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Real Maestranza de Sevilla

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Domingo, 29 de septiembre de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Juan Pedro Domecq y Parladé, 5º y 6º. El 3º fue devuelto a corrales por debilidad manifiesta; 3º-bis, de Juan Pedro Domecq (todos mansos y descastados, pitados en el arrastre; el 3º-bis, que mostró bravura, y el 6º ofrecieron algún juego).

Diestros:

Morante de la Puebla. Media estocada atravesada, descabello (silencio); media estocada, descabello (silencio).

El Juli. Estocada casi entera (silencio); media estocada, descabello (silencio).

Alejandro Talavante. Estocada (saludos desde el tercio tras petición de oreja); Estocada (aplausos).

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: nublado, con rachas de viento.

Entrada: hasta la bandera.

Crónicas de la prensa: Diario de Sevilla, El Correo de Andalucía, ABC, El País, EFE, Toromedia.

<iframe src="//player.vimeo.com/video/75714693" width="500" height="275" frameborder="0" webkitallowfullscreen mozallowfullscreen allowfullscreen></iframe> <p><a href="http://vimeo.com/75714693">Resumen 22ª de Abono. Morante de la Puebla, El Juli y Alejandro Talavante</a> from <a href="http://vimeo.com/maestranzapages">Maestranza Pag&eacute;s</a> on <a href="https://vimeo.com">Vimeo</a>.</p>

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

No es que se vaya a cumplir el tópico, es que se cumple siempre. Tarde de expectación, tarde de decepción. Y tiene su explicación, además de rima. Verán ustedes: esta corrida se monta en febrero y los toreros -figuras todos ellos- escogen los toros, como debe ser. Veedores, apoderados, representantes y cuadrillas van a Lo Alvaro media docena de veces. Apuntan los números de los toros, se ponen de acuerdo y ya está montada la corrida. Y después pasa lo que pasa. Pero que conste que son ellos los que lo montan y podían prever perfectamente el resultado, escogiendo lo que escogen. Infumable, inssoportable, desrazada, descastada juenpedrada. Se salvó el tercero, con el que Talavante pudo montar una faena irregular que no le sirvió para cortar oreja, aunque la pidió media plaza. Y qué quieren que les cuente: no me acuerdo de más. Bueno sí, de unos capotazos de Morante en el primero y de un aseado Juli con el capote en el segundo. Y sanseacabó, como dice Curro, la temporada. Eso sí, papel acabado y la plaza llena, no hasta la bandera como se decía antes, sino hasta detrás del reloj “que no se ve ná”. A pesar de todo, me gustan las corridas de expectación. Y ya estoy pensando en un cartel para el Domingo de Resurrección 2014: Morante, El Juli y Perera. Con Juanpedros no, por favor. Es que no tenemos arreglo.


Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Sólo el tercero. Sevilla cerraba su Feria de San Miguel con un cartel de lujo: Morante de la Puebla, Julián López “El Juli” y Alejandro Talavante con toros de Juan Pedro Domecq y Parladé. Había muchas ilusiones puestas en la tarde hoy. Muchos seguidores de los tres toreros habían venido de todas partes para rematar esta temporada de grandes hitos que llevan los tres. Tan sólo pudimos disfrutar la brevedad del tercero en manos de Talavante donde lo más destacado fue en el epílogo. El público pidió la oreja mayoritariamente pero el presidente se la negó. Imposible de olvidar son las verónicas de Morante al primero de la tarde. Cada día torea mejor con la capa, tanto que Cronos le tiene envidia porque es el de La Puebla el que para mejor el tiempo. El Juli nada pudo hacer con sus oponentes, sólo ponerle ganas e intentarlo con sus astados como figura del toreo que es.

Lo peor: Los toros rompen la ilusión. En los últimos años han tildado en muchas ocasiones de “juampedradas” las corridas de esta ganadería. Hoy ha rebasado un límite. Un día tan importante como el de hoy, con tantas miradas puestas en Sevilla no se puede fallar así. Muchos aficionados ya cuestionan la participación de estos toros en la próxima Feria de Abril. Ya sólo nos queda mirar al día 12 de octubre donde habrá un festival en el que se prevé que estén todas las figuras.

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Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. De cartel estrella a espectáculo estrellado

No cabía ni un alfiler en la Maestranza, radiante, con nubes pasajeras que, como cansino jaco, pasaban por encima de nuestras cabezas, pesadas, pero afortunadamente sin descargar agua. Cartel estrella del ciclo 'sanmigueleño', con el público entregado antes de que comenzara el primer acto. De hecho, muy pocas veces, tras romper las filas de las cuadrillas el paseíllo, la terna tiene que salir al tercio, como lo hizo este domingo, para agradecer una fuerte ovación. Morante de la Puebla, El Juli y Alejandro Talavante se desmonteraban y sonreían. Todo pintaba bien ¿Demasiado bien?…

Pues sí, demasiado bien, porque llegó el toro –una corrida de Juan Pedro Domecq de dispares hechuras y mal juego– y aquello se fue diluyendo como un azucarillo en el agua.Las exquisitas verónicas de recibo de Morante al primer toro o la voluntad de El Juli y, especialmente Talavante por agradar, no salvan una tarde que se puede calificar, sin exageraciones, como un petardo mayúsculo.

Morante debió vaciarse tanto en la Goyesca de Ronda, donde nos deslumbró, que parecía que llegaba sin reserva alguna en el depósito de su repertorio. Los únicos destellos fueron unas verónicas armoniosas, acompañando al toro con la cintura y jugando muy bien los brazos. Colocó largo al astado para el primer tercio. Y lo fulminó en varas. Fantasía, que así se llamaba el animal, colorao y bien armado, no pudo inspirar al artista porque llegó a la muleta destrozado. El trasteo fue un auténtico paripé. Con el cuarto, protestado de salida por su trapío y escasas fuerzas, el torero tiró por la calle del medio -teniendo en cuenta que es un ruedo, debe ser algo así como seguir las rayas concéntricas hasta perderse en el infinito-. Es decir, que se inhibió de inmediato. ¿A quién se le ocurre ponerle Espanto a un toro, que puede tocarle en el sorteo a Morante?

El Juli, que llegaba con los galones de máximo triunfador de la pasada Feria de Abril, amén de una medalla cobrada por la herida de un miura, hizo el paseíllo con autoridad y firmeza. Y ahí quedó su autoridad y firmeza porque no tuvo oponentes. Con su primero, bajo, aceptablemente presentado, ganó terreno a la verónica. El intento de faena, en los tercios y molestado por el viento, comenzó con una colada y un susto. El toro se rajó y transmutó en marmolillo, tras defenderse en el primer tramo de la labor del madrileño. Con el quinto, abierto de cuerna, la película fue parecida. De nuevo, verónicas hasta llegar a la boca de riego. Y nada, nada, nada, con un toro más parado que el caballo de un retratista. Lo único destacable en este acto sucedió en un quite de Morante al banderillero Álvaro Acevedo, al que evitó, posiblemente, una desgracia.

Alejandro Talavante fue quien más leña echó, quien con más ahínco se entregó. Pero sin fruto alguno. El tercero, devuelto tras un simulacro de tercio de varas, por su evidente flojedad, fue sustituido por otro animal, muy vareado, del mismo hierro: Descorchado, con ciertas burbujas, pero de baja calidad. Talavante, en los medios, se entregó con frescura, aunque con muletazos muy rápidos y demasiados enganchones. Como el festejo había sido hasta entonces casi un funeral, aquello se vivió como un día grande e irrepetible. Y el público, que mide los triunfos por la concesión de orejas, pidió un trofeo, que no fue concedido por la presidencia. La labor fue rematada con una estocada desprendida. Y ese mismo público, paradójicamente, ni siquiera le obligó al torero más tarde a dar la vuelta al ruedo.

Con el sexto, al que recibió Talavante por delantales, también pecó de excesiva velocidad en la muleta. En cuanto le dio una tanda por bajo, el animal se apagó como una vela. Y así, en un soplo, porque afortunadamente no se dilató, el cartel estrella de la Feria de San Miguel 2013 terminó como espectáculo estrellado.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Los toros de Juan Pedro revientan la clausura

A toro pasado es fácil tirar de demagogia taurina. La corrida de Juan Pedro Domecq fue un auténtico desastre, sí. Un disparatado petardo que echó por tierra la grandísima expectación que había llenado la plaza de la Maestranza, todos los restaurantes del Arenal y hasta había congregado ese retén de guardia formado por los pertinaces antitaurinos que no quieren saber nada de la libertad de los demás para disfrutar con un espectáculo que muy pronto será declarado Patrimonio Histórico Artístico de España. Con ese griterio consentido -diez contra docemil- comenzó un espectáculo que nunca fue tal.

Y el primer toro de Juan Pedro dio la medida del resto del encierro. Buenas hechuras;generosidad en las defensas y puntas afiladas. Pero nada más. Con ese material había tres consecuencias inmediatas: los de siempre se frotaban las manos para añadir estrofas a su mensaje apocalíptico y enredarse en su bucle melancólico; los verdaderos aficionados lamentaban no encontrar material idóneo para gozar con dos toreros -hablamos de Morante y El Juli- en la cima de sus respectivas carreras; y el gran público -el que más hay que cuidar- se aburría, sin más.

En medio de ese panorama poco más se puede contar. Morante se estiró a la verónica al recibir al primer toro de ese pésimo encierro arrancando la mayor parte de los pocos, poquísimos, oles que se oyeron en toda la tarde. Con esos cinco o seis lampreazos logró callar a la señora del megáfono. Y no hubo más. Ahí se acabó todo el contenido de un festejo que en ese momento entró en el sumidero a borbotones. El diestro de La Puebla escenificó con ese aninal un tercio de varas algo teatral que no pudo ocultar el cartón piedra del decorado que había detrás. Pero el toro de los Domecq Morenés iba a cantar en la lidia que andaba de media actividad. No tenía ni un solo pase y a Morante no le quedó más remedio que abreviar en espera de tiempos mejores. Pero el cuarto repitió idéntico comportamiento. A esas alturas del festejo el público que abarrotaba la plaza de la Real Maestranza andaba con la mosca detrás de la oreja, y con razón. ¿Qué quieren que les cuente? Ese bicho llegó a la muleta a la defensiva, muerto en vida, sin pasar en la muleta de Morante para certificar la magnitud del desastre.

El segundo en discordia era el amo de esto. El Juli había compartido con Morante y Talavante la elegante ovación de bienvenida que le había tributado el público despuésde romperse el paseíllo. No hay que olvidar que el madrileño retornaba a la misma plaza en la que había sido gravemente herido después de alzarse como triunfador absoluto de la Feria de Abril en la apabullante demostración del Domingo de Resurrección. Nos quedamos con las ganas de verlo en sazón con esa corrida de Miura que permitió otras cumbres. Sabiéndose esperado, brindó con prisas el segundo de la tarde, al que había lanceado a pies juntos con cierto sabor. Tardo y soso, esperando a su matador con la cara alta, el toro tomaba la muleta al paso, enterándose del panorama. Sólo quedaba echarlo abajo y así lo hizo El Juli, de medio espadazo tendido. Cuando salió el quinto, ya había comenzado el proceso de canonización del santo público sevillano. El madrileño se volvió a mostrar templado y solvente con el percal pero al primer picotazo se paró el de Juan Pedro anunciando que tampoco estaba dispuesto a salirse de la media. Esperó en banderillas y puso en algún apuro a Santi Acevedo. Cuando El Juli tomó la muleta sabía que tenía delante otro plomo. Se puso y lo intentó pero aquello era ya el colmo del desproposito. Otra media a capón ponía fin al derribo.

El caso es que en medio de la deblacle hubo dos toros que medio se dejaron. Uno de ellos fue el sobrero que salió en tercer lugar que iba a tocar, claro está, al tercer espada del cartel. Para Alejandro Talavante fue ese reserva que medio se movió de aquí para allá permiténdole hilvanar una faena de trazo deslavazado, de escasa compostura y nula exposición después de recibirlo con más medias que enteras. Dentro del trasteo hubo alguna serie más ajustadita que otras y aunque le llegaron a tocar ¡Manolete! la faena sólo elevó verdaderamente el tono en dos derechazos y un trincherazo con sabor. Para algunos -que suerte tiene este tío- era sufiente para pedir una orejita de circunstancias que no se sostenía ni con el buen espadazo con el que finiquitó a su enemigo.

Pero como es habitual, las hadas andaban pendientes de este desconcertante matador extremeño que volvió a sortear otro animal que, por lo menos, no se paró. Lo recibió con un frito variado de delantales y chicuelinas pero el astado salió claudicando de los caballos. Viendo que el personal andaba por agradar le brindó su muerte desde los medios pero la faena no volvió a pasar de un fajo de pases en los que sobraron tirones y muñecazos. Aburridos toro, torero y público lo echó abajo como pudo. Ahí se acabó el desastre pero también concluyó este corto abono sevillano de los tiempos de la crisis. Los tres matadores de ayer aún matarán un novillo en Sevilla -posiblemente junto a El Cid, Manzanares y Lama de Góngora- a beneficio de una buena causa. Será el próximo 12 de octubre y el cartel oficial -que se ha hecho querer- se presentará hoy mismo. El pescado está más que vendido.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/fdo_carrasco.jpg"/>Por Fernando Carrasco. Juan Pedro Domecq se empeña en aguar la fiesta

Lo que no ha podido la lluvia, que por fortuna no ha hecho acto de presencia a pesar de que se esperaba, lo han conseguido los toros de Juan Pedro Domecq, dos de ellos con el hierro de Parladé: aguar y cargarse el festejo estrella de la Feria de San Miguel.

El hierro que pasta en «Lo Álvaro» ha echado por tierra cualquier atisbo de triunfo por parte de Morante de la Puebla, Julián López «El Juli» y Alejandro Talavante. Este último, con el menos malo, ha dejado algunos pasajes en el tercero. Pero nada más.

Lleno, cielo entoldado y ambiente de gala en el coso del Baratillo. Y algo que es habitual cuando torea Morante: la presencia, en los alrededores de la plaza y megáfono en mano, de un grupúsculo de antitaurinos dispuestos a fastidiar al personal. Desde luego, las luces algunas de las autoridades competentes dejan mucho que desear…

Morante de la Puebla ha puesto la plaza en pie al dejar cinco verónicas, cinco, esculpidas en el albero maestrante. Cinco lances exceslsos, primorosos y sublimes rematados con dos medias. Pero ahí se ha acabado todo. El de Juan Pedro se ha parado ya en el caballo y se ha negado a embestir. No se ha complicado el cigarrero.

Tres cuartos de lo mismo ha acontecido en el cuarto, un toro que ha recortado de salida y que nunca se ha entregado. Tras probarlo Morante, ha abreviado.

El Juli ha dejado algunas verónicas a pies juntos a su primero pero ya está. Porque el «juampedro» no ha querido tomar nunca la muleta que le ofrecía el madrileño. Medios pases y pare usted de contar. Sólo el sobrero tercero ha posibiilitado algo más en cuanto a su juego Para que no le haya sacado nada al quinto Julián, de Parladé, ya ha tenido que ser malo el toro. Un marmolillo al lado de los toros de Guisando. Desesperación del del Velilla de San Antonio.

Y Talavante. Ve cómo le devuelven su primero por inválido. El sobrero ha sido, a la postre, el toro más potable del encuierro. Algo violento en sus embestidas, ha repetido y Talavante se ha conformado con una faena demasiado aseada, sin entrar en batalla y cortándola muy pronto. Nos queda la duda de saber qué habría pasado si saca a ese toro a los medios. Se le pidió la oreja pero no era toro de trofeo.

El sexto fue acorde al resto del festejo. Algunos detalles del extremeño pero el personal estaba ya hartito de tanta falta de raza y clase. Triste final para tan bello festejo sobre el papel…

El País

Por Antonio Lorca. Con el alma dolorida…

A la anochecida, la Maestranza quedó con el alma dolorida. Puede sonar a cursilada, pero es verdad. Dolorida como sinónimo de desencantada, desilusionada, desmotivada, decepcionada…

Era una tarde tan bonita, con un cartel tan rematado, y con tantas ilusiones a flor de piel… Había tanta gente con la sonrisa en los labios como señal inequívoca de que necesitaba toda ella una corrida de ensueño para recuperar la esperanza tantas veces perdida en esta fiesta. Lucía la plaza como en esos días luminosos de feria de abril y olía como a azahar, pero era a torería.

Y estaban los aficionados buenos y sabios de esta tierra ansiosos por guardar para el invierno una faena grande, de esas que te obligan a seguir adelante con la afición a pesar de tantos desalientos; y estaban los espectadores triunfalistas y bullangueros, que son, al fin y a la postre, los que llenan las plazas.

Y estaba Morante, tocado por la mano de Dios, que parece que todo lo que hace o mueve lo convierte en arte. No es así, pero se siente. Y El Juli, triunfador en la primavera sevillana, que volvía después de aquella grave cornada el viernes de feria. Y Talavante, tan sorprendente siempre. Y los toros más prestigiosos del lugar, los juampedro, artistas desde la cuna.

Pero un gafe espantó las buenas vibraciones y convirtió la corrida en un torrente de mala suerte, en un caudaloso río de decepción; en un momento, además, en que esta fiesta clama al cielo para recuperar la fe definitiva en su futuro.

La tauromaquia necesitaba que la feria de San Miguel hubiera acabado con un triunfo histórico. No solo se recuperaría la afición, que tanta falta hace, sino que se entronizaría el prestigio de esta fiesta llamada a erradicar el aburrimiento si quiere pervivir en el tiempo.

Hacía falta un triunfo para soñar despierto durante el invierno y esperar con alegría el nuevo año.

Pero no pudo ser. Juan Pedro Domecq envió la corrida más infame que imaginarse pueda. Parecían toros elegidos para el dolor; de bonitas hechuras todos ellos, pero carne fofa, cadavérica, inválida, enferma, quizá, quién sabe, desesperadamente descastados, como hijos de bueyes de cemento. Y no pudo ser. El toreo, hasta el más cómodo y ventajista, que es el que realizan estas figuras, exige un animal que se mueva. Y todos estuvieron paralizados, dormidos, moribundos.

De ahí, el dolor. Porque está bien ir a los toros para sufrir, que debe ser la antesala de la emoción, pero no para padecer y penar. Y la Maestranza se inundó de pena ante el triste espectáculo de una fiesta de toros que se arrastró por los suelos de la desesperación. Vale que hubo detalles, pero ninguno de ellos puede hacer olvidar la tristeza de una tarde nacida para la alegría y muerta por la pena.

He ahí a Morante, decidido desde que se abrió de capa y arropado por un público que cree ver en cualquier gesto suyo un alarde de arte. Una verónica grande al que abrió plaza, un par de ellas en el cuarto, y un quite de una media primorosa —solo un capotazo— al sexto.

Silencio de expectación cuando Morante toma la muleta, recorrido nulo de sus toros, unos pases por la cara y decisión de montar la espada para acabar con el feo espectáculo. Inédito quedó El Juli ante un lote amuermado y sin clase; y desilusionó Talavante ante dos toros que se movieron algo más y él no supo o no pudo cogerles el vuelo. Fue la suya una actuación intermitente, con detalles aislados, que nunca llegó a motivar.

Una curiosidad malsana para el final: recuerden que El Juli fue cogido en feria, y cuando estaba ingresado en una clínica sevillana pidió el alta voluntaria, se despidió a la francesa de Octavio Mullet, el cirujano maestrante, y se marchó a Zaragoza para ponerse en manos del doctor Val Carreres. Ayer, este médico estaba en el callejón. ¿Lo invitó El Juli porque sigue sin fiarse del equipo sevillano? ¡Qué papelón!

Agencia EFE

Una inmensa decepción

Con los tendidos a rebosar y con un público expectante y tan ilusionado que obligó a los tres toreros a saludar al terminar el paseíllo, salió al ruedo el primero toro de la divisa de Juan Pedro Domecq, fino y con un armónico trapío, como todos los que aún esperaban en los chiqueros.

Sobre el papel, tanto este como el resto de los toros tenían “hechuras de embestir”, como se dice en el argot. Pero a los pocos segundos este mismo que abrió plaza ya marcó el guión que iba a marcar la tarde negativamente: bastaron cuatro o cinco verónicas templadas de Morante para que el animal abriera la boca, como síntoma inequívoco de su falta de bríos y de raza.

Salvo el tercero -precisamente el sobrero que sustituyó a uno de los titulares- todos los ejemplares de la corrida mostraron un absoluto vacío de bravura que les llevó a pararse acobardados o afligidos en cuanto pasaron por la prueba de la puya.

Los de Morante, del que todo el mundo esperaba al menos una pincelada de su cantado arte, fueron dos auténticos marmolillos, dos toros anclados al albero y que apenas le regalaron media embestida completa.

Y el torero de la Puebla, para decepción de sus muchos partidarios, no quiso perder el tiempo ante tanto imposible. Al menos, se le agradeció la brevedad.

El Juli volvía a Sevilla cinco meses después de haber sufrido sobre esta misma arena una de las más graves cornadas de su carrera. Y, probablemente, tenía la intención de enjuagarse ese mal sabor de boca que se le quedó en abril. Pero tampoco tuvo de dónde.

El primero, más que por falta de bríos, se paró por una actitud reservada y defensiva, midiendo mucho antes de arrancarse a una muleta ondeada por el viento.

Puso cierto pero breve empeño el diestro madrileño en hacerle seguir el engaño, pero con tan escaso éxito como con el quinto, igual de reservón y que sólo se arrancó en un puñado de ocasiones a base de dejarle la muleta puesta en los mismísimos belfos.

De entre este desierto de casta, el lote de Alejandro Talavante fue como un pequeño oasis, donde al menos el extremeño se pudo mojar los labios. El sobrero, jugado en tercer lugar, se movió bastante más que sus hermanos de camada.

En realidad fueron sólo unas cuantas embestidas sin mucha clase y de poco recorrido, pero suficientes para que el extremeño estructurara la única faena que se pudo considerar como tal.

De menos a más en intensidad, se centró Talavante por el mejor pitón del toro, el derecho, hasta conseguir un par de series de muletazos templados y con alguna hondura con los que consiguió que surgieran en el tendido algunos pañuelos blancos que no provocaron la concesión de la oreja.

Al sexto, ya a tarde y a temporada vencida sobre Sevilla, y con una inmensa decepción pesando sobre el ambiente, Talavante le sacó, sin gran limpieza, los seis o siete únicos pases que tuvo en el último tercio antes de su absoluta rendición.

Toromedia

Solamente una ovación para Alejandro Talavante

La tarde comenzó con una gran ovación de bienvenida. Morante hizo los honores con un gran recibo capotero al primero de su lote. El torero colocó al toro muy largo en la pimera vara y el de Juan Pedro se estrelló con fuerza en el peto. En ese trance se acabó el toro, que llegó completamente parado a la muleta. Tanto es así que no pudo darle ni un solo muletazo. Mató de media y descabello. Silencio.

En el segundo de su lote la historia se repitió. El toro fue protestado en los primeros tercios por su poca fuerza y llegó a la muleta sin fuelle para pasar. Morante lo intentó pero no había materia prima. Pasó en blanco por esta ultima cita. Mató de pinchazo hondo y descabello.

El Juli se lució en el recibo de capa al segundo de la tarde en lances que fueron coreados por el público. El toro llegó muy apagado a la muleta, costándole mucho trabajo pasar e incluso mirando y creando peligro. El Juli lo intentó por ambos pitones pero tuvo que desistir ante la falta de acometividad de su enemigo. Mató de estocada y de nuevo su labor fue silenciada.

Tres cuartos de lo mismo le sucedió en el quinto, un toro muy parado al que intentó hacer andar por todos los medios. El esfuerzo del torero no llevó a buen puerto por la falta de respuesta de su enemigo. Mató de estocada. Silencio.

El tercero fue devuelto a corrales y Talavante recibió bien de capa al sobrero, sobresaliendo tres medias de cierre. El toro se arrancó alegre en los dos puyazos que tomó y tuvo más movilidad que los primeros. Talavante ligó una buena serie con la derecha y en la segunda también hubo ligazón pero con algún tropiezo. Probó al natural pero el toro no respondió igual, por lo que volvió a la derecha para dejar una serie que hizo sonar la música. Los mejores momentos con esa mano llegaron al final con dos derechazos muy buenos y el remate con un bonito trincherazo. Hubo petición de oreja pero finalmente el premio fue de ovación

Talavante hizo que el público se esperanzara con un buen recibo de capa al sexto. Toreó bien por chicuelinas y remató con una buena media. En un intento de agradar, brindó al público y dio una primera serie buena por la derecha. También hubo buen toreo al natural pero la faena bajó de contenido conforme el toro se iba a apagando. Mató de estocada y fue ovacionado.


©Una media verónica de Morante y algo de Talavante con la muleta, resumen de la tarde. Imágenes de Empresa Pagés.

Sevilla Temporada 2013.

sevilla_290913.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:09 (editor externo)