la pezuña.

Personal inicio del extremeño con suavidad, sello y ligazón. Se tiró de rodillas en esa serie para comenzar su inventiva. El cambio de manos en la siguiente fue una maravilla de inspiración que duró un mundo. Alejandro trazó largo -casi circulares a derechas- con exigencia y muñecas rasgadas. Un viaje hacia atrás, profundo y dormido en una longitud del muletazo para la cadera que extendía una embestida cosida en el trapo rojo. Talavante se encontró con otro bueno que destapó fondo y nobleza al que toreó justo y medido en una labor de abultado temple y mucha calidad. Espadazo en todo lo alto. Oreja para la inspiración de Talavante.

3º.- Nº 25 “Ricardillo”: Más hecho -serio- el tercero que los hermanos anteriores. Tremendo saludo de Luque a la verónica ganando terreno que llegó a los medios. La Maestranza respondió al buen capote de Daniel. Compendio a pies juntos, y compás abierto, con un ‘bambeo’ de muñecas de auténtico lujo. Otro más -tres- que se cuidan en el peto. Tras salir del jaco, nuevamente el de Gerena le suelta varias lapas de cartel y una chispa ‘corrida a una mano’ de esplendor. Dos quites a este Cuvillo que respondió con entrega y recorrido. Uno de Urdiales variado y otro de Luque con sevillanía. -La duda sería sí aguantaría el toro hasta el final-. Iván García lo bordó con las banderillas y saludó montera en mano, junto a Jesús Arruga.

Brindó a los micrófonos de Tv. El inició al paso e imponiendo su criterio con regusto. En la segunda tanda, el toro empezó a soltar la cara, defendiéndose al embestir que deslució ese pasaje. Sin embargo, cambió de manos para cimentar una serie al natural con el toro embebido y crujiéndolo por abajo. Temple y verticalidad, aguantando a un toro que embestía al paso. Otra más plena de torería y belleza con un Luque mandón y exprimiendo a su oponente que sacó menos poder que los demás. Epilogó metido entre pitones y finalizó con una sutileza preciosa. El sevillano estuvo muy a gusto, personalidad, dulzura, poder, elegancia, estatus… ante uno que se dejó con nobleza y que duró lo justo. Espadazo -posible premio de jurados- sin puntilla y oreja.

4º.- Nº 228 “Cencerro”: Similar astado a su hermano tercero al que Urdiales lanceó con garbosidad en su recibo con la tela rosa. Con éste, y van cuatro, la suerte de varas sin pena ni gloria. Brindó a la Maestranza.

El de Arnedo comenzó mandón por abajo -recortes y trincherillas- sacando el toro más allá del tercio. Protestó el toro en esos compases iniciales. Prosiguieron acometidas irregulares a las que Urdiales trató domeñando las teclas de un astado que embistió mejor en sus manos. Hubo un toreo al natural exquisito y sentimental, -pinceladas caras- incluso hasta profundo, tirando de un toro que no quería seguir la muleta. Faena -asentada- y bien estructurada con un maestro despejado y metido en su notable obra. Ovación con saludos.

5º.- Nº 126 “Arrojado”: Fue el más cuajado de todos los Cuvillos. Al quinto Talavante, lo recogió por afarolados y verónicas de gran expresión. Un toro que recordó por hechuras al arrojado que Manzanares indultó en Sevilla. La lidia de Javier Ambel fue impecable y aplaudida por la parroquia. Ayudó el bueno de Ambel a romper para adelante al segundo del lote. Brindó a Sevilla para comenzar de rodillas conjugando la exigencia y la estética vertical.

Un inicio de chispazos explosivos que pareció jugar al toro por la naturalidad con la que lo hizo -la difícil facilidad de lo extremadamente difícil- Talavante tuvo delante un toro –soltó la cara- con teclas que no quería obligaciones -algo protestón- y sí acompañamiento al pasar. Alejandro lo muleteó por ambos -como quiso- en una labor sin encorsetamientos ni preconcebida, donde la magia del toreo se hizo presente. Sacó movilidad, chispa a la que el extremeño impuso muñecas sueltas y fantasía. Un pinchazo eliminó la más que posible oreja que tenía en el bolsillo. Ovación.

6º.- Nº 201 “Contento”: Bonito astado -jabonero sucio- para cerrar una interesante corrida de Cuvillo en su conjunto. El sexto no colaboró al saludo capotero al tirar la cara arriba en cada lance. Buena suerte de varas de Javier García a un toro que empujó con claridad. Dos puyazos equilibrados. Brindó en los medios al Baratillo.

Elegancia y cadencia en la primera tanda de Luque con un ritmo y temple enormes. Todo ante uno que venía entregado pero al que había que pulsar en alturas y lo hizo con sabiduría. Daniel construyó más a izquierdas por donde el natural -con teclas todo su quehacer- fue al son de la belleza y la madurez. Le tragó parones y dudas, además de una acometida medida -corta- a la que se impuso con capacidad, seguridad y dominio. Tremendo, gigantesco Daniel que se sacó de la manga una faena que nadie vio salvo su prodigiosa sabiduría. Arrimón final y desplante monstruoso para levantar a Sevilla, que se rompió con su nueva alteza del toreo. ‘Embistió’ Luque y arrancó a ley dos orejas que lo suben al trono del toreo.

Por Toromedia. Daniel Luque abre la Puerta del Príncipe y Urdiales y Talavante cortan una oreja

Daniel Luque ha logrado salir por la Puerta del Príncipe en la sexta corrida del abono sevillano, que resultó ser otra buena tarde de toros por el buen nivel del ganado y las brillantes actuaciones de los toreros. Luque fue el más completo, dando una gran tarde tanto con capote como con muleta en sus dos toros. Cortó una oreja de su primero y las dos del sexto, alcanzando la gloria de la Puerta del Príncipe. La tarde tuvo además dos faenas buenas a cargo de Urdiales y de Talavante en los primeros toros de sus lotes, actuaciones que le valieron una oreja a cada uno.

Diego Urdiales tuvo un primer toro que salió del caballo seriamente mermado. Talavante hizo un quite por gaoneras. Urdiales brindó al cantaor Rancapino hijo y comenzó toreando con suavidad y compostura por el lado derecho en dos series en las que el de Cuvillo embistió con nobleza. Con la zurda acarició la embestida del toro en una serie de gran belleza y naturalidad. Hubo una tanda más por cada pitón en la línea de las anteriores completando una faena de calidad y despaciosidad que remató con una gran estocada. Cortó la primera oreja de la tarde.

A su segundo, Urdiales lo toreó con soltura a la verónica y lo brindó al público. El toro estaba justo de fuerza y protestó en los primeros momentos de la faena. Al natural y de uno en uno dejó buenos muletazos pero sin lograr transmitir por la apagada condición del toro. Ligó una serie por el lado derecho y prolongó la faena sin poder aumentar su triunfo.

Alejandro Talavante no pudo lucir de capa en su primero. Luque hizo un quite ajustado por chicuelinas. Talavante comenzó la faena con bonitos y sometedores muletazos con una rodilla en tierra a los que el toro respondió muy bien. Siguieron dos series diestras ligadas que hicieron sonar la música. Al natural llevó larga la buena embestida del Cuvillo y ya en la siguiente serie el toro empezó a acabarse. Talavante mató de estocada y también fue premiado con una oreja.

Talavante combinó faroles con verónicas en su variado recibo al quinto, toro de nombre 'Arrojado'. Dosificado en el caballo, Javier Ambel hizo una buena brega y Álvaro Montes se lució en banderillas. Talavante comenzó la faena con las dos rodillas en tierra con pases cambiados por la espalda y bonitos remates. El torero aprovechó la buena condición del toro y fue a más al natural. Por el lado derecho se mostró más encimista y el toro le protestó más, sin poder subir de nuevo el tono de la faena. Mató al segundo intento y fue ovacionado.

Daniel Luque firmó un bonito recibo a la verónica, primero sin moverse y después ganando terreno dejando lances excelentes. El toro fue medido en el caballo. Urdiales se lució en un quite y Luque respondió por rogerinas rematadas con media excelente. Iván García brilló en banderillas, desmonterándose junto a Jesús Arruga. El toro llegó muy justo a la muleta y Luque tuvo que torear a media altura. Al natural rompió la faena y sonó el pasodoble. Luque exprimió por ahí las embestidas y después se quedó en terreno de cercanía para rematar una labor de mérito. Mató de estocada fulminante y cortó una oreja.

Luque tuvo un segundo toro jabonero justo de fuerza con el que no pudo lucir de capa. Destacó en varas Javier García, que fue ovacionado. Luque comenzó la faena con autoridad y entendió muy bien a su enemigo desde el primer momento. Primero con la derecha y después al natural sacó partido a un animal que se fue apagando. Le tragó mucho al final, con mucho mérito, y casi le obligó a embestir por el lado derecho atacándole mucho en una serie que tuvo mucha transmisión. Terminó con un serio arrimón como colofón a una faena que se inventó el torero. Mató de estocada y le concedieron las dos orejas que le daban el pasaporte para la Puerta del Príncipe.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Diario de Sevilla. Daniel Luque: historias personales

El triunfo de Daniel Luque esconde una intrahistoria que merece ser desmenuzada. El diestro de Gerena acudía a su primera cita maestrante -aún le quedan tres más en 2024- acompañado de algunas circunstancias que, de una u otra forma, son inseparables del triunfo y hasta del gran momento que atraviesa. No, no nos vamos detener ni un segundo en la legitimidad de esa Puerta del Príncipe -discutida en no pocos cenáculos del toreo- que algunos quieren ver como un fin en sí misma. Las orejas, las salidas a hombros… esos oropeles sólo son un certificado de lo que se ha hecho en el ruedo. No son metas por sí mismas.

Podríamos seguir hablando de la madurez asolerada de Diego Urdiales -la faena al primero fue una delicia; la del cuarto un tratado- o de la insustancialidad de un Talavante histriónico y escondido detrás de la mata. Pero no nos interesa hoy más el estado de forma, fondo y sitio de un torero, Daniel Luque, que venía a torear. Así de fácil; y tan difícil. Conviene rebobinar: el rastrojo del indisimulado veto que ejerce Roca Rey sobre su antiguo vecino le ha acabado ardiendo en los pies al peruano que, verbigracia, no ha encontrado ni un gramo de reconocimiento en el gesto de apuntarse a la corrida de Victorino Martín, este mismo sábado, en un cartel que esconde no pocos riesgos. El relato -que se dice ahora- ha sido ganado por la mano por Luque que desembarcó en Sevilla con todo a favor para concluir la tarde como la concluyó: traspasando ese mítico arco de piedra que se ha convertido en parte del jolgorio.

Pero hay más: el propio torero lo esbozó en el brindis de su primer toro. Su padre atraviesa un momento delicado de salud que hace relativizar cualquier componenda. No, no han sido días fáciles para el diestro de Gerena que ha alternado el entrenamiento con esas luces mortecinas que amparan el dolor en el hospital.

Vamos a seguir rebobinando para terminar de encajar todas las piezas: Daniel Luque había nacido al toreo con un don precoz. Los taurinos más encopetados veían en aquel fresco y descarado adolescente de Gerena el germen de una figura grande. Pero L<uque fue víctima de su precocidad en los ruedos -se dejó llevar por los peligros de la facilidad- y de una personalidad inmadura en la calle. Todo ello le pasó una factura altísima. Pero el gran acierto del torero fue asumir que había fallado para reconstruirse como hombre y como torero. Esa reconquista, partiendo de su propio sótano, comenzó más allá de los Pirineos. Esta segunda etapa de su carrera no podría entenderse sin esos puertos de refugio en los ruedos franceses. Pero quedaba el asalto a la gran temporada, la recuperación de la primera línea, la entrada en los grandes carteles, romper el cerco…

Esa contrición sincera y asumida fue el gran motor de su égida. Pero nada habría sido posible sin sacar de su mejor fondo todas las cualidades taurinas que atesora. Luque es, hoy por hoy, el torero de mayor capacidad; el de más amplia resolución. Navega por encima del resto de la grey -lo de Morante es de otro mundo- con una única asignatura pendiente que aprobará tarde o temprano: la fortaleza en las taquillas.

A partir de ahí lo de los trofeos, las puertas y demás zarandajas son lo de menos. El papel del gran torero de Gerena sigue elevándose. El propio matador resumía a la conclusión del festejo, antes de ser elevado a hombros, todos esos sentimientos encontrados: “Esto es un sueño y no tengo palabras para describir este momento. No voy a tener tiempo de devolverle a la gente todo su cariño; esta tarde va para mi padre, se lo merece”.

Fotografías: Arjona/Toromedia y Juan Flores/ABC.

12_abril_24_sevilla.txt · Última modificación: 2024/04/13 12:26 por paco