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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Miércoles 17 de abril de 2024

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Jandilla y Vegahermosa (4º) (con buena presentación, mansos y descastados en general. Pitados. El mejor presentado y mayor clase, el 3º).

Diestros:

José María Manzanares: Estocada (saludos); dos pinchazos, estocada trasera y caída (silencio).

Alejandro Talavante: Estocada (silencio); estocada tendida (silencio).

Tomás Rufo: Pinchazo, estocada caída (saludos); estocada caída (silencio).

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: soleado, caluroso.

Entrada: lleno de “No hay billetes”.

Imágenes

Video resumen AQUí

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver. La de Jandilla, si cabe, fue peor que la juanpedrada

Vaya tarde, dejar un buen ambiente en la Feria, para esto. Eso debieron pensar muchos, yo incluido, al acabar la tediosa, aburrida, insoportable corrida que hemos sufrido. De los seis jandillas no quiero ni hablar, alguno se dejó dar alguna tanda, pero en general, cuando no manseando, llegaron al último tercio desfondados. Eso sí muy nobles, no miraron ni para saludar al personal. Manzanares siguió en su línea habitual sin demostrar que quiere y puede, como algo fuera de la competencia. Talavante sí quiso pero no pudo, se estrelló ante la nula embestida de su lote. Rufo, todo voluntad y ganas de agradar y triunfar, probó con todos los recursos que tiene hacer faena y buscar un triunfo por mínimo que fuera, pero su esfuerzo fue estéril. Lo único destacable de la tarde un quite inédito en el toreo: Manzanares en un gesto torero que le honra voló, literalmente, hasta la montura del picador para salvar a éste de un derribo.

Crónicas de la prensa

Por Inma León. El Español. Jandilla desmonta el mito del 'toro de Sevilla' y Manzanares 'salva' al picador de una tarde tediosa

La corrida de Jandilla ha sido, por el momento, la corrida con los animales más entipados de la feria. Con seis pinturas de toros también enterró el mito del “toro de Sevilla” y una pregunta que suena con fuerza cada vez que sale un toro alargado, con mucho hueso o anovillado, es decir, más bien feo: “¿No hay más toros en el campo?”.

Ese que por hechuras no tiene más remedio que embestir fue Zacatecas, guapo a rabiar, y que seguramente la cuadrilla de Tomás Rufo se frotaría las manos cuando sacó la bolita con su número. Y lo hizo, pero con tal torrente de bravura que a veces desconcertaba al torero.

Y también al picador. Manuel Ruiz Román, de la saga de los Espartaco, lo citó de lejos y el animal se arrancó con tal fuerza que casi lo descabalga. Realmente lo salvó José Mari Manzanares, quien saltó como un gamo al lomo del caballo para tirar del cuerpo del picador y evitar que se cayera sobre el toro. Sin duda, el quite providencial de la feria.

Ya con la muleta, Rufo comenzó de rodillas, tragando quina en la primera tanda, y después el viento no le ayudó en los medios. Ni el viento, ni su complejo carácter. Porque siempre humilló, pero cuando le exigió por abajo no quería dejarse dominar o Rufo, al que Sevilla admira con dos Puertas del Príncipe, tampoco supo dar con la difícil tecla exacta.

Cuando paró la música, sí atacó el toledano, pero más desajustado bajando la intensidad de la faena. No obstante, si lo llega a matar, el público probablemente le hubiera pedido la oreja.

Al sexto lo recibió a portagayola y lo lanceó en los medios a pies juntos. Con la cara arriba y saliendo suelto de los puyazos, con la muleta apenas pudo ligar los muletazos antes de que acabara rajado.

Lo mejor que hizo Manzanares en la tarde, y en la feria (este año no ha tenido mucha suerte con los lotes) fue salvar de la caída al picador Manuel Ruiz. Con su soso primero estuvo muy desajustado en tandas muy cortas y con el trasteo que le hizo a su otro soso sexto se aburrieron los tendidos.

Alejandro Talavante, el tercero de la terna que colocó el cartel de 'No hay billetes', abrevió con sus dos animales por su aplomo y sosería. Y mira que el quinto, por hechuras de “toro de Sevilla”, parecía otra cosa. Qué verdad es que, como dice el refrán, “con lo bonito no se come”.

Por Patricia Navarro. La Razón. Así fue el gran quite de Manzanares en una tarde de mala historia

El quinto lleno de «No hay billetes» de la feria llegaba el miércoles de Farolillos con Manzanares, Talavante y Rufo con la de Jandilla. Los problemas de siempre a la hora de siempre. Colapsos en las bocanas, pero con temperaturas menos asfixiantes. No es poco.

Y fue a Manzanares a quien debemos el momento más emocionante de la tarde. Ruiz Román picaba al tercero. El Jandilla fue como un tren al picador y no lo derribó, pero estuvo a punto de sacarlo del caballo con mucho peligro porque lo desequilibró por el lado que estaba el toro. Unos fueron a quitar al animal, otros observaban con el mismo estupor que nosotros, José María Manzanares se tiró literalmente encima del caballo por la parte trasera para enganchar al picador y que recuperara el sitio en momento tan delicado. Cumbre. Y emocionante. La vara siguió mientras el toro apretaba y Manzanares recuperó un sitio de discreción sin el menor alarde (códigos del ruedo, ejemplo de vida). De lejos volvió a ir en la segunda vara en la que también tuvo que esforzarse el pica para mantenerse en lo alto. Tomás Rufo, que era su toro, quiso exprimirlo desde el inicio de faena de rodillas en el centro del ruedo. Al toro se le apagó el gas y las embestidas iban quedándose más cortas y con menos fuelle. Eran otras teclas las que había que tocar: cuando se la dejó en la cara, muertita, el derechazo se convirtió en circular, justo antes de perder el hilo la faena y el toro ya sin mecha.

El animal que abría plaza topó en el capote de Manzanares como si en vez de embestir quisiera saltar. Las cosas raras. Con las mismas derribó al picador. Otra historia fue en la muleta del alicantino. Tenía bueno el embroque el toro porque ponía la cara abajo, pero lo que le costaba era empujar hasta el final. Manzanares tampoco obligó al Jandilla a ir más allá de donde quería y la faena se quedó en las líneas que marcaba el astado, por fuera y con tandas cortas. Lo mató eficaz. Nobleza sin fondo fue la que tuvo el cuarto. Y así, difícil.

El segundo salía suelto sin que Talavante lograra mantener el interés en el capote. De aquí para allá el Jandilla. Sin rumbo fijo, más que embestir lo que hacía era deambular. Y entonces ocurrió que cuando llegó la hora de la muleta el animal ya había corrido todo lo que tenía que correr y le quedaba una embestida desganada, como si no fuera con él la cosa. Ni con él ni con Talavante. Y así el misterio de la tauromaquia fue resuelto en una faena corta, que se agradece, y sin más historia que pasar al siguiente turno.

No mejoró la cosa con el quinto. Tan soso como descastadete y así el paso de Alejandro.

Todas las expectativas quedaban en el sexto y Tomás puso de su parte para irse a portagayola, que en esta plaza, además, vale doble con la anchura infinita y angustiosa de la puerta de toriles. Después el toro se vino abajo. Y así la tarde, que para haber sido un llenazo también resultó un petardo. Vendrá días mejores. Nos quedamos con el quite de Manzanares y el monosabio tirando de la boca del caballo. Y el mañana, que es otra puerta que se abre y nunca se sabe.

Por Antonio Muñoz. El Correo de Andalucía. Todos los días no son fiesta

Era el quinto cartel de No hay billetes. Otra tarde que generaba una gran expectación en este miércoles de Feria de Abril y además festivo para los sevillanos. No cabía ni un alfiler. El tendido estaba lleno hasta la bandera y los más despistados seguían entrando aún en el tercer toro. Tampoco se perdieron mucho.

Cuando la luz caía, los toros de Jandilla pasaron sin pena ni gloria, Tomás Rufo quería cambiar el destino del festejo en el sexto de la tarde. Se fue a portagayola muy decidido para iluminar la Maestranza. Recetó un gran toreo a la verónica aplaudido por los asistentes. Había algo de esperanza. Pero, igual que nos vino se fue. Con la muleta, el toro volvió a demostrar los mismos defectos que sus hermanos: descastados, sin fondo en el último tercio y desrazados.

Antes, Tomás Rufo firmó los mejores momentos de la tarde en el tercer toro. El talaverano comenzaba la primera de sus dos actuaciones en la Feria. El pasado año enamoró al público sevillano con dos Puertas del Príncipe y una puerta grande en las Ventas. El cariño de la afición se notó desde los primeros lances de salida.

El toro Zacateca salió con mucha casta llevando la emoción al tendido. Rufo dejó al toro desde los medios para que acudiera al caballo. El picador Manuel Ruiz Román pasó un apuro en su primer choque. De no ser por Manzanares se hubiera caído desde el caballo. El toro seguía demostrando su bravura y Rufo quería aprovecharlo. Brindó a los medios, con la montera en mano y la ilusión por las nubes. Se puso de rodillas, desde el centro de los ruedos, para atemperar las embestidas de Zacateca y, entre medias, luchar con el viento.

El público cantó los primeros olés de la tarde. Sonó el pasodoble Churumbelerías para ponerle ritmo a la obra. El viento perjudicó la muleta del talaverano y Rufo se tuvo que llevar al toro al tercio para refugiarse de la brisa. Allí, continuó para llevar el toro muy enganchado desde delante. El temple, la capacidad y el poderío de Rufo fueron las principales dosis a este toro tan enrazado, el único potable del encierro. No hubo ningún enganchón en toda la faena. En ocasiones, el toro embestía desigual y parándose en mitad de la tanda. El mejor momento de la faena llegó cuando paró la música. Ahí se coordinaron toro y torero. Pinchó el toro y perdió el trofeo.

Abría plaza Manzanares en la tarde. Algo que estamos poco acostumbrados. El toro Picarón salió de salida echando las manos por delante en el capote de Manzanares. Derribó al picador Ángel Bernal en el primer choque, en el segundo puyazo estuvo más tiempo empujando en el peto lo que atemperó las fuerzas del animal.

Manzanares, con buen acierto, comenzó su faena de muleta en el tercio, donde el viento le dejó. En la muleta supo dosificar las tandas con la mano diestra, cuatro y el pase de pecho enroscándose a la hombrera contraria. Por la izquierda, el animal tenía más calidad, pero salía con la cara desentendida al final del muletazo. El alicantino insistió con la mano diestra para dejar tandas de mayor calidad. Hizo una faena justa en su medida que remató con una magnífica estocada, lo que la afición lo premió con una gran ovación desde el tercio.

Con el cuarto toro no tuvo opciones. El toro llegó al último tercio desfondado y sin casta alguna. El alicantino lo intentó sin éxito por ambos pitones. Con buen criterio se fue a por la espada. Resulta extraño no haberlo visto triunfar en la Maestranza. José María no ha tenido suerte con ninguno de sus lotes en esta feria.

Talavante se estrenaba en la tarde con un quite por gaoneras al toro de Manzanares. Ahí ya demostró sus intenciones. En el tercer toro no tuvo opción ninguna. Mientras seguía entrando gente en esta tarde de No hay billetes, Palangrero salió con mucho genio y temperamento. Javier Ambel supo templar sus embestidas manejando las telas de su capote a gran nivel. Talavante, en un intento de ralentizar ese genio, le pegó cuatro doblones con la rodilla genuflexa y ahí el toro se frenó en seco. No pudo hacer nada ante un toro descastado y agarrado al piso. Habría que esperar al siguiente.

“No hay quinto malo”, decían los tópicos taurinos. El extremeño salió con ganas y pudo lancear a la verónica al quinto toro de la tarde. Rufo aprovecharía su turno de quites para realizar unas gaoneras desde el centro del ruedo. El toro galopaba y eso ya era una buena señal. Javier Ambel completó una buena tarde y se pudo lucir en el tercio de banderillas. Se fue andando hasta el animal y colocó los palos con gran eficacia. El público se lo reconoció y le regaló una gran ovación.

Ya con la muleta, Talavante comenzaría por doblones por debajo para enseñar al animal. Le ocurrió algo similar que en su toro anterior. El animal de Jandilla mostraba nobleza y regalaba alguna que otra embestida pero sin llegar arriba. Así era muy difícil llevar la emoción a los tendidos. El extremeño, de forma acertada, se fue a por la espada para finiquitar su turno. Buenas estocadas en sus dos toros.

Acabó la tarde de este Miércoles de Feria y el público se fue espantado de la plaza por la decepción de los toros de Jandilla. Firmaron el récord con la corrida más rápida en lo que llevamos de Feria: dos horas justas.

Por Antonio Lorca. El País. Triste belleza

Honda la decepción que ha producido la corrida de Jandilla, de la que se esperaba tanto y no ha dicho prácticamente nada. Toros bien presentados, de bonitas hechuras, pero con la tristeza en las entrañas y poca sangre brava en las venas. Toda la galanura que mostraban al salir de chiqueros se tornaba pronto en esa fealdad que produce la mansedumbre en los caballos o la falta de vida ante los engaños. Pocas imágenes tan poco edificantes como la de un toro cabeceando al peto en un intento extremo por quitarse la vara del lomo y huir hacia la añorada dehesa. Y qué desencanto ese toro que llega a la muleta como alma en pena, que pasa pero no embiste, sin codicia, sin humillación y sin entrega.

Una corrida, en fin, para el olvido de la que tanto se decía y que tan poco ha dicho ella cuando tuvo la oportunidad de hacerlo.

Y lo que son las cosas: hubo un toro que sí, que se salió de la linde y quiso restituir el prestigio de su familia. Fue el tercero, que acudió como una bala al peto desde los medios, metió la cara, desequilibró al caballo, y a duras penas pudo mantenerse arriba el picador Manuel J. Ruiz Román, que fue auxiliado por Manzanares para recuperar la verticalidad cuando a punto estaba de caer de cabeza al albero. Se lo pensó el toro dos veces antes de volver al segundo encuentro, pero lo hizo con alegría, con la misma que acudió al cite de los banderilleros.

Brindó Tomas Rufo a la concurrencia, y el ambiente se contagió de esa sensación palpable de que se avistaba algo grande. Tanto es así que el joven torero clavó las rodillas en los medios y citó a Zacateca, así se llamaba el toro, al que muleteó con la mano derecha y cerró la tanda de hinojos con un emocionante pase de pecho justo en el momento en que comenzaba a sonar la música. Lo dicho, la antesala de una faena grande.

Pero héte aquí que aunque Rufo contaba con todos los ingredientes, un toro encastado, un público entregado y una banda animosa, pues no era su día. No le acompañó la inspiración necesaria, y a pesar de su buena disposición, de su entrega y decisión, no acabó de entenderse con el animal, que repetía con casta, brío y un punto de agresividad. Lo intentó Rufo, especialmente por el lado derecho, y en su labor se combinaron algunos muletazos largos, incluso dos templados naturales, pero toro y torero no se cayeron bien y no hubo esa conexión necesaria para el triunfo. ¿Por qué? Misterios del toreo. Se mantuvo la expectación hasta el final, pero fue bajando la tensión, y la ilusión se desinfló hasta el pinchazo final.

El resto del festejo no tuvo historia. Bueno, habría que preguntarle a Manzanares por qué se dejó ir el primero de la tarde, manso como sus hermanos, pero nobilísimo en el tercio final, que fue y vino sin alegría pero con continuidad. Mientras tanto, el torero ofreció una imagen de preocupante conformismo, de una abulia inexplicable, como si no tuviera interés alguno. Vamos, que Manzanares estuvo sin estar en él.

Y ahora sí que se acabó. Ni el cuarto, ni los dos de Talavante ni el primero de Rufo dieron opciones, parados, sosos, sin raza y sin vida.

Por Carlos Crivell. Sevillatoro. Dos toros de triunfo en la mala corrida de Jandilla

Se esperaba mucho de la bien hecha corrida de Jandilla, que venía de triunfar en Valencia. Las hechuras sirven de poco cuando la casta está aguada, que fue lo que ofrecieron los astados de Borja Domecq. Como decían antes los malos revisteros, ni una vuelta al ruedo, que, tal y cómo están las cosas en Sevilla, hablan bien a las claras del soponcio que fue la del miércoles de farolillos. Y todo ello con un no hay billetes que nadie esperaba, porque esta corrida no estaba en las quinielas para el lleno absoluto.

Pero de los pésimos resultados de la corrida no vale echarles la culpa a los toros solamente, hubo algunos que pusieron en manos de sus lidiadores el triunfo, pero la realidad es que ni Manzanares con el que abrió plaza, ni Rufo con el tercero, anduvieron acertados.

El que abrió plaza fue muy noble, eso sí algo soso, pero Manzanares no fue capaz de alegrar sus boyantes arrancadas con un trasteo funcionarial, anodino e inexpresivo, siempre embarcando con el pico y desplazando al toro hacia fuera. Tampoco se puede emocionar al respetable si en cada tanda solo se completan dos pases y el de pecho, muletazos estos pectorales en los que tiró al toro de forma violenta. Ese mismo toro en manos de otro Manzanares de antaño podría haberle proporcionado mejores prestaciones, pero el de Alicante parece aburrido.

El cuarto fue otra cosa. Con el hierro de Vegahermosa, el animal era un punto alto, pero tenía mucho cuello. Llegó a la muleta sin ninguna codicia. Manzanares volvió a torear de forma mecánica. La imagen fue nuevamente la de un torero pasado de muchas cosas.

El segundo fue un toro carente de la menor calidad. Además de sosito, siempre remató por arriba. Talavante no se dio mucha coba y en cuanto se le paró lo mató de un espadazo tendido. El quinto era un toro precioso, de esos que debería embestir siempre: estrecho de sienes, engatillado y tocado de pitones, un toro bien rematado. Pues esas hechuras envolvían un animal sin ninguna calidad, que lanzó gañafones y no se dejó dar ni uno decente. La realidad es que Talavante está más que eximido de culpabilidad. No tuvo toros y tampoco alargó sus faenas de forma innecesaria.

El joven de la terna se enfrentó al mejor toro de la corrida, el lidiado como tercero. En el tercio de varas se vivió un momento de mucha emoción. A caballo, Manuel Jesús Ruiz Román, que lo citó de largo y toro acudió con alegría. Del topetazo salió despedido el picador que se agarró al cuello como pudo para no besar el suelo. Manzanares lo ayudó a reincorporarse de manera muy oportuna. Tal vez fue lo mejor del alicantino en esta tarde. El toro fue por segunda vez al caballo, después pensárselo algo, y de nuevo casi descabalga al piquero, que aguantó a lomos del equino para poder darle su correspondiente puyazo. Fue, por tanto, un toro bravo en el caballo. Y tuvo codicia en los primeros compases de la faena del toledano. De rodillas con la derecha y con la misma mano ya erguido, Rufo no midió bien la potencia del toro, al que bajó mucho la muleta y el de Jandilla se hundió, unas veces cayendo sobre el albero, otras embistiendo con menos alegría que al comienzo. Rufo atacó mucho en una tanda casi final con derechazos en circular, rehilados, si darle salida al toro. Muy vistoso, pero poco efectivo. Consciente de tenía toro, alargó la faena antes de pincharlo. Ese toro mereció un torero más listo, administrar su bravura, para poder ligar los pases en la fase final.

El cinqueño sexto fue un toro manso que metió la cara por obligación sin clase ni ganas. Rufo lo intentó, pero ese no el toro del triunfo, sino que había sido el tercero. Su actitud toda la tarde fue encomiable, entró en quites y estuvo entregado, pero la moneda no salió de cara.

En estas corridas tan malas lo mejor es que suelen durar poco tiempo. Algo más de dos horas y todos a la calle. Y que conste, Jandilla cumplió en la presentación, pero le salieron muy malos, aunque el primero y el tercero merecieron un tratamiento más decoroso que el que les ofrecieron los matadores de turno.

Por Jesús Bayort. ABC. Otra tarde de toros para olvidar en una Maestranza que siguen sin reconquistar

Ilusos quienes pensábamos que al hilo de la festividad (anticipada y/o manipulada) de San Fernando llegaría la reconquista de la Maestranza. El feriante homenaje al Rey Santo terminó a las tres de la tarde, cuando inesperadamente para muchos se subió sobre una escalerilla uno de los taquilleros de la plaza para colgar el cartel de 'no hay billetes'. Quinto de la temporada. Fue ésa la gran conquista de un miércoles de farolillos en el que tampoco llegó la reconquista de la afición, que sigue obnubilada por el suceso del pasado lunes. Ni ha vuelto salir un toro como Florentino ni se ha visto un torero como Juan Ortega, que conforme pasan los días más nos muestra las costuras del resto de sus compañeros del escalafón.

Llegaban los toros de Borja Domecq con el viento de cola tras un arranque de temporada exultante. Una corrida casi bordada en su pintura, aunque frustrante en su final. Mejor en la forma que en el fondo. Como Picarón, el primoroso primer toro de Jandilla. Una hermosura que reconquistaba el equilibrio de la plaza. Si no era éste el toro de Sevilla, cerca estaba. Sin confundir lo coqueto con lo decente. Hechuras y trapío; calidad y remate. Sin romper a embestir la corrida, al menos fue aparente en su estampa. Menos atractivo fue el saludo de este Picarón: frenado en el capote de Manzanares, con las manos por delante.

¿Cuánto medirían las manos de este primero de Borja Domecq? Un toro bajísimo, como rectilíneo sobre su lomo. Que abrochaba su trapío con morrillo, perfil y cara. ¡Ole por Borja Domecq! Pero se vencía en la distancia, como si perdiese un objeto que buscaba con talento en las continuaciones. Más fijo en cada repetición, con un tranco soberbio. Era este Picarón un toro para lanzar la moneda, para apostar de primeras. Prefirió el alicantino la corrección: series cortas y medidas, echando el cerrojo cuando la plaza conectaba. Fue lentísima esa primera serie con la diestra, sin apretarse el toro, apretándose el toro. Tan lenta como corta: tres y el de pecho. ¡Vaya! Menos acople tuvo al natural, incomodada su grande y desacompasada 'franela' por el viento. Visto con perspectiva, el mejor toro de la corrida. ¡Ay!

Otro 'rey' –menos santo– cantó con Palangrero, más grandullón en su chasis, más descompuesto en su estilo. Un toro manso que recorrió todo el ruedo con Talavante siguiéndolo a todas partes. Entre saltos, como en un inicio por doblones que castigó su descompuesto estilo. Como después harían otros toros, pareció este Palangrero haber estado tentado en el campo. Buscaba el pecho del caballo y el descuido del piquero. Soltaba la cara arriba, como sabiendo que de ahí venía la puya que le castigaba. Fue un toro tan difícil de picar como de lidiar. Siempre entre brincos; sin entrega y sin final. Lo cazó en la yema Talavante.

Si a la postre fue ese Picarón el toro de mayor calidad, el tercio de varas de Manuel Jesús 'Espartaco' al tercero fue lo de mayor emoción de la tarde. Como si uno de los gallardos lanceros del Rey Santo se jugase el tipo contra un contendiente musulmán. Una hazaña digna de contar: lejos le colocó Tomás Rufo a Zacateca, que como un tren acudió al cite. «Pum», sonó tras estrellarse este tercero de Jandilla contra el peto. Y Espartaco, que había atinado en el sitio, se desequilibró hacia la cuna de los pitones. Se afligía el percherón, se agarraba el piquero a su cuello como asidero de su salvación. Y qué gesto el de Manzanares, saltando tras él para rescatarlo, equilibrando el peso de la derrota. Un momento único, con la plaza en pie. Se marchaba el lancero con toda la plaza regalándole una ovación, reconocimiento a su gallardía y habilidad.

También lejos se colocó Tomás Rufo de rodillas sobre el reclinatorio de la boca del riego. Sin que se viniese el toro, avanzando metros de hinojos. Hasta que Zacateca levantó la penca del rabo. Con el viento haciendo de la muleta un pañuelo, con el torero a su merced. Gigante parecía Rufo cuando alzó sus pies, tan diminuta la talla de este tercero. Su trazo mandón anduvo huérfano, sin ritmo el toro. Que tardaba siempre en venirse, que lo hacía intermitente. Unas veces con cadencia, otras a trompicones. Hubo un primer natural lentísimo, como aquella antepenúltima serie que debió abrochar la faena, demasiado alargada.

Menos celo que los anteriores tuvo Fincalimpia, el cuarto, único con el hierro de Vegahermosa. Altote, sin chispa, sin nada. Como el cierre de su paso por la Feria de Abril de José María Manzanares; otro año en blanco, otro año preocupante. Menos levantó el ánimo Ojilimpio, el quinto. Despegado de tierra, aunque muy armónico. Pintada era su estrechita cara, como su recto lomo. Dos lances con cadencia y una media orbicular destacaron sobre el conjunto. Otro sin estilo. Que no lo mejoró Vinazo, el único cinqueño de la tarde. «Pa ná» fue la portagayola de Rufo, tan arrinconada en el recuerdo cuando a las 20:35 horas le dio muerte. No pasó de voluntad, como no pasó con voluntad el animal.

Fue por tanto ésta otra tarde para olvidar en una Maestranza que siguen sin reconquistar. Se lamentan ahora quienes en la preferia criticaban el ritmo triunfal del serial. ¿Dónde quedaron los toros de Santiago Domecq, de El Parralejo o de Núñez del Cuvillo? ¡Qué trabajito está costando!

Por Vicente Zabala de la Serna. El Mundo. Tomás Rufo, en tromba contra el raro pinchazo de Jandilla en Sevilla

La vida se escribe en ocasiones con renglones torcidos como esta corrida de Jandilla. Un borrón -con todos los motivos a favor para haber embestido- en la soberbia temporada que estaba cuajando en 2024. Inexplicable salvo por los azares del destino, designios del cielo, un disgusto para el mismo Dios que había hecho los seis toros en el molde de la categoría. Un raro pinchazo. Tan sólo el buen pitón derecho del toro que abrió el conjunto cuatreño -a excepción del cinqueño último- y un encastado, arrítmico y descoordinado tercero, muy de aquella manera, dieron ciertas opciones. Demasiado poco, o sea.

Colgó la Maestranza el quinto cartel de «no hay billetes» de la temporada, que se dice pronto. Fiesta en Sevilla este miércoles de farolillos, ambiente propicio. Y, por tanto, decepción mayúscula al final.

Tomás Rufo venía como el torero mejor colocado de la nueva hornada. Hoy a la sombra de Jandilla y el viernes a la vera de Alcurrucén en carteles de campanillas. Dos Puertas del Príncipe le avalaban. Y, como si pesara el puesto y el currículo sevillano, atacó en tromba. Toda la tarde a tumba abierta, sin reservarse ni guardarse nada para mañana, que será otro día. A 100 las revoluciones, el corazón por bandera. No perdonó un quite -chicuelinas, gaoneras-, ni ocasión por atrapar la atención. Tiró con todo. El arsenal completo. Como cuando no hay otra. O hay hambre y necesidad de contratos.

Ya desbocado con el capote para saludar al fino tercero, apostó por lucir el toro en el caballo, muy en largo. Galopó una vez y la siguiente también, tardeando y escarbando. Manuel Ruiz Román, hermano de Espartaco, consiguió no caerse de la montura, a duras penas, y algo inaudito: levantar clamorosas ovaciones, poner a la Maestranza en pie, tras marrar los dos puyazos. Acojonante Sevilla. El jandilla, con expresión de enrazado, quedó casi entero.

TR jugaba en el filo de la navaja con el envite generoso, un desafío que ya en Madrid por mayo le costó un disgusto. La gente suele tomar partido por el toro, que, en este caso, más encastado que bravo, con más disparo que ritmo y ciertamente desordenado en su movilidad, no lo puso fácil. Rufo siguió atacando, a veces atacado, de rodillas en los medios. Se lo pensó el toro, no Rufo. Que aguantó un mundo el tardeo y luego las repeticiones de una embestida que se sucedía con cierta descoordinación. Como si, además, se fuese metiendo por dentro en los finales, enredando las series por las corvas. Por una y otra mano, el nexo común de la decisión y la colocación, la mano baja y el trazo, hasta donde permitía el toro. Que nunca se entregó ni con toda la entrega de Tomás Rufo buscando esa entrega, valgan todas las redundancias. El público jaleó la ambición, lo bueno entreverado de la faena. Cuando entre las rayas alcanzó en su derecha la tanda más redonda, Tomás Rufo se animó a seguir. No se dejó nada en el tintero, apurando la hora al límite. Un pinchazo lo frenó en la frontera del trofeo.

A la puerta de toriles marchó con el hechurado último. Libró la larga cambiada, lanceó a pies juntos, vibró Sevilla entonces. Vinazo, el único cinqueño, traía agua mansa en la bodega, las querencias marcadas. Pasaba desentendido. No se dio. Ni en los terrenos de sol, mucho menos en los medios y algo más entre las rayas, ya para quererse ir, rajado. Todo lo probó Tomás Rufo, sin hallar la conexión en el toro desconectado de bravura.

Unas hechuras perfectas, un cuajo potente pero armonioso a la vez, una cabeza exacta, todo esto adornaba al primer jandilla de negro pelo lustroso y morrillo astracanado. Una pintura pero no por bonito, que también, sino por serio. Ese difícil equilibrio entre trapío y belleza. Echó las manos por delante en el capote de José María Manzanares, todavía por ahormarse. Apretó en el caballo en un derribo por los pechos y en un puyazo en firme que agarró Óscar Bernal. Tanto en el capote como el principio de Manzanares se vino, de improviso, dos veces por dentro, por su mano derecha. Un espejismo, pues cuando le presentó la muleta, fijó y tocó (también a la voz), el toro respondió de notable modo aun a falta de un paso. Y así JMM lo embarcaba (y lo aceleraba) en la construcción de una faena muy de la casa -sin prólogo ni epílogo-, eminentemente diestra, sin apreturas y, por ende, carente de emoción. De tal modo que, pese al extraordinario espadazo, el toro se arrastró entero, con todos sus despojos. Una oreja la llevaba colgando. Se movió mal el cuarto, torpón, completando el lote más cargado.Talavante careció de opción alguna en el suyo.

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. De cuando sorprende el llenazo

Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla GANADERÍA: Cinco toros de Jandilla y uno de Vegahermosa lidiado en cuarto lugar, de excelente presentación y juego decepcionante. TOREROS: José María Manzanares, de negro y oro, saludos y silencio. Alejandro Talavante, de tabaco y oro, silencio en ambos. Tomás Rufo, de nazareno y oro, ovación y saludos. CUADRILLAS: Destacaron a pie Fernando Sánchez. Juan José Trujillo, Álvaro Montes y Javier Ambel. A caballo, Óscar Bernal y José Antonio Barroso. INCIDENCIAS: Undécima corrida de abono en tarde de Buena temperatura con rachas de viento. Se colgó el cartel de ‘no hay billetes’. Una tarde más, la corrida empezó con diez minutos de retraso a la espera de que los espectadores rezagados se acomodaran en sus localidades.

ENFILADA la recta final de una Feria que puede pasar a los anales con brillantez y cuando permanece en el recuerdo la obra de Juan Ortega hemos entrado en una bajamar que suple a aquel tsunami del lunes. Una bajamar paliada en cierta manera por lo de Emilio de Justo el martes y que proseguía este miércoles con una de las corridas menos recordables del ciclo. Era una corrida que parecía ayuna de expectación y que en su elaboración hasta costó trabajo convencer a algún componente de la terna, pero que iba a depararnos una sorpresa tremenda y era la de ver cómo una vez más se colgaba el cartel anunciante de que no cabía un espectador más.

Son las sorpresas que da la vida y que en este caso habrá que achacar en buena medida al carácter de festivo de este miércoles que marca el ecuador de la Feria de farolillos. Un llenazo que también confirma la acertada elaboración de unos carteles rematados en su mayoría, bien por la conformación de la terna como por la ubicación y eso de que este miércoles fuera festivo debió contribuir en buena medida al sorpresón.

Por fin se logró convencer a Josemari Manzanares de que abriese cartel y el alicantino daba la impresión de que hacía más de lo que parecía. Nada más abrirse de capa, Picarón se le coló por el derecho en claro aviso de cuáles eran sus intenciones. La colada la repitió en la muleta y antes había derribado la cabalgadura de Óscar Bernal y Talavante había dejado un ramillete de hieráticas gaoneras en la boca de riego. Presagios variados que darán como resultado una faena anodina en la que lucieron más los derechazos que los naturales y que tuvieron de cima los pases de pecho sacándose al toro por la hombrera contraria. El jandilla tenía clase, pero no transmitía ni un adarme de emoción. Una estocada, saludos y a esperar al cuarto. Ah, la única ovación que se llevó fue por salvar a Manuel Jesús Espartaco de caer del caballo en el tercer toro.

Ese cuarto llevaba el hierro de Vegahermosa. Se llamaba Fincalimpia y castaño de capa. Un toro rematado, pero que parecía renquear de los cuartos traseros. El animal quiere embestir, pero blandea, pierde las manos y Manzanares intenta unos redondos que surgen sin alma y sin un gramo de transmisión. Lo mata regular y la plaza reacciona con un silencio ciertamente espeso.

No será éste el único silencio de la plomiza tarde. Si el silencio de la Maestranza es una maravilla en la espera al torero, cuando se trata de resumir una faena debe pesar como una losa y de esa manera se le fue a Talavante su segunda tarde del ciclo. Y salió con ganas el extremeño, pues quitó por gaoneras en el primero de la tarde y hasta cuajó buenos lances por delantales con Palangrero. De ahí no pasó la cosa, con la muleta surgieron los redondos muy apelotonados toro y torero. El toro se paró y Alejandro lo mandó al desolladero de certera estocada.

Silencio y más silencio en el quinto de la tarde, aunque el principio da pie al optimismo. Talavante cuaja una serie de verónicas muy suaves, Rufo se lo pasó muy cerca en el quite por gaoneras y ahí acabó todo. Ojilimpio, con muy buenas hechuras, dijo que nones, sus embestidas se quedaban en la mitad y lo despacha el extremeño de estocada rinconera de efecto inmediato.

Los capítulos más lucidos de la tarde los iba a protagonizar el talaverano Tomás Rufo, un torero que ha logrado salir dos veces por la Puerta del Príncipe, con lo que posiblemente tenga la mejor ratio de la cosa esa de salir en hombros al Paseo de Colón. Este miércoles estuvo a punto de tocar pelo con Zacateca, el primero de su lote, pero el pinchazo que precedió a la estocada se lo impidió. Muy animoso toda la tarde, sin perdonar un solo quite, brindó a la plaza y arrancó de rodillas por redondos, continuó con mucha firmeza y muy vertical, con temple y despaciosidad a un toro que embestía a la mexicana, a ralentí. El pinchazo le birló la oreja y en el que cerraba plaza intentó sacar agua de un pozo seco y eso que se había ido a portagayola, pero fue para nada. Tomás Rufo insistió y eso aburrió, por lo que tras la estocada nuevamente se hizo el silencio. Mañana vuelve, y con Morante, a ver…

Por Toromedia. La terna se va de vacío en la de Jandilla

Los toros de Jandilla, de preciosas hechuras pero escaso fondo, no propiciaron triunfos esta tarde en la Maestranza. La décimoprimera de abono se saldó con las ovaciones que escucharon Manzanares en su primero y Tomás Rufo en su lote. El toledano fue quien más se acercó al triunfo en el tercero de la tarde, logrando la faena más completa de una corrida en la que todo fueron intentos de los toreros ante animales que no se prestaban al lucimento.

El primero de la tarde echó las manos por delante en el recibo de capa y Manzanares tiró de oficio para atemperarlo. El toro derribó en la primera vara al irse por el pecho del caballo. Talavante hizo un quite por gaoneras rematando a una mano. El toro había avisado dos veces en el capote a Manzanares y volvió a hacerlo en el inicio de faena por el lado derecho. Comenzó la faena por ese pitón templando en dos series que crearon ambiente. Al natural el toro no se empleó tanto y volvió a la derecha, por donde de nuevo se entonó la faena. Mató de estocada y fue ovacionado.

El segundo de su lote tampoco le permitió grandes cosas. Justo de fuerza y sin mucha clase, el de Vegahermosa no se empleaba, de modo que Manzanares tuvo que tirar de técnica para sacar partido de su oponente en una faena que no pudo tener la necesaria transmisión. Pinchó antes de dejar una estocada.

El segundo de la tarde manseó de salida y Talavante intentó fijarlo en el capote. También lo hizo en el caballo y Talavante hizo un quite por chicuelinas en los medios. Se dobló bien en el inicio de faena y, cuando intentó el toreo en redondo por la derecha, el toro no respondió, con media embestida y sin emplearse, además de ser mirón. No había tela que cortar y Talavante desistió. Mató de estocada. Silencio.

Talavante toreó despacio a la verónica al quinto, dibujando buenos lances. El toro fue medido en el caballo. El extremeño de nuevo hizo un quite por gaoneras en los medios. Javier Ambel puso dos buenos pares de banderillas. El toro llegó sin celo a la muleta y Talavante lo intentó pero chocó siempre con la falta de entrega del de Jandilla. Finalmente tuvo que desistir. Mató de estocada.

Tomás Rufo estuvo decidido de capa. En varas hubo un momento de apuro de Manuel Jesús Ruiz Román en cada uno de los puyazos. Hizo muy bien la suerte con el toro colocado de lejos pero casi quedó descabalgado del ímpetu del 'jandilla' al estrellarse con el peto. Fue impresionante cómo Manzanares saltó al caballo para ayudar al picador a recuperar su posición. Rufo comenzó la faena de rodillas en los medios dando una serie emocionante que hizo sonar la música. La siguiente serie con la derecha contó con la transmisión del toro, que fue a menos a continuación. Cambió a la zurda y el toro no ayudó. Sin embargo, al final de la faena le atacó por el lado derecho y caldeó con una serie ligada. Mató de pinchazo y estocada y hubo petición no mayoritaria. Saludó desde el tercio.

Tomás Rufo se fue a portagayola en el sexto y después dio lances a pies juntos que caldearon el ambiente. El toro hizo cosas de manso en el caballo y buscó la querencia después de banderillas. Rufo se lo llevó a los medios y le plantó cara con la derecha sin encontrar demasiada colaboración. Siguió intentándolo con el toro más cerrado en tablas pero su esfuerzo no pudo conducir al triunfo ante la falta de enemigo. Mató de estocada baja.

Fotografías: Arjona/Toromedia y Álvaro Pastor @apastort

17_abril_24_sevilla.txt · Última modificación: 2024/04/26 12:13 por paco