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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Jueves, 26 de abril de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Núñez del Cuvillo (con diferente presentación y desigual juego; el 1º fue devuelto a corrales por invalidez manifiesta; el 4º fue pitado en el arrastre).

Diestros:

Morante de la Puebla. De tabaco y oro. Media estocada (palmas); media estocada atravesada (silencio); estocada desprendida y caída (silencio)

José María Manzanares. De azul marino y oro. Pinchazo, media estocada tendida (silencio); pinchazo, estocada entera (saludos desde el tercio).

López Simón. De blanco y oro. Tomó la alternativa. Estocada (oreja).

Indidencias: López Simón resultó cogido al entrar a matar al toro de su alternativa. Tras pasear su trofeo pasó a la enfermería para ser intervenido de una “herida por asta de toro en cara anterior de muslo derecho tercio medio, que interesa musculatura de vasto interno. Presentando una trayectoria ascendente de 7 cm. Se hace limpieza de tejidos, hemostasia y sutura”. Pronóstico: Leve“.

Banderilleros que saludaron: Curro Javier y Juan José Trujillo, en el 3º; Curro Javier y Luis Blázquez, en el 5º. Todos, de la cuadrilla de José María Manzanares.

Picador que destacó: Pedro Morales ”Chocolate“, de la cuadrilla de José María Manzanares, en el 5º.

Presidente: Julián Salguero.

Tiempo: nublado con rachitas de viento.

Entrada: hasta la bandera.

Crónicas de la prensa: El Mundo, Hoy, Marca, La Razón, EFE, Diario de Sevilla, COPE, La Gaceta.

<img width="350px" height="220px" src=" http://www.telecinco.es/informativos/toros/Momento-cogida-Lopez-Simon-Sevilla_TL5IMA20120426_0248_4.jpg">

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

El toreo es un arte y por eso pasan las cosas que pasan en el ejercicio de esta actividad artística. Por ejemplo, que uno se quede con un exquisito quite, con cuya memoria se va a la Feria y se lo explica a los que no lo han visto en directo. Esa media abelmontada…de Morante vale para un cartel y para justificar haber ido a los toros. Los de Núñez del Cuvillo no ganan este año premio alguno. Descastados, parándose a los dos minutos del último tercio, claramente anovillados un par de ellos y otro inválido destinado para una ceremonia de doctorado a la que no llegó. El sobrero sí sirvió para ello y para darle su primera oreja como matador a López Simón, a costa de una cornadita que le sabe a gloria. Faena vibrante, con mucha ilusión, que mereció el premio. Manzanares demostró que es humano, al tercero no pudo sacarle nada y al quinto pudo hasta cortarle la oreja, a pesar de que no servía y embistió sin clase y yendo a menos. De Morante ya lo he dicho todo: he toreado su quite cien veces en la Feria. Bien la cuadrilla de Manzanares, como siempre, aunque la gente debería de darle una carácter de normalidad al hecho, no ir a la plaza a eso solamente.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: el triunfo de López Simón y una media antológica

El día más esperado para los que empiezan, la alternativa, y se le presenta a López Simón el jueves de feria de Sevilla. Ambientazo desbordado, los compañeros soñados en las mejores horas pasadas en los brazos de Morfeo y como colofón, la ganadería triunfadora el año anterior y la más cotizada del momento por las figuras. Todo a pedir de boca. Para añadir suspense, el toro de tu alternativa lo devuelven al corral. Sin embargo, las hadas se alían con el neófito y en los chiqueros espera un toro muy bien hecho, engatillado de pitones, muy recortado, manos cortas y cuello largo. Y aunque mansea en los primeros tercios, luego rompe a embestir y regala veinte arrancadas dulces, acarameladas y un tanto rebrincadas. López Simón las aprovechó y estuvo inspiradísimo, sobre todo en un templado, largo y profundo toreo de rodillas por el pitón derecho con el que principió su obra. Bajó el diapasón por el otro lado, mas con la diestra el toreo brotó alegre, encadenado y con mucha parsimonia. Es verdad que torea demasiado tieso, pero ¡qué le vamos a hacer!, es su estilo. A la hora de la verdad, se entregó: a matar o a morir. Y salió prendido del pitón derecho y se escapó de una tragedia pero no de la cornada. Gran tarjeta de presentación que le deja buen ambiente entre la afición sevillana.

Curro Javier y Juan José Trujillo protagonizaron dos tercios de banderillas sensacionales. Es decir, ayer tocó arriesgar, ser eficaces, ligeros, solventes con los palitroques… y cumplieron de forma magistral. Hubo que aprovechar las querencias de los toros y lo hicieron para no eternizar el segundo tercio, y para colmo, clavaron en lo alto y en una moneda de cinco duros, como se solía decir.

La media verónica de Morante de la Puebla al sexto toro tuvo caracteres antológicos, por su despaciosidad, por su empaque, por su temple y por su arte, esa forma indescriptible e inefable de enroscarse el toro a la cintura con sencillez, pulcritud y entrega. Esto y el quite por chicuelinas fueron los únicos pasajes que firmó el de la Puebla… poco, desde luego, pero de una categoría inigualable.

Lo peor: con la suerte negada

Ni siquiera toreando el toro de un compañero le cae en suerte a Morante un animal para soñar el toreo. Deben estar confabulados los cielos y el infierno, los mares y las tormentas pero no hay manera de que el genio sevillano se tropiece en su plaza con un toro que le permite dibujar ocho o diez naturales y derechazos como él sólo sabe.

Rara avis, pero Manzanares pinchó sus dos toros. ¡También los maestros echan un borrón!

¡Qué lástima! Si la primera parte de la alternativa de López Simón era el mejor cuento de hadas hecho realidad, la cornada le privó de poder culminar su obra. Mató un solo toro y no pudimos verlo en el sexto, un toro descarado, arremangado de pitones y largo al que Morante lo masacró en un primer puyazo inmisericorde.

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La Gaceta

Por José Antonio del Moral. Manzanares está para seguirlo hasta la Conchinchina

Con ganado desigualmente mediocre de Núñez del Cuvillo, José María Manzanares volvió a dar otra gran tarde aunque sin orejas por sus para él insólitos fallos a espadas. No obstante, anduvo muy por encima de sus dos toros y cuajó una gran faena al quinto, uno de los de más movilidad y duración del envío. Morante de la Puebla, sin suerte ni apenas lucimiento salvo en un quite en el sexto, tuvo que matar tres toros por la cogida que sufrió López Simón al matar muy entregado al toro de su doctorado que fue el más grato. Cortó una oreja por una completa labor sin nada de particular artísticamente hablando.

El ambientazo que había fuera de la plaza era aún mayor que el de dentro, lleno a reventar varios minutos antes de que diera comienzo la corrida. La gente no quería perderse otra resurrección de la Fiesta, muerta o casi muerta en las demás corridas, salvo en la anterior de José María Manzanares y las del mencionado Talavante aunque este en menor medida que el alicantino. Por ser el padrino de la alternativa de López Simón, Morante actuó en segundo lugar. Un desobediente y suelto colorao ojo de perdiz que echó las manos por delante. Ni un lance pudo darle Morante. Buen puyazo de Aurelio Cruz. Caída al descubierto de un peón y oportuno quite de Morante. El toro desdeñó al caballo dos veces. Bien los banderilleros, pese a lo alto que derrotó el toro al clavar. Tanteos movidos de Morante y desosegantes redondos antes de darlos buenos sin pasarse. Tardón el toro, en la siguiente ronda, solo aceptó unos pocos entre otros deslucidos por perder las manos y desarmar al matador. Total, decepción. Este toro no fue el que necesita el de La Puebla.

Cabezón fue el cuarto. Y suelto como sus hermanos anteriores. Le pegaron en varas. Quedó corto y arisco. A Morante no debió gustarle desde que salió. Además, le quedaba por matar el sexto del herido. No se complicó la vida. Apático, displicente y haciendo creer que quería hasta que cortó por lo sano ya sin disimulos.

Un prodigioso quite de Morante por chicuelinas al sexto, le devolvió momentáneamente a su gloria. Se movió para empezar este último de la mediocre corrida de Cuvillo. Ayudados altos y bajos preciosos para abrir la faena. Dudas en los redondos. Tres más de uno en uno porque el toro empezó a pararse. Engancha al natural. Y fin de la ilusión. Desencanto general. Sin suerte y mal Morante este año en su Sevilla.

Y en acción Manzanares. Señores, ¡qué silencio¡ Se emplazó el tercero. Distraído y renuente. Da igual. Manzanares los mima, los acaricia y los enseña a embestir. Tres verónicas y revolera de olé. Lo puso de largo y el toro acudió raudo al picador saliendo suelto. Y colocando de nuevo al toro, ni un tironazo, ni un enganchón, todo suavidad, todo precisión. Así se mejoran los toros. Primera lección. Un gran par de Trujillo. Manzanares empapó de agua su muleta y llevó al toro casi a los medios. Tres diestros y el de pecho con el toro protestando por alto. Media distancia. Rotundidad en la segunda tanda. El toro se venía pero no iba largo. El que lo llevó fue Manzanares. Se paró en los naturales. Y se acabó el poco carbón por redondos. Pincha al volapié y más de media trasera. Muy por encima del toro. ¿Demasiado fácil? Mejor pese a que le silenciaron.

Enmorrillao el castaño quinto. No va largo y se defiende. Nos sorprende con verónicas, chicuelina, tafalleras – una enganchada – y media de rodillas. Temperamental en el caballo. Manzanares ahorra capotazos. Gran puyazo de Chocolate. Ceñidas chicuelinas en un quite posterior, casi le coge en una. Revolera sensacional. Magno, colosal Curro Javier en palos. La plaza se viene abajo. Y ahora os vais a enterar de lo que vale un peine. El toro rompe el palo de la muleta en un derrote violento. Hay que poder con él. Manzanares lo consigue por redondos muy ceñidos y hondos saliendo de la tanda con un arrebatado molinete. Y otra más. Majestuoso en los andares, en las idas, en los mutis y en el toreo catedralicio con la Giralda por testigo. Naturales más largos que un rio divinamente preparados de uno en uno. En las pausas, obligadas, se llena con su presencia. Le descubre una ráfaga de viento y sigue como si tal cosa. Un cambio de mano seguido de un molinete, desata la pasión. “¡Viva la madre que te parió¡”, le gritan desde el tendido. Pero pincha. En lo alto a volapié. Tarda en cuadrarlo otra vez. Lo fulmina de un estoconazo caído. Iba para otras dos orejas. Las perdió increíblemente con un infalible espada. La ovación estalla. Pero no osa dar la vuelta al ruedo. Como el señor que es. Manzanares, con o sin orejas, está para seguirlo hasta la Conchinchina.

Como es de rigor, el toricantano actuó en primer lugar tras cederle Morante los trastos de matar. Un dije de pelo melocotón fue el elegido, no sé si sorteado. Tomó el capote humillando pero salió suelto y mostró flojera de manos en los primeros lances dando uno muy bueno por el pitón izquierdo. Se derrumbó en varas y fue devuelto. Será posible que otra vez… Le sustituyó un sobrero del mismo hierro. Negro y también precioso y suelto. Lances intrascendentes a pies juntos del aspirante. Y sin fuerza, señores. El cuento de nunca acabar. Puyazos señalados. Se está acabando la suerte de varas. Pero sigamos porque fue noble. La ceremonia del doctorado fue cariñosa. Y el torero empezó su faena en los medios con pases cambiados. Luego con redondos de rodillas allí mismo que impactaron. También los que dio en pie aunque fueron algo peores. Muy ligada la tercera tanda uno de pecho arrodillado. Ayudado por alto a pies juntos y naturales de mano alta sin ligar. Trincherilla, ayudados, desplante y las ahora inevitables manoletinas. El chaval había llevado la faena pensada y la verdad es que le salió bastante bien aunque sin nada de particular. Como se entregó sin vaciar al toro con la muleta, fue cogido al matar. Paseó muy tranquilo una oreja sangrando por la pierna y pasó a la enfermería. Cornada. No salió a matar el sexto.

COPE

Por Sixto Naranjo. López Simón, oreja y sangre para doctorarse

Era la corrida de la Feria por todos los condicionantes que se juntaban en ella. Era el último cartucho de Morante en la Maestranza, la vuelta de Manzanares tras su gran tarde del pasado viernes, la alternativa de una de las promesas del escalafón novilleril y todo ello aderezado con una corrida de Núñez del Cuvillo como desengrasante y esperanza ante un nivel ganadero mediocre en lo que llevamos de serial abrileño.

Pero no pudo ser. La corrida de Cuvillo, muy desigual de hechuras no sacó la casta que le presupone y a excepción del noble pero a menos primero y el más encastado quinto, el resto resultó un conjunto de escasas prestaciones para el lucimiento. Por ello, el balance final no arroja más brillantez que la oreja que paseó el invitado de honor, el ya nuevo matador de toros Alberto López Simón. Y eso que no comenzó nada bien la tarde al devolverse por flojo el toro melocotón que estaba reseñado para la ceremonia del madrileño. En su lugar saltó un sobrero del mismo hierro que mientras duró derrochó nobleza y clase en sus viajes. Con cambiados por la espalda y una tanda de redondos de rodillas prologó su faena Alberto. Faena templada, cogiendo bien el sitio y el aire al toro el diestro pero que se vino abajo cuando se echó la mano a la zurda. Consciente de lo que se jugaba, López Simón entró con todo a matar saliendo con la una visible cornada en muslo derecho. La oreja fue recompensa al toreo realizado y a la sangre vertida. Entró en la enfermería para ya no poder salir.

La otra faena meritoria del festejo corrió a cargo de José María Manzanares en el quinto, al que saludó con verónicas ligadas a dos tafalleras y una preciosa media de rodillas. Este fue el toro más encastado, que le hizo al alicantino aplicarse de verdad para domeñar sus embestidas. Se vio a un Manzanares más arrebatado, toreando siempre por abajo para destroncar el exigente viaje de su oponente. Empujó mucho hacia adelante al toro, que terminó más parado por el pitón izquierdo, lo que restó continuidad al trasteo. Esta vez, el punto fuerte de Manzanares, la espada no ayudó para la conquista del trofeo. Pinchó antes de dejar una estocada baja.

Antes, en su primero, Manzanares no tuvo opciones con un ‘cuvillo’ que se paró pronto. Aunque una tarde más, y ya casi dejando de ser noticia, su cuadrilla rayó a uno niveles de efectividad y lucimiento altísimos.

Morante, por el percance de López Simón, tuvo que estoquear tres toros. Los de su lote ayudaron poco al torero de La Puebla del Río. Su primero no rompió nunca y sólo hubo esbozos de su toreo. El cuarto, muy lavadito de cara, se movió sin claridad y tampoco Morante estuvo muy por la labor. Lo mejor de Morante, sin embargo, llegó con el sexto. Un quite por chicuelinas resplandeciente, de arrebato y capote arrebujado que abrochó con una media de locura y otra a pies juntos de regalo cuando el toro ya emprendía su huída. Después, en la muleta, quiso más el torero que el toro. Hubo un inicio de trasteo por ayudados por alto ligados a una estética trincherilla que no tuvieron continuidad por el defecto del toro a puntear los engaños del torero sevillano.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. López Simón, alternativa triunfal y sangrienta

En una pobre programación por la que ha descendido ostensiblemente el número de abonados el cartel del jueves era de los más atractivos. Manzanares le añadía el plus de su Puerta del Príncipe del pasado viernes, fecha en la que cuajó una actuación histórica. Por tanto, el lleno estaba asegurado. Y pese a una tarde nubosa, los tendidos se llenaron y el silencio de expectación rondó una y otra vez por la Maestranza.

El comienzo fue agridulce. El madrileño Alberto López Simón triunfo en el día de su alternativa, pero cayó herido en la suerte suprema. El joven torero, vestido de blanco y oro, fue doctorado por Morante, que le cedió los trastos para lidiar y estoquear al sobrero Juncoso, un toro negro, que embistió muy bien, especialmente por el pitón derecho. El astado sustituyó a un titular de la misma ganadería, devuelto por inválido. López Simón sorprendió con una faena con ligazón, temple y variedad. En los medios, con la diestra, dio un pase por la espalda al toro, que se arrancó como un obús desde tablas. Nuevo fallero, en la distancia media. Toreó de rodillas de manera asentada, hilvanando hasta cuatro muletazos y el de pecho. De pie, en el mismo platillo, se lució en cuatro muletazos suaves empalmados a un pectoral. Saltó el público y se arrancó la música. Luego, nueva serie con elegancia y despaciosidad. Y otra más, toreando muy despacio. Un pase del desprecio y unas manoletinas en las que estuvo a punto de ser cogido fueron el epílogo de una importante faena para quien se estrenaba como matador. Se perfiló, se dejó ver y el toro le atrapó. A cambio de la cornada, una estocada casi entera. Flamearon los pañuelos y le concedieron una más que merecida oreja. Fue operado en la enfermería de la plaza.

El festejo quedó en un mano a mano entre Morante y Manzanares. Morante no llegó a confiarse en sus dos primeros toros. Ante el segundo, hizo un quite al riesgo oportunísimo a su banderillero Rafael Cuesta, que cayó en la arena cuando bregaba, para librarle de una cornada. El de La Puebla intentó hacerse con un animal que, cuando le bajaba la mano, se caía. No hubo nada. Como tampoco ante el sexto, sin clase y parado, al que no quiso ver. En el sexto, un animal manejable, pero que no humillaba, Morante se lució en tres chicuelinas y una media que hicieron estallar la plaza en una ovación estruendosa. Tras ese quite del perdón, el sevillano quiso congraciarse también en la muleta, pero el toro, con movilidad, no humillaba y el trasteo estuvo salpicado de enganchones.

Manzanares, por su parte, mantuvo su nombre en todo lo alto. Se entregó en su actuación. Ante el tercero, manso, manejable y a menos, que contó con un buen pitón derecho, el alicantino consiguió trazar dos tandas con la diestra, con muletazos con sabor y de trazo largo. Cuando cogió la izquierda, el toro ya estaba aplomado. Recibió al quinto, que echaba las manos por delante, con una variedad capotera en la que fue muy ovacionado por un quite por chicuelinas, en el que estuvo a punto de ser cogido. Con la franela, en las afueras, muy molestado por el viento y con un toro que no descolgaba, realizó una faena meritoria, con un par de series destacables con la diestra y dos naturales de ensueño. Otras pinceladas, como un cambio de mano monumental o un kikirikí, fueron muy ovacionados. El público estaba con Manzanares, pero no hubo trofeo. El alicantino dio un pinchazo previo a una estocada definitiva. De nuevo, magnífica la actuación de su cuadrillas.

La tarde, que comenzó con una ovación a Manzanares, por la aludida actuación histórica, y una buena faena del toricantano López Simón, se fue diluyendo poco a poco.

EFE

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Esta vez no pudo ser

La corrida de esta tarde era el tercer y último gran acontecimiento de este abono abrileño y era Manzanares el que detentaba hoy la mayor responsabilidad para tirar de un espectáculo que se había montado, de alguna manera, como una suerte de mano a mano con Morante y en el que el toricantano López Simón tenía el encargo de abrir y cerrar la tienda.

Pero las cosas no salieron como se habían preparado. El nuevo matador tuvo la suerte de llevarse el mejor toro del envío de Cuvillo, que volvía a Sevilla después del indulto de 'Arrojado' en la pasada Feria de Abril.

Animoso, López Simón fue capaz de cuajar buenos momentos con ese 'cuvillo' cargado de calidad al que toreó más templado y natural cuando se puso de rodillas que cuando lo pasó de pie.

En cualquier caso, el torero supo agradar a la parroquia maestrante, que le jaleó todos los pasajes de una faena que brilló más y mejor por el lado diestro que por el más remiso pitón izquierdo del astado, que sí tuvo una gran duración.

Decidido a amarrar el triunfo, el nuevo matador se tiró con la espada con decisión y sufrió una cornada leve que no le impidió pasear la oreja con la que le premió el público. Poco después se supo que la anestesia le iba a impedir salir a matar el sexto.

Y a Manzanares fue la responsabilidad la que le pudo en una tarde en la que se le vio mucho menos fresco, menos despejado que en el recital de la preferia del pasado viernes.

Lidió con magistral mimo al tercero de la tarde, que fue picado con brillantez por Barroso y cuajado con los palos por un inspirado Trujillo. Noble y un punto distraidito, se le vino pronto a Manzanares en la muleta.

El alicantino encontró el mejor acople en la segunda serie de una faena muy medida en los tiempos que siempre se encontraba al borde de esa frontera que separa lo correcto de lo excepcional que se fue diluyendo a la vez que se apagaban las fuerzas del toro.

Manzanares instrumentó un variado recibo capotero al que hizo quinto, que remató con una inusual media con las dos rodillas en tierra. Lo bordó Chocolate en un sensacional segundo puyazo y reventó la plaza Curro Javier en un excepcional segundo tercio que hizo crujir la plaza y sonar la música.

Pero el torero que llegó después sembró algunas dudas con ese toro, correoso y con fondo duro, con el que no llegó a disfrutar en ningún momento en un largo trasteo, muy sobado, en el que brillaron un puñado de muletazos rotundos alternados con otros más atropellados.

Un cambio de mano y un molinete marca de la casa animaron en parte la faena pero la espada no le funcionó al alicantino, que despidió su gran feria con una calurosa ovación.

No fue la tarde de Morante de la Puebla, que también despachó el lote de menores posibilidades. El segundo, rebrincado de puro blando no le duró más de cuatro pases. Al cuarto, muy deslucido, sólo cabía matarlo. Y el desinflado sexto le permitió redimirse con un quite por chicuelinas y esbozar una faena que quedó en agua de borrajas.

La Razón

Por Patricia Navarro. Del trofeo de Simón al quite de Morante

Quiso el destino que «Juncoso» fuera el toro de la alternativa. Esas cosas marcan para siempre. La tomó después de ver cómo el primero, que era una belleza, volvía a los corrales vacío de fuerza. López Simón se hizo ayer matador de toros, con el cartel de la feria, el lleno de «no hay billetes» y ansiedad por recobrar la emoción en el ambiente. Pero tan sólo la rozamos. Y fue tal vez con el toricantano. Suplió su escaso bagaje con la ambición y un toro de Cuvillo a la altura del acontecimiento. Sacó López Simón el repertorio al completo nada más comenzar: dos pases cambiados por la espalda y antes de reponerse una tanda de derechazos con las rodillas en tierra. Tomaba el Cuvillo la muleta con alegría y nobleza. Un lujazo. Se puso el madrileño a torear y cosió los viajes del toro, sin interrupción, sin desarmes, sin tropezar el engaño. Le quedó la faena muy limpia, muy hilada. Solvente, y desafiante en los pases de pecho con los que remataba la tanda mirando al tendido. El desafío de verdad, ése que roza la locura, sobrevino con la espada. Perfilado el torero la idea del trofeo le hirió en el pundonor y se tiró con todo. Directo, sin salida. Le cogió el toro, o se cogió él, y le hirió en la pierna derecha. No se fue a la enfermería. Aguantó, dio la vuelta al ruedo con su trofeo y, por su propio pie y convencido de que volvería, se fue a la enfermería. Ahí, justo ahí, acabó la alternativa de López Simón. No regresó. El camino que tomó fue el de una clínica.

Quedaba la tarde en un mano a mano para bordarlo. Eso creíamos. Y Morante arrebató en un tiempo minúsculo de magia brutal. El quite, de la tarde y de la feria. Fue en el sexto. Las cosas no habían rodado, ni para adelante ni para atrás. Ruina. Y se fue derecho Morante y por chicuelinas deleitó. Sublima la suerte, rebozándose de toro, marcando el lance en la cadera, en un movimiento de puro ritmo y expresión. La media, antológica. Punto de inflexión. A partir de ese momento, empujaba Sevilla al toro para embestir. A dos manos hizo un bonito comienzo de faena y remate para soñar. Y la magia murió. El toro se apagó. Y el empeño. Se nublaba la faena, y la feria. Tachábamos el cartel del calendario. La corrida de Cuvillo no ayudó. Descastado y sin fondo fue el cuarto. Morante abrevió y tampoco se fajó en exceso con el segundo, que tenía punto genio y embestía por dentro.

Lo bordó Trujillo con el tercero y también Curro Javier en el quinto. Luis Blázquez en uno y otro. Y Barroso a caballo. Pleno. Pero al matador, José María Manzanares, no le rodaron las cosas. Descolgó el toro y ponía la cara bien en la muleta del alicantino, pero duró un suspiro. Una calidad que no pudo mantener. Manzanares lo hizo vistoso pero no rotundo. Y pinchó en el volapié. Sin duda, noticia. Hizo buena pelea en varas el quinto, al que Manzanares recibió con un abanico de distintos lances y una media de rodillas. Hizo un quite por chicuelinas, ajustadas y a punto de ser cogido en cada una de ellas, pero lo perdimos de la memoria en la primera de Morante. Esto pasa. El Cuvillo tuvo profundidad en el viaje y casta para hacerlo. No era cualquier cosa. Lo envolvió Manzanares en tandas cortas y con mucho tiempo entre una y otra. Cambió el toro a peor, reponiendo, y el conjunto quedó ligero. La ambición de López Simón y el quite de la gloria de Morante. Ésa fue la tarde.

Marca

Por Carlos Ilián. Petardazo de Cuvillo en la tarde del clavel

Llenazo en la Maestranza porque el cartel se consideraba el más fuerte de la feria, con Morante y Manzanares. Además tomaba la alternativa el jóven López Simón y los toros pertenecían a Núñez del Cuvillo, la ganadería de moda. Por supuesto que en cuanto llegan las figuras baja inmediatamente el nivel del toro y la corrida de Cuvillo no fue una excepción. Había de todo, abundando los toros muy anovilladsos y algunos como el segundo, tercero y cuarto, definitivamene impresentables.

Para colmo la corrida tuvo tan poca fuerza como poquísima casta. Poco a poco la tarde fue entrando en barrena y cada toro confirmaba las peores sospechas sobre su juego.El público aguantaba sin rechistar la presencia de aquellos animalejos sin fuerza ninguna y de embestida morucha que se cargaron en conjunto la llamada tarde de lujo, la que en Madrid siempre calificamos como la del clavel, dejando al famoseo con un palmo de narices. Los que se las prometían muy felices y vaticinaban otra Puerta del Príncipe para Manzanares se tuvieron que conformar con verle una actuación de la más rancia engañifa.

Ayer el nuevo ídolo de Sevilla estuvo espesito y vendió el barato, especialmente en el quinto toro que fue, con mucha diferencia, el único de la tarde merecedor de tal denominación. Además este ejemplar sacó genio y no se entregó como las borregas del otro día. Era un toro que exigia mucho, que embestía con retranca y al que Manzanares dosificó pero al que nunca le pudo de verdad, especialmente popr el pitón izquierdo, el más complicado. El torero prefirió emplearsae, como siempre, sobre la derecha pero no hubo la armonía, ni el temple exquisito de sus mejores faenas. Muletazos mjuy ligeritos y vulgarotes. Tampoco con la espada fue el cañón de otras veces

Tampoco Morante de la Puebla piudo enderezar la tarde, ni mucho menos. Se llevó un lote manso y parado, de escasísima fuerza. A su primero lo despachó después de unos leves muletazos. Al segundo de los suyos dejó que lo trituraran en varas. El pobre animal llegó fundido a la muleta lo que sirvió a Morante de coartada para dejar aquello en un trámite, a sabiendas de que mataría al sexto en sustitución de López Simón que había sido cogido al entrar a matar al toro de la alternativa. Y en ese sexto toro Morante se empleó con el caopte en un quite por chicuelinas primoroso rematado con una media de pincel. Se esforzó con la muleta pero el toro le duró poquísimo y alli se acabó lo que se daba.

La alternativa de López Simón tuvo su cara y su cruz ya que el m uchacho se llevó el toro más templadito de la tarde al que toreó con desparpajo, empleándose desde los pases cambianos, a los derechazos de rodillas que le salieron mucho más redondos que los que ejecutó de pié. Pero gustó el chico y se tiró a matar de verdad saliendo cogido aunque pudo dar la vuelta al ruedo con la oreja que corto, la única de la tarde y luego pasó a la enfermería.

Hoy

Por Víctor J. Vázquez. Triunfo y desencanto

La tarde de toros de ayer en la Maestranza fue un ejemplo claro de lo que llamamos 'tarde de decepción'. Aun así, lejos estuvo de ser una jornada en la que no pasan cosas. Al contrario. Asistimos a una de esas tardes que ponen de manifiesto la casi insoportable fragilidad sobre la que se sustenta este antiguo arte de torear.

Todo empezó con ese rito inigualable como es el de la alternativa. Con Morante de padrino y Manzanares de testigo, nada menos, López Simón recibió las armas de torear para convertirse en matador de toros . Y lo hizo con todos los astros a favor. Una Maestranza a rebosar y un sobrero de Cuvillo, que fue el único que respondió a las bondades de este hierro y al que el madrileño pudo cortar una merecida oreja que se llevó a una enfermería de la que no volvió.

La faena de López Simón fue la propia de torero temprano, de un torero recién salido de la escuela. Buscó primero reafirmar su entrega a través de un repertorio de emoción, iniciando su faena de muleta con un pase cambiado en los medios al que siguió una tanda de rodillas sobre el pitón derecho.

Luego la faena fue una continua búsqueda del mando y la emoción que llegó a aflorar en una gran tanda por el pitón derecho. Se tiró con todo alma Simón sobre la cabeza del toro, colocándole una gran estocada, simultánea casi a la cornada que el toro le daba en el muslo derecho. En esa herida que ha bautizado al torero como matador de toros , llevará ya Simón escrita durante su carrera esa advertencia que le recuerda que aunque vestido de oro y aclamado el torero siempre es mortal.

Y mortal volvió a ser ayer José María Manzanares. El torero no quería dar tregua a la gloria y pisó el ruedo con la fuerza de un soldado. Eso transmitieron sus primeras verónicas. No fueron impecables, no fueron las más lentas, pero inequívocamente se trataban de las verónicas de un vencedor.

En aras de esta victoria, su legión se puso a funcionar con esa lidia de escuadra y cartabón que La Maestranza conoce ya como la palma de su mano. Un par antológico de Trujillo que fue coreado por un calvo del diez con una frase tan genial cómo '¡Vivan los calvos!'. Luego, Manzanares se puso a hacer lo suyo.

Su tauromaquia se va haciendo más y más deducible. Compendio inédito de arte e inteligencia, temple y colocación. El sitio y la forma de cargar la suerte no es el más ortodoxo y, a lo mejor, supone una cierta revolución en el toreo de muleta. El muletazo importante en la tanda no es el primero, es el segundo, a partir de ahí el torero domina, somete y, sobre todo, liga. Como los grandes no deja de transmitir a través de su valor, pero su valor no es tanto el sitio como la colocación.

Así toreó ayer a su primero, pero sin esa armonía profunda que en esta ocasión le negaba el toro. Era el primero de la tarde y solo faltaba su inapelable espada para ponerse de nuevo en el sendero de la gloria sevillana. Entonces ocurrió, Manzanares pinchó. El torero era mortal. Es curioso pero fue mucho mayor la decepción de la plaza que la del propio Manzanares. En el fondo, parecía que era la propia plaza quien había errado. Manzanares quiso redimir a su afición en el segundo. Otra vez verónicas poderosísimas cerradas con una media verónica de rodillas más cargada de furia que de arte. Luego, idílica de nueva la cuadrilla. Fue mucho más profundo su toreo al segundo, llevando al toro más adentro y estando inspiradísimo con unos remates en los que se olvidaba del toro. Pero volvió a pasar, Manzanares se perfiló como una escultura y su fuerza toco hueso.

La plaza de Sevilla tiene con Morante de Puebla un lío Freudiano a tres bandas que resulta muy difícil de explicar. Por un lado quieren que el hijo (Morante) mate al padre (Curro), pero por otro lado necesitan matar al hijo (Morante) para que así este sea como el padre (Curro).

En fin, que en este lío, Morante ayer tuvo que matar tres toros , después de los cuales solo pudo dejar tres chicuelinas y dos medias verónicas. En su tercero, parte de la plaza le silbó por someter al toro por bajo. Luego, unos cuantos le lanzaron almohadillas de despedida. Cuando una de estas le alcanzó la rodilla se me vino a la cabeza aquella máxima que dice 'no pongas tus sucias manos sobre Mozart'. Al instante me acordé de que esto también le pasaba al padre y me dije que, a lo mejor, tiene que ser así.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Cornada y triunfo de López Simón en su alternativa

La corrida más esperada de la feria. Ni un boleto en las taquillas desde días atrás. Manzanares colgaba el “no hay billetes” en las tres tardes en las que ha toreado. Dos con Morante. Tomaba la alternativa López Simón, que vio como a primeras de cambio el toro de la alternativa volvía a los corrales. Del cariavacado 'Asustado' a 'Juncoso', del fino melocotón al basturrón negro. Pero buen toro. Tomó la alternativa López Simón, de blanco y oro. Apenas picado, se dolió en banderillas. El intercambio de trastos con Morante se vio ceremonia porco practicada. Simón en los medios inició faena com dos pases cambiados por la espalda. Y luego de rodillas en redondo. Vibró la plaza. Sobre la derecha siguió en los medios. Limpio y envarado. Tres series. Bascularía la faena hacia los adentros. Allí entre las rayas la izquierda tardía. Y las manoletinas. A la hora de matar se volcó sobre la testuz. Voltereta. El pitón había calado. La sangre negra se diferenciaba de la roja sangre del toro. Había cornada. Cayó la oreja, que paseó el toricantano en vuelta al ruedo completa. De la enfermería no volvería a salir.

El segundo se llamaba 'Pelón'. Y en verdad que su pelada cara sotenía el nombre, tan lavada. Por debajo de los vuelos del capote de Morante se metía. Por dentro. Geniecito para el genio. Tres derechazos con empaque y siempre por fuera. Abajo lo tocó en otros tres. Pero no había acomodo. Un par de tirones; un desarme. Estocada habilidosa. Media.

Manzanares a pies juntos paró al tercero, un zapato de cortas manos. Playero y bajo. Barroso picó superior. Arriba. El palo por delante. Del segundo encuentro 'Pajarraco' se saldría suelto. Quedó entero para que Trujillo se luciera con los palos. Embistió a empujones. Sin ritmo. Luego en la muleta. Josemari toreó a su velocidad. La pierna de carga escondida. Se paró pronto el toro al natural. Pinchó Manzanares. Una noticia.

El cuarto no tuvo nada que ver con el anterior, morfológicamente hablando. Muy levantado del piso. Zancudo. No sirvió ni para un apunte. Morante abrevió desde antes de ponerse.

Chocolate agarró dos puyazos sensacionales al quinto. Y Curro Javier dos pares monumentales. Su jefe de filas había hecho un saludos misceláneo que terminó con una media de rodillas. El toro tuvo mucha casta y Manzanares toreó muy rápido. Otra vez la suerte descargada. Muy eléctrico. Queriendo, por supuesto, pero sin reducirle nunca la velocidad al toro por abajo. Y con la izquierda igual. Un cambio de mano con el sello de la casa no cambió la cosa. Por encima siempre el toro, sin someter. Pensé en El Juli. Qué cosas. Pinchó otra vez. Raro. Estocada baja.

El quite por chicuelinas de Morante al sexto fue un fulgor, una maravilla, una media verónica de crujío y un remate garboso de torería. Hecho el cuvillo cuesta abajo. Torería en el principio. Una trincherilla monimental y… Se acabó el toro y se acabó la feria como quien dice. Pero lo poco que duró Morante no se puso de verdad nunca.

El País

Por Antonio Lorca. La suerte esquiva de López Simón

López Simón es un torero desconocido por estos lares. Cuando debutó en Sevilla como novillero no dijo nada, y, de pronto, por suerte, por esos misterios de los despachos taurinos o vaya usted a saber por qué razón, se anuncia que toma al alternativa en un cartel de auténtico lujo. Bienvenida sea su buena estrella. La papeleta era importante, una moneda a cara o cruz; la posibilidad de salir disparado al estrellato o al ostracismo.

Pero la vida encierra sorpresas. Va López Simón y destaca en el toro de su alternativa, y se pavonea y se luce como torero en ciernes; y se gusta toreando, y el público lo jalea y apunta su nombre como novedad. Pero héte aquí que resulta volteado al entrar a matar, pasa a la enfermería y de allí no pudo salir. La suerte esquiva, que da y que quita, golosa y huraña, que te ofrece el reconocimiento de Sevilla y una cornada para que no te olvides. Quién sabe lo que pudo ocurrir en el sexto toro si López Simón une la fuerza de su juventud a su entrega. Pero no pudo ser.

Sevilla conoció, no obstante, a un joven que, por sus andares, se asemeja más a un bailarín que a un torero. Tiene una puesta en escena bien estudiada. Es lento de movimientos, andares jacarandosos, cuida sus gestos y posturas, se esfuerza en parecer elegante y es parsimonioso en su toreo. Que no se entienda esta descripción como un rosario de defectos; es su personalidad y, también, el reflejo de sus mayores.

Esperó al toro de su alternativa bien plantado en el tercio, con las manos muy bajas, y lo capoteó con galanura y sin mando. Muleta en mano lo esperó en el centro del anillo y lo recibió con dos pases cambiados por la espalda antes de hincar las rodillas en tierra y pasarlo por la derecha con gracia y suficiencia. El toro, noble y con son, acudía al cite con prontitud y fijeza, y el chaval acompañó el viaje con elegancia. Tampoco es mala suerte que te toque un bombón así el día del doctorado. El animal se agotó, aún lo exprimió en unas manoletinas, y, cuando entró a matar, llegó la voltereta. Buena y mala suerte la suya. Pero no ha pasado desapercibido.

La corrida quedó en un mano a mano, pero los toros, estos que están criados para colaborar con el torero y no para competir con él, no tuvieron fuelle, y se agotaron con inusitada rapidez.

Mejor lote en conjunto el de Manzanares, que dio la impresión de estar excesivamente confiado en sus posibilidades. Aprovechó en un par de buenas tandas de derechazos a su lánguido primero, al que recibió con unas vistosas verónicas, y se eternizó con el codicioso quinto, al que no acabó de entender. Hubo momentos brillantes por ambas manos, pero también excesivos espacios muertos, y faltó la unidad que toda obra requiere. Y tuvo su momento ‘raro’: lo recibió de capote con un par de verónicas, una chicuelina, dos tafalleras y una media de rodillas. Y ningún capotazo resultó limpio. Una vez más, su cuadrilla obtuvo un triunfo incontestable a caballo, con el capote y las banderillas. Cinco maestros acompañan al torero alicantino.

El esperado Morante no tuvo enemigo potable, y toda su inspiración la desgranó en tres chicuelinas ceñidas, con las manos bajas, y dos medias de buen corte, en un quite al sexto toro que mató por ausencia de López Simón. Pero la ilusión se desvaneció en pocos segundos, los que necesitó el animal para hundirse en su miseria. Tampoco sirvieron los dos de su lote; o, al menos, no le sirvieron a este torero. Ciertamente, estaban ayunos de fortaleza y de casta, inválidos y tullidos, y tras unos breves intentos baldíos, optó Morante por montar la espada, que es lo que se debe hacer en estos casos y no molestar al personal.

López Simón ha pasado la noche en el lecho del dolor, pensando, sin duda, en lo esquiva que es la suerte.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Siempre nos queda la esperanza

Reventón en la Maestranza para ser testigos de algo imposible. La gente estaba convencida de que todos los días puede haber un indulto. Incluso creía que Manzanares puede cortar cuatro orejas todas las tardes. También los había que estaban convencidos de que Morante haría temblar los cimientos de la Maestranza. A mi lado me preguntó uno que quién era muchacho vestido de blanco.

La imaginación funcionó, pero nada de lo soñado ocurrió. Los toros de Cuvillo no fueron bravos ni estuvieron sobrados de casta. Ninguno de los lidiados habría sabido por boca de Arrojado que, si embestía con bravura muchas veces, podría volver vivo a la dehesa.

Por mucho que el tendido empujara con alegría y desconocimiento, Manzanares no pudo reeditar sus triunfos. Ni siquiera con la bula que tiene en esta plaza pudo saborear las mieles de un triunfo.

Sevilla siempre espera a toreros del corte de Morante, a los que es capaz de perdonar una mala tarde por un quite, como les ocurrió en otro tiempo a los míticos toreros de Sevilla. Pero un quite, por muy bello que sea, ya no puede justificar una tarde con tres toros.

A fin de cuentas, la corrida comenzó con alegría por la entonada labor del nuevo doctor López Simón. Es matador de toros con un solo astado lidiado. Fue cogido en la suerte suprema del toro de la ceremonia y no pudo enfrentarse al sexto. El toro del doctorado que fue el sobrero, no el precioso e inválido melocotón anunciado.

López Simón estuvo en novillero arrebatado. Casi no ha tomado la alternativa. Lanceó con ganas al titular y al sobrero. Este toro sustituto fue noble. El madrileño hizo una faena de corte notable por el pitón derecho. Los pases más que de calidad fueron de entrega y rabia torera. Fue una faena de joven que lo tiene todo por aprender, comenzada con espaldinas y rodillazos y rematada con manoletinas, todo muy en la línea del toreo despersonalizado de nuestros días.

Fue cogido y herido en la pierna derecha al matar al astado. La oreja tuvo de todo: premio a su labor, recompensa a su actitud y arrebato ante la sangre que tenía en la blanca taleguilla. A López Simón hay que esperarlo. Tiempo al tiempo. Queda la esperanza de ver otro día una corrida de Cuvillo más encastada y brava. De la del año pasado a la de este año hay un largo trecho.

También nos queda la esperanza de ver mejor a Manzanares en fechas futuras. La plaza le cree a pies juntillas y se valora como grande todo lo que hace. Ayer ha sido un día con freno y marcha atrás para el alicantino, que fue coreado porque la masa acudió a verlo en estado de gracia sin calibrar sus logros.

El tercero, primero de su lote, tenía mejor faena que la realizada. Fue una labor de retazos sueltos, apenas dos pases mejores por cada tanda, siempre por la derecha y huérfana de toreo al natural. Quedó en el aire la impresión de que era posible otro trasteo.

Después de concierto magistral de Trujillo y Curro Javier en el quinto, el toro quedó perfecto para una gran obra. Fue buena la primera tanda, embarullada la segunda, mejor una por naturales ya con la música sonando, pero allí faltó más rotundidad, o quizás torear para adentro o rematar por abajo. En el colmo de una tarde con menos brillo, marró en su primera entrada en la suerte suprema. Para ver a Manzanares en plenitud siempre está abierta la puerta de la esperanza.

A Morante siempre hay que esperarlo. La plaza rugió de satisfacción por un quite por chicuelinas en el sexto que fue lo mejor de la tarde. Había un precedente por el mismo lance de Manzanares en el quinto. Morante acabó con el cuadro con tres lances perfectos y dos medias de cartel. Es lo que en tiempos se llamó el quite del perdón. En este caso el perdón podía tener indulgencia plenaria si Morante cuaja a ese sexto, que parecía bueno, pero que no tenía ni alma ni vida. Tampoco corazón. La faena del torero de La Puebla fueron unos apuntes preciosos, bellísimos, casi como un suspiro. Fue lo más para algunos y muy poco para muchos. El de Cuvillo se encerró en sus manos para no tener el privilegio de ser toreado por Morante. El animalito se lo perdió. En el reino de los toros de lidia sólo podrá contar que fue parte de las chicuelinas de un genio.

Ese genio no estuvo afortunado en sus dos toros anteriores. Entre las pocas fuerzas de las reses y sus precauciones, todo quedó en faenas cortas mal rematadas con la espada. Pero a Morante siempre hay que esperarlo. Como a Cuvillo, a Manzanares y al chavalito López Simón. Ayer no pasó casi nada, pero de estos toros y toreros se puede esperar todo.


©López Simón, trinfo y sangre en la Maestranza/EFE. Un pase de Manzanares/Pagés.

Sevilla Temporada 2012.

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