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PLAZA DE TOROS DE VALENCIA

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Lunes, 10 de marzo de 2012. Por la tarde

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Capea (desigualmente presentados, anovillados y faltos de casta).

Diestros:

Enrique Ponce: palmas y oreja.

El Cid,: oreja y oreja.

Daniel Luque: silencio y silencio.

Entrada: tres cuartos de plaza.

Crónicas de la prensa: El Mundo, EFE, ABC, La Razón, COPE, El País.


EFE

Por José Ignacio González. El Cid, una puerta grande a izquierdas

El que firma esta crónica no recuerda un día de toros en San José con unos tendidos tan despoblados en la plaza de toros de Valencia. La crisis que todo lo puede se sumó a que el cartel no tendría el remate y la redondez a la señalada fecha del patrón. Además, el frío regresó inmisericorde y se sumó a la fiesta como convidado de piedra. El resultado, tres cuartos de entrada muy justitos.

La corrida de El Capea no fue, ni de lejos, la del anterior ejercicio. Nobles, pastueños, el encierro del maestro salmantino lució los tres hierros de la casa y solo el segundo sacó el tranco y la calidad de lo que siempre fue el encaste murube. También el quinto fue un toro manejable, pero al conjunto le faltó motor, raza y transmisión, salvo al cuarto, algo más encastado pero que lanzó un molesto derrote al final de cada muletazo.

Los dos toros mencionados cayeron en un mismo lote, el de El Cid, que abrió una puerta grande menor. A su primero, el de más calidad de la corrida, lo toreó por momentos muy bien sobre la mano izquierda. Su mano de siempre. El diestro de Salteras, al que se vio suelto, fácil y templado con el capote toda la tarde, se acopló con el de Carmen Lorenzo y tras la estocada y el descabello cayó la primera oreja. El mismo balance obtendría del quinto, que brindó a El Soro. Fue un ejemplar muy manejable y que se desplazó en las telas, al que de nuevo planteó una faena a izquierdas. Otra estocada y petición de trofeo atendida que le franqueaba la salida a hombros.

Enrique Ponce logró tocar pelo en el último toro de su particular feria. Fue el que más transmitió, por su presentación y por su más vivaz comportamiento. El torero de Chiva le cuajó faena larga, sonó el aviso cuando aún estaba toreando, destacando especialmente el toreo genuflexo del arranque y del epílogo. El toreo en redondo, basado en la mano derecha, tuvo en ocasiones la elegancia y distinción que siempre han acompañado al valenciano. Tras la estocada, incluso se pidió la segunda oreja, que no fue concedida. Su primero fue un toro tan noble como insípido. Tras brindar a Roberto Soldado, presente en el callejón, fue imposible llegar a la gente con semejante material.

Completaba la terna Daniel Luque, que sigue sin tener suerte en Valencia. Destacó en el toreo a la verónica ante su primero, noble pero que duró muy poco. Tras una correcta y bien compuesta labor, se pidió la oreja que, tras no concederse, fue seguida de un paradójico silencio por parte del público. El sexto fue directamente un mulo. Ni un pase pudo dar el torero de Gerena.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El Cid sale a hombros y Ponce corta una oreja

Impresionó la triste entrada para la fecha si por triste se pueden tener tres cuartos de entrada. Claro que tres cuartos de entrada con Ponce en el cartel no se habían visto en la vida un 19 de marzo. En el caso del maestro de Chiva es duro. Su plaza, su feria. Pero 23 temporadas. Su primero de Capea respondió a todos los estándares de borrego, que tanto usa Carlos Ilian en “Marca”.

La corrida la resumimos en Capea porque andar con San Mateo, San Pelayo y Carmen Lorenzo es un Cristo. Todos salían con sus crotales, tan lindos y anovillados. El acucharado segundo tuvo clase y Manuel Jesús “El Cid” lo toreó con pulso y largura al natural. A placer. Como de salón. Como si le embistiese el carretón. Sobró quizá el final y ese amago de desplante arrucista del teléfono. La estocada muy trasera, un descabello, aviso y oreja (crotal incluido).

Tuvo son en el buen capote de Luque 'Romerito', que tantos recuerdos trajo de Chenel. Pero no le duró el impulso y el final de faena fue a menos. La lejana colocación de la estocada no ayudó.

Ponce se rebeló con orgullo contra el estado de las cosas. El cuarto, encastadito y colocado de cara, le permitió una faena animosa y ligera. Queriendo querer. Sobre la mano derecha casi toda. Movidita. Deseosa. Estocada desprendida. Aviso antes de entrar a matar. Una oreja como paliativo. Para tanto escarnio, digo. Y en especial para el amor propio.

El quinto se movió mucho pero sin la clase del anterior de Manuel Jesús, con un aire de ir y venir que impregnó una faena del Cid de oficio. Como lo mató, pese a la muerte lenta, al personal le dio por pedir la oreja y sacarlo a hombros.

El sexto no tuvo fondo ninguno y se paró y Luque hizo lo que pudo. Extenderse más que nada.


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Imagen: Mikel Ponce (ABC)

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.net/archivos/18961328200600.png   "/>Por Andrés Amorós. ¡Viva la Pepa taurina!

Al celebrar la Constitución de Cádiz, nadie recuerda su trascendencia taurina. En 1805, Godoy había prohibido los toros. Las Cortes lo revocaron, gracias a un diputado nacido —¿adivinan dónde?— en Barcelona: Antonio de Campmany, ilustrado, liberal, defensor de la libertad de imprenta, proclamó que las corridas son «nacionales» (el adjetivo que hoy molesta a algunos) y escribió una «Apología de las fiestas públicas de toros». Las Cortes Españolas no han vuelto a discutir el tema… En la Plaza de Cádiz se lidiaron entonces reses, traídas por barco, para eludir el asedio. En El Puerto, una corrida en homenaje a Wellington. Curiosamente, José Bonaparte también apoyó la Fiesta, como medio de ganarse al pueblo…

Si me he ido dos siglos atrás, imaginarán lo poco que hemos visto, esta tarde. Primera mala noticia: pobre entrada para el día de San José. Reflexionen los taurinos… Segunda: los toros de Capea han sido dulcísimas golosinas. (Hace un año hablé de «Confitería salmantina», de reses no aptas para diabéticos). Los diestros han estado tan a gusto: los aficionados, mucho menos, aunque El Cid haya cortado dos orejas y Ponce, una. Pero apenas ha habido emoción…

Al Cid le tocan los dos más potables y los aprovecha bien. El segundo es huido, flojo, noble, se cae (como todos: no lo repetiré); sigue la muleta con docilidad absoluta. Dibuja Manuel estupendos naturales a cámara lenta, con clasicismo; se adorna acariciándole el testuz. Mata eficazmente: oreja.

En el quinto, saluda en banderillas Alcalareño. Brinda al Soro. Prueba por alto: el toro se cae. Se adorna, rodilla en tierra: dobla. Aunque queda muy corto, logra buenos derechazos y circulares, hace el teléfono, vuelve a estar certero con la espada: otra oreja y salida en hombros.

Brinda Ponce el primero al futbolista Soldado. El toro se deja hacer, sin codicia. Baja la mano Enrique con maestría: el toro se apaga, se cae: es como torear al carretón. Se corta Mariano de la Viña, al saltar la espada. «Fuese y no hubo nada…»

¿Edad del toro? Según el programa, el cuarto nació en abril del 2008: todavía no ha cumplido los cuatro años. Si no es errata, no lo entiendo… A cambio, tiene más pitones y un poco más de fuerza, le permite a Ponce una faena completa, buenas series de muletazos; al final, con gran desmayo y naturalidad. Ha calentado un poco la tarde, de frío polar. Le dan un aviso antes de entrar a matar: corta una oreja y le piden la segunda. Ha salvado su Feria… lo que los toros le han permitido.

Luque maneja con soltura el capote en el tercero hasta que se derrumba. Liga los muletazos, recurre al encimismo. Todavía más corto, flojo y parado es el sexto: todo queda en una porfía infructuosa. Pregunta ingenua: ¿son éstos los toros que prefieren los toreros?

Vuelvo al comienzo: ¡Viva la Pepa taurina, la libertad de ir a los toros! Pero con toros que emocionen… ¡Mueran las «caenas»!


EL PAÍS

Por Vicente Sobrino. El Cid aprovecha la nobleza de sus dos toros

Sorpresa: el cartel del día de San José no llenó. Más de media entrada pero sin llegar a los tres cuartos: primer pinchazo. De los tres hierros propiedad de Pedro El Capea se lidiaron seis dijes de toros. De bonitas hechuras y puntas finas. Los tres primeros, más justos de presentación; los de la segunda parte, de mayor apariencia. Pero la corrida tuvo las fuerzas justas. Pasaron por el primer tercio como simple trámite burocrático y derrocharon bondad en el último tercio. Unos duraron más, otros menos, y el sexto apenas llegó con resuello a la muleta. Gotearon todos calidad, pero, al fin y al cabo, un goteo. Les faltó la chispa necesaria para emocionar.

De los seis toros, el lote de El Cid tuvo el plus de brillo que le faltó al resto. El segundo, muy abanto de salida como el resto, destapó sus encantos por el pitón izquierdo. Por ahí lo vio claro El Cid. De las cuatro series con la zurda, la tercera fue la más redonda y lograda. Muy toreado el toro por ese pitón. Sobre la diestra, El Cid blanqueó la faena a base de circulares y detalles de mayor galería. Y siempre quedó la impresión de una aplastante superioridad del torero.

El quinto planteó su juego al revés: más entregado por el lado derecho y muy corto por el otro. La faena de El Cid cambió de planteamiento. Ahora fue sobre la mano diestra por donde más influyó. No hubo serie completa al natural, por donde el toro levantaba la mirada. Otra vez dominio absoluto del torero, que se gastó sus concesiones en unos rodillazos más de desprecio que de reto y ya con el toro muy agotado.

La primera faena de Ponce no contó por la escasa emoción del toro, que además tenía muy poca fuerza. Enorme superioridad de Ponce, que dio la impresión de acabar hasta aburrido. El cuarto no descolgó pero tuvo cierto aire para la muleta. Toro más aprovechable, en fin. Ponce lo apabulló y sacó el partido que tenía el toro, que no terminó de entregarse por el pitón izquierdo. Quiso adornar la faena con el pase de las flores y los dos primeros intentos no resultaron: a la tercera, sí. La última serie con la derecha, de mayor ajuste, cerró el asunto. El toro, nunca forzado por Ponce, duró más de lo previsto.

Daniel Luque ni entendió al bondadoso tercero ni se le vio claro de ideas en el sexto. En aquél compuso postura. Mucho oropel. Perdido lo fundamental de la faena, se movió entre los pitones del toro. Ni conmovió ni arrancó un olé. El sexto fue toro de nada por aquí y nada por allá. Luque no encontró soluciones y se perdió en una absurda búsqueda de la nada.


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Imgen: EFE

LA RAZÓN

Por Patricia Navarro. La puerta grande se empequeñece

Iván Fandiño había dejado huella 24 horas después. Y durará. Casi a la misma hora y en el mismo sitio salía a hombros El Cid por la Puerta Grande de Valencia. El día grande, el de San José, con una entrada pobre para lo que es la gran festividad valenciana. Tres cuartos en el fin de fiesta, la noche de la «cremá». A hombros salió El Cid después de cortar una y una. Toreó bonito a su primero, que era almíbar. Nobleza, la casta justa y sin plantearse molestar a su antagonista. Una dulzura con clase. Con éstas, El Cid sacó varias tandas de naturales interesantes, apurando la nobleza del toro. Por cierto, una corrida muy terciada de El Capea, con tres hierros, que nada tenía que ver con lo que había pasado por Fallas otras tardes, sin ir más lejos la anterior. El Cid le había cogido el aire por ese pitón y gustó al cerrar los pases con largos de pecho. Los muletazos tuvieron buen son y temple. Cobró la espada y el premio. Hasta ahí pudimos leer. La vulgaridad presidió la labor del quinto de principio a fin. Hubo una tanda, quiero recordar, la primera, de ligados derechazos basada en el toreo fundamental. El de siempre. Otra cosa vino después. Circulares por uno y otro pitón, desplantes, desplantes de rodilla, toreo con una de ellas en tierra… Y ya en ese laberinto de espectáculo hasta el desplante del teléfono. Aquello respiraba teatralidad, parecía un simulacro de lo que habíamos deleitado el día anterior. Esa lección de honestidad y pureza que sigue dando sentido al toreo en pleno siglo XXI. Arrebato al hundir la espada y una oreja más que le abrió la puerta grande.

Enrique Ponce cortó un trofeo del cuarto, más encastado e informal, que se dejó hacer en una muleta que quería el premio. Y lo encontró en una faena ligera, como el toro, pero buscada. A Roberto Soldado, el «9» de la Selección Española, le brindó el primero de la tarde. El toro tenía tanta nobleza como poco fuelle, así que las migajas le quedaron a Ponce para torear.

Daniel Luque se las vio con un sexto, aplomado, agotado, que embistió con tantas reservas que cada vez que lo hacía se convertía en noticia. Luque se empeñó. Se alargó. Ni decir el frío cómo había calado a estas alturas, después de dos horas y media de festejo. Con el tercero, toro noble e insípido, se pegó un arrimón, pero la fiesta estaba en otra calle. La de Xátiva tomamos cuando rodó el sexto y de reojo íbamos dejando la puerta grande a la espalda. La de Fandiño había sido mágica. Ése día sí sentimos el toreo desde las entrañas.


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COPE

Por Sixto Naranjo. El Cid se lleva el lote y el último triunfo de las Fallas

Dicen que las comparaciones son odiosas. Lo corroboro. Por eso no vamos a entrar en comparar la puerta grande de El Cid este día de San José con otra de más reciente consecución. Pongamos la de este domingo. Ni tampoco la corrida que El Niño de la Capea mandó este año a Valencia respecto a la del año pasado. El día y la noche. Tampoco comparemos. Como la entrada de público en el día grande de las Fallas. Ni mucho menos comparables los escasos tres cuartos de hoy siendo generosos, a cualquier 19 de marzo de otros años…

El caso que una vez más fue El Cid quien se llevó el lote de una desigual corrida de Capea. Su lote se igualó en nobleza y clase aunque a ambos toros les faltó la chispa y la casta necesaria para dar mayor importancia a lo realizado por el sevillano.

A su primero, tan noble como flojo, lo afianzó a base de pulso y mimo El Cid en un primer tramo de faena que rompió en dos buenas tandas al natural. Templado el torero, llevando largo y echando perfectamente los vuelos de la muleta al hocico del ‘murube’ de Capea. Empeoró el toro por el derecho y la faena sufrió un parón que intentó levantar El Cid con adornos y un arrimón final. La estocada viajó al primer intento y pese a caer trasera y tendida, el bendito público valenciano premió al torero con una oreja.

Otra más paseó en el quinto. Un toro que fue de más a menos con el que El Cid trenzó una faena animosa y ligerita, de nuevo mejor resuelta al natural mientras el toro se movió con largura en sus embestidas. Tardó en caer el toro tras otro espadazo trasero pero el diestro se Salteras obtuvo la oreja como pasaporte para su salida a hombros.

Sobre la bocina salvó su Feria de Fallas Enrique Ponce. Tras una gesticulante faena al simplón primero, el de Chiva apretó el acelerador con el montado cuarto. Le faltó humillar y rematar en sus viajes al de Capea, pero le sirvió a Ponce para realizar una faena larga, enfibrada y que finalizó con pasajes de cara a la galería ante los tendidos de la solanera. Pese a una estocada caída, Ponce pudo anotar en sus estadísticas una oreja.

El peor parado fue Daniel Luque, que enlotó dos toros imposibles. Ni con el protestón tercero, al que hilvanó una faena algo crispada y vulgar, ni con el mulo sexto, tuvo oportunidades de triunfo el sevillano.


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©Imágenes del festejo: Francisco José Ferriz.

Valencia. Temporada 2012.

valencia_190312.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:26 (editor externo)