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Toros en Pamplona

Sábado, 14 de julio de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Torrehandilla, malos, sin fuerza y sin raza.

Diestros:

Juan José Padilla: oreja y oreja por dos estocadas.

El Juli: silencio y petición.

Daniel Luque: silencio y oreja.

Entrada: Lleno.

Crónicas de la prensa:

Por Vicente Zabala de la Serna. Puerta grande 'pirata' para Juan José Padilla

A Juan José Padilla lo recibieron en Pamplona como el héroe que es y fue: aquí se las ha matado de todos los colores. Banderas piratas saludaron al torero del parche y un grito unánime: “¡Illa, illa, illa, Padilla maravilla!”. Una de esas calaveras la ondeó el Ciclón en la vuelta al ruedo con la oreja en la mano. Una oreja de recompensa por un espadazo y tantos años de entrega. Ni por más ni por menos y un tercio de banderillas que levantó clamores. El mulo de cara lavada y putrefacto quería echarse. Y una vez lo hizo.

El Juli no le metió ni las cuerdas al suyo que no podía ni con la penca del rabo. Molestó el viento en la brega y en el inicio de una faena sin argumento: el toro de Torrehandilla se venía andando, hueco y vacío. Por lo menos guardaba algo más las apariencias que el tercero, de Torreherberos: la novillada termendamente seria de Javier Molina del pasado domingo en Madrid tenía más trapío qué este mono sin raza. Una bondad que no decía nada en su viaje parco sin último tranco.

El cuarto de Torrehandilla también se tumbó a la bartola cuando Padilla salía de una noria por los costillares y se desplantaba con su moribunda existencia. Otra vez sólo hubo un espadazo y mucho cariño para entregarle otra oreja y una puerta grande bajo límites.

Cuando ya creíamos que lo habíamos visto todo, apareció el impresentable quinto. No había por donde cogerlo. Ya no hacía falta ni mirar a las novilladas de Madrid, a la misma de El Parralejo del 5 de julio en Pamplona. La emoción de la faena de Juli el antisistema consistió en que no se cayera. Los circulares de despedida y el “arrimón” a la testuz del pitorrón desembocaron en un pinchazo y una estocada en casa Dios. La santa gente de Pamplona todavía pidió la oreja que no cayó.

Ni para un análisis le dieron al castaño y escurrido sexto. Puyazos y banderillas muy traseros. El velamen lo tapaba algo por ser generosos. Embestía rebrincado y con más brío y obediencia. Daniel Luque le dio fiesta por ambas manos, tiró la espada simulada y con el reverso de la muleta ejecutó las luquinas, por llamar así al pase de cambiase el engaño por detrás y pasar el toro por delante. Un bajozano dio paso a una oreja en sintonía con la tarde: bajo límites.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.net/archivos/18961328200600.png"/>Por Andrés Amorós. El pirata Padilla encuentra su isla del tesoro

1. Concluye San Fermín con otra decepción ganadera, en un cartel de figuras: los toros de Torrehandilla, que debutan aquí, son pobres de presentación, fuerzas y juego.

2. En su segunda comparecencia, El Juli se estrella en el segundo, una birria de toro. Hace el esfuerzo en el quinto, otra res insulsa, sin emoción. La conclusión es clara: a Pamplona, una primera figura debe venir con otros toros.

3. Daniel Luque se justifica con voluntad en el último, corta una generosa oreja.

4. El gran triunfador de la tarde es Juan José Padilla, recibido clamorosamente por la Plaza entera: se entrega sin reservas, saca a sus toros todo lo que tienen, mata espectacularmente (a cambio de un tremendo pitonazo en el cuello). Guardaremos el recuerdo de su vuelta al ruedo, con una bandera negra, en la mano. El «pirata» Padilla ha encontrado en Pamplona su «isla del tesoro».

El País

Por Antonio Lorca. Padilla maravilla

Juan José Padilla ha padecido el tremendo drama de verle de cerca la cara a la tragedia y está gozando ahora las mieles de la gloria. Paradojas de la vida, y el fruto, sin duda, de una entereza ilimitada. Será difícil que olvide la tarde de ayer: Pamplona lo acogió con una explosión de cariño, los mozos lo adoptaron como hijo predilecto y consiguieron poner un nudo en la garganta a quien tantas emociones lleva ya sobre sí.

Las peñas enarbolaban banderas piratas y muchos de sus miembros lucían un parche negro en el ojo izquierdo como homenaje al héroe que, sorprendentemente, volvía a la plaza después de la gravísima cogida de Zaragoza.

No cesaron los gritos de aliento durante todo el festejo. Illa, illa, Padilla maravilla se ha convertido ya en un himno sanferminero; y el torero correspondió al cariño con una entrega total en todos los tercios. Demostró que está en plena forma, lanceó con buen aire a la verónica, banderilleó con mucha dignidad, y mató de manera fulminante. Le regalaron una oreja en cada toro y lo pasearon a hombros entre la algarabía popular como torero heroico que ha demostrado ser. Honor y gloria, pues, para este hombre que está viviendo una etapa gozosa tras el calvario sufrido.

El afecto a Padilla salvó la tarde, un infumable festejo, a causa, fundamentalmente, de la birriosa corrida lidiada sin motivo ni razón alguna en esta feria del toro. Nuevo error mayúsculo de la Casa de Misericordia, que eligió toros mal presentados, que dieron un pésimo juego: mansos, sin fuerzas, sosísimos y descastados hasta la desesperación; toros hundidos, agotados y moribundos desde su aparición en el ruedo.

Tal es así que el triunfador Padilla no pudo dar un muletazo medianamente estimable porque se lo impidieron sus dos borregos con andares cansinos. Tampoco tuvo opciones El Juli. Por cierto, ¿qué hacía este torero ante esta escoria de corrida en Pamplona? ¿No será que ni él ni su apoderado consiguen desprenderse de esa condición de figura que les lleva a optar siempre por las corridas peor presentadas y de condición más bonancible? Lo de ayer fue una imagen vergonzosa que El Juli nunca debió aceptar. A Pamplona hay que ir con un sentido más alto de la responsabilidad.

Daniel Luque fue el único que tuvo opción a pelearse con el único que se movió, el sexto, y le llevó la última oreja de la feria.

Acabó San Fermín con un pésimo recuerdo. No hubo toros; solo cariño merecido a Padilla.

La Razón

Por Patricia Navarro. Padilla cierra el círculo a hombros

Crujió Pamplona cuando Juan José Padilla se puso en los medios y brindó el toro. Regresaba después de la dramática cornada de Zaragoza a su plaza. Con mayúsculas y sin duda. En Pamplona se le venera. En la calle y en la plaza. Se notó mucho antes. Nada más empezar el paseíllo las peñas se lo dieron todo. Para ellos fue dedicado el tercer par al violín del primero. Se caía Pamplona. Se fue derecho con la espada, la hundió, y paseó un cariñoso trofeo. El toro de Torrehandilla tuvo las fuerzas justas y la casta bajo mínimos. La faena fue de querer pero sin alcanzar excesivo lucimiento. No se podía. No había más. Cuando Padilla paseó el trofeo, llegó a las peñas y éstas ondearon con más fuerza todavía unas banderas piratas que homenajeaban a ese Padilla, que casi murió una tarde en Zaragoza y resucitó cinco meses después en Olivenza. Lección de amor propio. Él mismo ondeó una de las banderas en su honor. Quizá se cerraba un círculo. El suyo, el de la superación, la propia. De nuevo en su plaza. Quién lo hubiera pensado entrado el invierno. “Te lo mereces, Padilla te lo mereces” cantaban las peñas. Unos y otros.

El cuarto tenía un metro de pitón a pitón. Exuberante cornamenta lució el torrehandilla. Luego se dejó sin más, sin fuerza ni demasiado ímpetu, pero Padilla, mentalizado, y con las ideas claras de dónde estaba, lo recibió con una larga cambiada de rodillas en el tercio y resolvió con oficio y habilidad. Se fajó con el toro. Adornos, toreo, toda la carne en el asador. La espada cayó en muy buen sitio y a la primera. El trofeo unánime. Una más una, puerta grande. A hombros salió el Ciclón de Jerez en el corazón pamplonés. Y a Padilla se le veía feliz. Miles de personas le esperaban a la puerta del éxito. Una locura blanca y roja que aupó al torero el último día de feria.

El Juli se dio contra un muro inmenso. Tan grandón el toro como vacío de contenido. No era toro ni de recrearse ni de jugársela. Ruina.

No apretó mucho al quinto, que tenía algo más de chispa y era repetidor. La nobleza la encauzó El Juli dejándole siempre el engaño en la cara, cuidando la altura, los toques suaves, pero duró el toro un suspiro. No más. Arrimón incluido.

A Luque tampoco le fue fácil la cosa, se medio dejó el toro por el izquierdo, que bajó mucho de presentación, pero sin fondo ni remate. La faena tuvo voluntad pero no pasamos esa barrera. Más movilidad y picante sacó el sexto. Se desplazó pero el viaje no solía ser limpio. Luque aprovechó el momento, la circunstancia, el escenario y quiso hacer el toreo. Ya para remate se deshizo de la espada y se cambió la muleta de mano para pasarse al toro una y otra vez. Ahí entró el público. Y paseó la oreja. Pero la rendición había llegado mucho antes. “Illa, Illa, Illa, Padilla maravilla”. Ya queda menos para San Fermín 2013.


Pamplona Temporada 2012

pamplona_140712.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:21 (editor externo)